Otras escuelas de sabiduría

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La Escuela de los Nombres

Polemistas, lógicos, disputadores, argumentadores, sofistas, etc., eran algunas de las denominaciones que recibían los componentes de la Escuela de los Nombres en épocas antiguas.
Según Zhuang zi: «Huan Tuan y Gongsun Long se contaron entre el número de los dialécticos. Confundían la mente de los hombres y mudaban su ánimo. Eran capaces de cerrar la boca a los demás, pero no de conquistar sus corazones. Son los límites en los que está encerrado el dialéctico».
Primer ministro del rey de Wei y amigo de Zhuang zi, Hui zi es uno de los principales representantes de la Escuela de los Nombres. Del contenido de sus doctrinas se habla en el Zhuang zi. Son famosas sus diez paradojas.
Otro de los grandes exponentes de la Escuela de los Nombres es Gongsun Long, autor de una obra que lleva su nombre. Ésta constaba de catorce libros, de los cuales sólo seis se han conservado. Algunas de sus ideas están recogidas en el Zhuang zi, en el Lie zi y en los seis capítulos del Gongsun Long.

Escuelas cosmológicas

En el periodo de los Reinos Combatientes (s. III a.C.) surgieron distintas tendencias que emplearon como modelo a la Naturaleza como guía de las conductas del hombre. Al parecer, estuvieron muy relacionadas al taoísmo naturalista de Lao zi y de Zhuang zi. En lo que respecta a sus orígenes parece que se encuentran en el ocultismo, cuyos seguidores se llamaron «los que practican las artes ocultas», «señor de las recetas». Estos magos dominaban las más diversas artes: adivinación, cura psíquica, prácticas sexuales, geomancia, astrología, etc.; empleaban drogas, talismanes y amuletos y habían desarrollado técnicas corporales y respiratorias para prolongar la vida; asimismo tuvieron mucho que ver en la aparición del taoísmo religioso.
Uno de los pensadores que más destacan es Zhou Yan (ca. 305-240 a.C.). Conocido por su relación con la escuela del yin yang, implantó una especie de naturalismo cosmológico. Su doctrina se fundamentaba en la relación entre el yin yang y los «cinco poderes», «cinco actividades» o «cinco agentes»: metal, madera, agua, fuego y tierra con las transformaciones históricas.
Las enseñanzas yin yang afirman el paralelismo entre el mundo celeste y el mundo humano. Explican el movimiento del cielo, sea por la casualidad recíproca del principio masculino (yang) y del femenino (yin), sea por el mutuo producirse y prevalecer de los «cinco poderes».
Para poder llegar a comprender el movimiento alterno del yin yang hay que remontarse al principio de realidad que da forma a todo lo que se halla en el cosmos, a saber: la fuerza, energía vital, hálito (qi) o energía primordial (Yuanqi). El qi como energía vital está en el eje central de las prácticas respiratorias taoístas. El control de qi puede proporcionar al practicante poderes paranormales. El qi opera y circula según un ritmo binario de inspiración-espiración. El universo se genera en transformación constante, a partir de esta energía. Las dos formas de actuación de esta energía son el yin y el yang o, lo que es lo mismo, dos símbolos precisos que son los aspectos opuestos y alternantes de todos los contrastes posibles del universo. Esta idea está basada en la constatación en el universo de dos principios paralelos, pero de distinta polaridad: la luz y la oscuridad, el calor y el frío, la vida y la muerte, el día y la noche. Así el yin es la oscuridad, la humedad, el frío, la involución, lo femenino, el invierno, etc. En tanto que el yang representa la luz, el calor, lo seco, lo masculino, el orden, el Cielo, etc. El yin no puede existir sin el yang; el uno sucede invariablemente al otro en el ritmo imperecedero del universo.
La doctrina del yin y el yang llegó a relacionarse básicamente con el Libro de las Mutaciones, uno de los tratados más enigmáticos del pensamiento chino.

El legismo o legalismo

Los legalistas exaltan la ley, pero sólo como un medio, y no el único, de conseguir sus fines.
El término más descriptivo con que podía denominarse a estos filósofos es el de «autoritarios» o «totalitarios», puesto que predicaban que todo individuo debe ser obligado a vivir, trabajar, pensar, y —a requerimiento del gobernante— morir, enteramente por y para el estado, sin consideración alguna a su bienestar o deseos individuales.
Los legalistas aspiraban a disolver la familia patriarcal, que era una institución antiquísima. Abogaban por la propiedad privada de la tierra. Y también favorecía un sistema de gobierno fuertemente centralizado, que habría de funcionar mediante leyes fijas y rígidas, lo cual no dejaba de ser un concepto nuevo.
El más importante de todos los legalistas es Han Feizi, que murió en el 233 a.C. El libro que lleva su nombre nos da la más completa y acabada imagen de la filosofía legalista de que disponemos. Han Feizi asevera que súbditos y ministros son de tal condición que todos ellos sin excepción asesinarán a sus superiores y los suplantarán en el disfrute de su poder y riquezas, si encuentran la manera de hacerlo con impunidad. Sólo una severa vigilancia por parte del soberano y la estricta represión de tales tendencias, que Han Feizi asegura están presentes aun en sus más fieles consejeros, hará posible que el príncipe conserve su posición o incluso su vida.
La teoría legalista enumeraba tres cosas que el príncipe debía emplear a fin de gobernar adecuadamente el mundo. Una era shi, que significaba poder y posición. La segunda era shu, técnicas administrativas. La tercera era fa, la ley. Los legalistas consideraban la ley un instrumento para el completo control de todos los ciudadanos por parte del gobierno.
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