Introducción al Budismo

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¿Qué es el budismo?

Que el budismo desde los albores de su historia no acepte la existencia de un dios personal eterno e imperecedero es resultado inevitable de su doctrina del devenir. Si no hay en el universo nada permanente, si no perdura ningún tipo de elementos no-compuestos, si cualquier personalidad es una corriente constantemente fluida de elementos (dharmas) que desaparecen, entonces no puede haber ningún dios inmutable, eterno, creador y conductor del cosmos.
Según algunos estudiosos, el budismo no es una doctrina atea (de hecho admite distintas divinidades, aunque sometidas a la ley del karma) negadora de la existencia de Dios, sino que considera este asunto imposible de comprobar a través de la experiencia humana, y por tanto no pertinente en su perspectiva práctica de liberación.
Si el Buddha, tanto en el aspecto espiritual como ético, es el ser más perfecto que existe, no obstante, se distingue del dios de los teístas por el hecho de que no dispone de la omnipotencia. Posee innumerables poderes, así lo revelan algunos Jatakas, pero no es el artífice, conservador y jerarca del mundo, no le ha proporcionado las leyes ni puede modificarlas. Tampoco puede impedir la causalidad retribuida de los hechos.
El budismo como religión surge a partir de la experiencia de la liberación (del sufrimiento, de lo transitorio, de lo provisional, de toda restricción, del desasosiego, del desequilibrio, del miedo, de la inseguridad) a la que llegó Siddhârtha Gautama y de la enseñanza de la senda que conduce hacia ella.
La filosofía se fija en el conocimiento y deja de lado la práctica; mientras que el budismo pone un especial énfasis en la práctica y la comprensión y relega a un segundo plano la información y el conocimiento.
En el budismo, la meditación es el medio principal para llegar a la salvación. Se da una gran importancia a la contemplación y a la disciplina mental.
Las diferencias entre Occidente y Budismo se pueden ver reflejadas en el siguiente cuadro:

Occidente

Budismo

Acción-reacción

Meditación-contemplación

Dualidad

No-dualidad

Egocentrismo

Retracción del yo

Expresión oral

Apagarse en el silencio

Identificación

Observación

Información

Transformación

Manifestación-forma

Vacuidad

Ser eterno e inmutable

Movimiento, constante devenir

Teoría

Práctica

Tiempo

Presente eterno

Imposición

No-violencia (ahimsâ)



El hinduismo en la época del Buddha

El budismo no puede explicarse sino a la luz de las antiguas ideas de la India.
El siglo VI a.C. fue un periodo de gran turbulencia religiosa en el subcontinente, que se ha comparado justamente con el florecimiento espiritual de Grecia por la misma época. Junto con la tradición ritualista del brahmanismo, las ideas contenidas en las Upanishads comenzaban a filtrarse a una comunidad intelectual cada vez mayor.
El brahmanismo tradicional, en vez de oponerse frontalmente a los ascetas itinerantes, trató de asimilar su movimiento, proponiendo la doctrina de los cuatro periodos de la vida.
En sus enseñanzas, el Buddha incluyó algunos elementos del hinduismo de su tiempo. Acepta como punto de partida de su propia reflexión las nociones de samsâra, karma y moksha, nirvâna o vimukti.
El vocablo sánscrito utilizado para referirse al ciclo de renacimientos es samsâra («seguir vagando»), que sirve para mostrar que el proceso es largo y con frecuencia sin meta fija. En la literatura budista se dice que hemos pasado por innumerables vidas que ocupan vastos periodos de tiempo. De hecho, según el budismo no existe principio conocido para el mundo y el ciclo de renacimientos. Al parecer, la primera vida que recordó Shâkyamuni tuvo lugar hace noventa y un eones. El ciclo de renacimientos no sólo implica renacimientos humanos sino otras formas de vida. Así se introduce la idea de los diferentes reinos de renacimiento: el reino humano, el reino animal, el reino de los seres espectrales, el reino infernal, el reino de los semidioses o asuras, considerados como seres divinos, orgullosos, feroces y hambrientos de poder y los reinos de los dioses.
El budismo considera a los dioses sin excepción como seres condicionados por el karma, habitantes del universo samsárico. Se mantienen en un segundo plano y su papel no es precisamente brillante, pues no son ellos los artífices del universo, no pueden intervenir en el orden cósmico, ni conceder a ningún ser un renacimiento a la carta y muchísimo menos la obtención de la liberación.
El creyente indio trata de interrumpir el ciclo de los renacimientos, fuente de dolor y frustración. La liberación es lo más importante para la mayoría de las escuelas hindúes y para el budismo.
La posición ortodoxa reconocida y mantenida por la mayoría de las escuelas budistas es que no existe ninguna entidad (alma, yo superior, espíritu, conciencia, etc.) que se traslade de una vida a otra. Una excepción fue la escuela Vâtsîputrîya o Pudgalavâda; esta admite la existencia de la «persona» (pudgala), único elemento de lo real que transmigra, una especie de «alma», un yo, y es portadora de las huellas de las acciones positivas o negativas que le permitirán gozar de sus frutos.
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