Biografía del Buddha

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El nacimiento

En el siglo VI a.C. la llanura del Ganges estaba repartida entre diversas monarquías, mientras que en las colinas y estribaciones montañosas situadas al sur del Himalaya se mantenían las repúblicas tribales como la de los shâkyas, que ocupaban una zona fronteriza entre los actuales territorios de la India y del Nepal. Uno de los jefes más influyentes de la oligarquía gobernante de los shâkhyas era Suddhodana Gautama, miembro de la casta guerrera (kshatriya).
Alrededor del año 560 a.C., según algunas fuentes, nació en Lumbinî, cerca de Kapilavastu el que llegaría a ser el Buddha. Recibió el nombre propio de Siddhârtha («el que ha alcanzado su meta») y el apellido familiar de Gautama. Sería también conocido como Shâkyamuni («sabio de los shâkyas»), Buddha («despierto», «iluminado»), Tathâgata («el que ha venido por el camino conocido, el que entendió») y Baghavat («el afortunado», «el Señor»).
Al nacer miró hacia todos los puntos cardinales y pronunció estas palabras semejantes al mugido de un toro: «Soy el amor del mundo, soy el mejor de los seres...».
Un ermitaño y adivino llamado Ashita acude al palacio para ver al recién nacido y reconoce en él las treinta y dos marcas principales y las ochenta secundarias que adornan a un Buddha. Ante esta visión, el anciano eremita explica que si el niño permanece en su hogar, posiblemente llegará a ser un Chakravartin (soberano o monarca universal); pero, si renuncia a la vida familiar, llegará a ser un Buddha.
Según algunos textos, a la edad de veinte años, el príncipe se casó con Yashodharâ y tuvo un hijo, Râhula. La inminencia de esta paternidad coincide con una crisis moral que le llevó a abandonarlo todo —carrera, riqueza y familia— y se lanzó como asceta errante a recorrer los polvorientos caminos de la India. En la India antigua no era excepcional que al llegar a la vejez el hombre abandonase su casa y marchase como asceta errante. Lo raro era que Siddhârtha lo hiciese en plena juventud.

La renuncia a la vida familiar

La renuncia a su vida familiar tuvo que ver, según distintas fuentes documentales, con cuatro encuentros: un anciano, un enfermo, un muerto y un asceta.
Siddhârtha tomó la decisión de abandonar su hogar y su familia, y vestido como un asceta comenzó su camino de búsqueda espiritual. Entró en contacto con dos maestros eminentes, Ârâda Kâlâma y Rudraka Râmaputra.
Más tarde se unió a un grupo de ascetas y se entregó durante seis años a la práctica de la austeridad. Como no obtenía los resultados que él esperaba, decidió abandonar el ascetismo y continuar su búsqueda en solitario.

El despertar

En uno de sus desplazamientos, Siddhârtha llegó a la ribera del río Nairanjanâ y tomó un baño. Y después una mujer le ofreció un poco de sopa de arroz en leche, que el futuro Buddha comió y de este modo recuperó las energías perdidas. Y allí mismo en la ribera oeste del río encontró una variedad de la higuera pipalla y al pie de ésta se sentó. Tras una titánica lucha contra Mâra, dios del amor y de la muerte, Siddhârtha «despertó».
El «Despertar» de Siddhârtha fue la intuición de esta verdad: «Comprendí: esto es sufrimiento. Comprendí: esto es la causa del sufrimiento. Comprendí: esto es el fin del sufrimiento. Comprendí: ésta es la vía que conduce al cese del sufrimiento. Conociendo así, percibiendo así, mi mente quedó libre de la corrupción del deseo sensual, de la corrupción del deseo de existencia, de la corrupción de la ignorancia. Surgió en mí el conocimiento».
Murió a los ochenta años siendo jefe de una gran comunidad de monjes en Kushinagara, obteniendo —según narra la tradición— el parinirvâna (extinción total). Su cadáver fue incinerado y sus cenizas repartidas entre numerosos seguidores de distintas regiones, que las conservaron como reliquias en túmulos construidos a tal efecto. Estos lugares se convertirían más tarde en centros de peregrinación para muchos devotos budistas.
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