La Educación Vista por los Filósofos: Los Omitidos

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Sören Kierkegaard (1813-1855) Comunicación Indirecta y Pensamiento Subjetivo

Kierkegaard en 1838 experimentó una conversión religiosa que le hizo tomarse la vida en serio y, al mismo tiempo, verse libre del modo angustioso de vivir el cristianismo inculcado por su padres.
A partir de ese momento se dedicó a escribir para llevar a cabo la misión que le había sido encomendada por la Providencia: demostrar la falsedad de la “cristiandad oficial” de la Dinamarca de su tiempo y promover un estilo de vida “auténticamente cristiano”. Ése es el contexto en el que debe situarse la teoría de los Tres Estadios de la Existencia (estético, ético y religioso) por los que debe pasar el ser humano para alcanzar la plenitud. Kierkegaard afirmaba que sólo es posible vivir una existencia auténtica cuando cada persona se relaciona directamente con Dios como “individuo” fuera de la masa de la “cristiandad”.
Kierkegaard defiende que el conjunto de una sociedad que se considera a sí misma cristiana es un gran espejismo, una ilusión, porque en realidad no se vive una existencia “religiosa” sino frívola, “estética”, se vive en el engaño.
Kierkegaar señala que existen dos modos de conocer (el “pensamiento objetivo” y el “pensamiento subjetivo”) que son radicalmente distintos. Mientras que el primero resulta indiferente al sujeto, el segundo es propio de un pensador que está esencialmente interesado por su pensamiento. El pensamiento objetivo hace accidental al sujeto, convierte la propia existencia en algo indiferente; el pensamiento subjetivo, por el contrario, dirige la atención hacia el sujeto intensificando la propia interioridad.
El pensamiento objetivo persigue resultados, busca obtener una cantidad cada vez mayor de información: el incremento cuantitativo del saber. El pensamiento subjetivo se preocupa más por el aumento cualitativo: no busca disponer de un mayor número de datos, sino profundizar en la relación que el conocimiento tiene con la propia vida. El pensamiento objetivo unifica a los hombres; el pensamiento subjetivo subraya la individualidad personal.
La reflexión es la característica del pensamiento subjetivo que hace posible que quien conoce se posea además así mismo como cognoscente. El pensador subjetivo no sólo sabe algo, sino que también sabe que sabe; y lo que es más importante, se conoce a sí mismo.
Ésta es la vía que conduce hacia la “interioridad” que es el camino del enriquecimiento personal, porque permite integrar existencialmente el conocimiento en el sujeto.
El conocimiento esencial sólo puede alcanzarse por medio del pensamiento subjetivo, porque el pensamiento objetivo conduce exclusivamente a conocimientos accidentales. La comunicación directa conduce al conocimiento accidental, mientras que el conocimiento esencial, el que tiene la capacidad de transformar la propia existencia, sólo puede ser comunicado de manera indirecta.
Kierkegaard no descalifica absolutamente la comunicación directa y el pensamiento objetivo, sin embargo afirma que no es posible comunicar verdades esenciales de modo directo.
La lógica puede favorecer la adquisición de buenos hábitos intelectuales; pero los buenos hábitos morales, que son los que determinan la bondad de la persona, sólo se promueven con el ejercicio del pensamiento subjetivo, favorecido por la comunicación indirecta.

John H. Newman (1801-1890) La Idea de Universidad

Las cuestiones tratadas por Newman giran alrededor de un centro común: determinar cuáles son los contenidos y el estilo propios de la educación que debe impartir la Universidad.
El conocimiento que proporcionan cada una de las ciencias constituye, por su propia naturaleza, una visión parcial de la realidad, porque una ciencia nunca puede decir todo lo que puede ser dicho sobre algo. Newman considera que la principal finalidad de la Universidad es “la enseñanza de un saber universal”, que no se alcanza por la mera adición cuantitativa de conocimientos parciales. La comprensión del influjo que una ciencia ejerce sobre otra y el uso que cada una hace de las demás, así como la situación, limitación, ajuste y debida apreciación del conjunto de los conocimientos, no corresponde a ninguna ciencia particular, sino a la Filosofía, más concretamente, al “hábito filosófico” de la inteligencia.
El fin de la educación universitaria consistirá en favorecer la formación de este “hábito filosófico” que tiene como efecto propio la expansión de la mente”. Esta labor coincide con lo que ha venido a llamarse “Educación Liberal”, que promueve el cultivo del intelecto con el fin de alcanzar la excelencia intelectual y lograr el perfeccionamiento de la persona.
El fin propio de la Universidad y de la Educación Liberal no se limita a la transmisión del saber como “contenido”, sino que busca favorecer la “extensión de la mente”, que es la disposición por la cual se puede trascender la mera acumulación de datos. La extensión intelectual es una acción de poder formativo que produce orden y da sentido a la materia de nuestras adquisiciones intelectuales.
En la Universidad se debería formar “una mente que adopta una visión conexa y armónica de lo viejo y lo nuevo, lo pasado y lo presente, lo lejano y lo próximo, y que percibe la influencia de todas estas realidades unas sobre otras, sin lo cual no habría ni un todo ni un centro. Ese intelecto posee un conocimiento no sólo de cosas, sino de sus mutuas y verdaderas relaciones. Es un saber no sólo considerado como una adquisición cuantitativa, sino como filosofía”.
Newman defiende una educación universitaria que prepare para el ejercicio de la profesión; pero sostiene que la Universidad se orienta también, además y específicamente, a formar otras dimensiones de la persona porque, entre otras cosas, “el carácter profesional no es el único que un hombre ocupado en una profesión debe desarrollar. No siempre está de servicio”.

Hans Georg Gadamer (1900-2002) Hermenéutica y Educación

Gadamer fijó los presupuestos y objetivos de la hermenéutica contemporánea.
Criticó los planteamientos que tratan de modelar el método de las ciencias humanas a semejanza del empleado por las ciencias positivas y rechazó también la afirmación de Dilthey de que para poder interpretar correctamente cualquier fenómeno cultural es necesaria la empatía: ser capaz de desentrañar cuál es la intención original del autor. Hace hincapié en que los seres humanos poseemos una conciencia moldeada históricamente, pues estamos plenamente insertos en la cultura de nuestro propio tiempo y lugar, conformados por ella.
El conocimiento está asentado sobre unas tradiciones y prácticas sociales, y no hay acontecimientos propiamente humanos en abstracto, porque el espacio, el tiempo, el lenguaje, la cultura, la tradición, etc., son los horizontes de la existencia humana.
Entre los principales elementos que hay que tener en cuenta al utilizar el método hermenéutico está la noción de prejuicio. Los prejuicios constituyen el conjunto de presupuestos teóricos y prácticos, asumidos de manera acrítica por el ser humano junto con el lenguaje, que determinan el modo en que éste capta la realidad. Toda experiencia tiene su propio horizonte. La comprensión tiene lugar en y desde la situación del sujeto que conoce, dentro del horizonte en que éste se sitúa. En el proceso de comprensión hacemos nuestros los contenidos de la tradición juntamente con el horizonte que le es propio.
Los prejuicios ejercen un papel ambivalente, porque constituyen al mismo tiempo la condición de posibilidad y el límite de la comprensión; encuadran la orientación previa de toda experiencia y la apertura al mundo.
La tradición configura todas nuestras interpretaciones.
Gadamer no considera la tradición como una fuerza que determina la comprensión desde fuera, ni tampoco concibe el pasado como algo inerte y acabado sino que, mientras vivimos, nosotros mismos formamos parte de ese proceso y le comunicamos la fuerza que posee.
La hermenéutica considera que toda comprensión tiene una estructura circular: se funda en una precomprensión y avanza gracias a la anticipación de sentido. Este movimiento constituye el círculo hermenéutico.
En el método hermenéutico se establece un diálogo con el pasado y con los otros.
La hermenéutica ofrece un concepto de racionalidad derivado de las competencias comunicativas y discursivas de los participantes.
Si la educación implica comprensión; si la comprensión lingüística y la comunicación son elementos esenciales en cualquier labor educativa; si la educación se desarrolla según un proceso temporal donde se lleva a cabo la transmisión y crítica de las tradiciones; si la educación es una tarea humana, entonces el recurso a la hermenéutica brinda la promesa de iluminar de manera más profunda el proceso educativo.
Se podría describir también la educación como un proceso en el que se plasma la estructura del círculo hermenéutico, porque está situado en el contexto formado por la tradición y el lenguaje, y cuyos principales efectos son el aprendizaje, el conocimiento propio, y las transformaciones recíprocas de las tradiciones, los conocimientos, los individuos y las sociedades.

Mortimer J. Adler (1902-2001) El Proyecto Paidedia

La educación no es una “idea” sino un “problema práctico”, requiere profundas consideraciones teóricas en muchos aspectos: en lo que respecta a la determinación de sus fines; en la organización del currículum y sus contenidos; en el modo en que se consideran nociones tales como naturaleza humana, enseñanza, aprendizaje, hábito, libertad o comunicación.
Además de poner de relieve la importancia del pensamiento filosófico para la educación, elaboró y dirigió una propuesta educativa, el Proyecto de Paideia.
Adler considera que el fin de la educación debe ser hacer bueno al hombre. Esta expresión no es una idea abstracta, porque lo que hace buenos a los seres humanos tiene que ver necesariamente con el puesto que les corresponde ocupar en el mundo, con su actividad y situación en la vida, con el desarrollo de su trabajo.
Adler rechazó la contraposición entre educación “liberal” y “profesional”, fomentando lo que denominó una educación “general” para todos los ciudadanos, en la que la Filosofía y las Humanidades formaran parte integrante del curriculum.
Adler propone una educación “general”, “no especializada”, que no se orienta exclusivamente a la adquisición de conocimientos y habilidades encaminadas al ejercicio de una profesión. Es necesario no confundir educación con escolarización.
La escuela proporciona una educación general, liberal, no una educación especializada.
Adler admite que la especialización es necesaria para el progreso, pero pone en guardia contra la excesiva especialización, añadiendo que los “especialistas” deberían ser también “generalistas”, es decir, seres humanos instruidos y educados en un sentido “general”.
Por lo tanto, propone que la educación de calidad en la escuela se oriente a alcanzar estos objetivos:
  • Favorecer el desarrollo y perfeccionamiento personal de los alumnos en los ámbitos físico, mental, moral y espiritual.
  • Prepararles para actuar como ciudadanos responsables, conscientes de sus deberes y sus derechos.
  • Proporcionar a los alumnos las habilidades básicas comunes que les capaciten para poder ganarse la vida en una u otra ocupación profesional.
Una “educación general” no significa para Adler una “educación abstracta”.
Para alcanzar el éxito educativo es preciso emplear una metodología adecuada en cada uno de estos ámbitos: el conocimiento sistemático de hechos o información debe hacerse por medio de la instrucción; la adquisición de los hábitos intelectuales se facilita con el coaching y las prácticas supervisadas; y la comprensión de las ideas y los valores, empleando el método socrático: preguntas y respuestas, discusiones y debates.
Por último el profesor debe tener en cuenta que el verdadero aprendizaje es siempre activo, constituye un proceso de descubrimiento cuyo principal agente es el alumno.
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