Introducción

Compartir:
Las dinastías míticas

En el principio de la cosmogonía tradicional encontramos a Pangu, el demiurgo, el hombre primigenio. El San wu liji, obra del siglo III a.C., registra el conocido mito de Pangu.
Los antiguos historiadores chinos, próximos al confucianismo, eran reacios todo aquello que tuviera conexión con lo mágico, lo misterioso, lo que estaba más allá de lo estrictamente racional. Pero como pretendían dar cuenta de la génesis de la historia, aunque no describieran la del universo, tuvieron que servirse de nombres de héroes, antepasados y deidades provenientes de distintas culturas del entorno para incluirlas dentro de una estructura; ésta reposa ella misma en concepciones religiosas, metafísicas y morales, aunque una nueva mitología, invención de los letrados de los últimos siglos antes de la era cristiana, fue suplantado progresivamente a las viejas narraciones míticas provenientes de culturas locales distintas. Nadie pone en duda que estamos ante una estructura mitológica; debido, en primer lugar, a que los personajes que aparecen no son históricos; y, en segundo lugar, a que partes de las viejas narraciones míticas asoman recobradas con su significación alterada.
La tradición china habla de una larga estirpe de soberanos primitivos que se supone reinaron antes de la fundación de la primera dinastía, durante el III milenio a.C. Es éste un período respecto al cual no disponemos de datos históricos fidedignos. Tres Augustos o Emperadores Sublimes y Cinco Soberanos legendarios sucedieron a Pangu, el hombre primordial, en la tutela del mundo y fueron los guías del pueblo chino en los primeros logros de la civilización.
Hacia el año 3000 a.C., según algunas fuentes, aparecieron los tres Augustos: Fu Xi, Nügua y Shennong.
La serie de Cinco Emperadores o Soberanos, iniciada según la tradición legendaria hacia el 2700 a.C., está integrada por Huangdi («el Emperador Amarillo»), Zhan Xu, Di Ku, Yao y Shun.
Huangdi fue un extraordinario gobernante, se le atribuyen tratados de medicina, arte militar y astrología. Además, se le considera uno de los fundadores del denominado «taoísmo religioso».
Zhuan Xu es el responsable de la división de la Tierra y el Cielo, destaca como ordenador de los cultos y la administración.
Di Ku resulta de interés por sus esposas que son madres de estirpe real, pero por intervención celeste.
Yao eligió a Shun como sucesor, pero le sometió durante varios años a duras pruebas antes de reconocer en él a un sabio digno de reinar.
En el Lunyu, Yao y Shun son considerados como los soberanos ideales de la Edad de Oro, cuyo gobierno debía servir para cualquier mandatario.
La época de los Cinco Emperadores o Soberanos es la anhelada Edad de Oro, la vida ejemplar a la que se accede por las virtudes y valores cívicos en pro de una labor civilizadora. Aquí los hechos históricos no tienen ningún valor. Lo que verdaderamente importa es la presencia de estos flamantes monarcas como modelos permanentes para generaciones venideras. En este sentido las edades míticas de Grecia y Roma coinciden en muchos aspectos con esta época legendaria de China.

La dinastía Xia: entre el mito y la historia

Aunque no dispongamos de ningún testimonio arqueológico que se pueda vincular con precisión a la dinastía Xia (fechas tradicionales: 2207-1766 a.C.), de la que la historia ha conservado sólo la lista de sus monarcas.
Los eruditos que elaboraron la historia tradicional china en el primer milenio antes de nuestra era subrayaban los quinientos años siguientes como la etapa de los Xia, primera de las dinastías gobernantes de China.
Sus gentes combatían montados en carros, practicaban la agricultura y plasmaban sus creencias e ideas por medio de la escritura.
El fundador de la dinastía Xia es Yu, también conocido como «Yu el Grande», a quien ya vimos ejercer las funciones de ministro bajo Yao y Shun. Es una gran inundación que sobrevino en tiempos de Yao y se prolongó bajo el reinado de Shun. En realidad Yu es una especie de demiurgo que acabó con la inundación causada por un diluvio perforando montañas para drenar las aguas, que ya estaban próximas a la bóveda celeste.
Se considera a Yu modelo de piedad hacia los seres divinos y devoto observante de las nueve virtudes.
Después de Yu, soberano civilizador, llegó Qi, rey guerrero. Éste sólo conoció durante su reinado una victoria gracias a la cual pudo consolidar la tarea pacificadora de su progenitor. El último de los Xia es Jie, un tirano.

Shang: primera dinastía de la Edad del Bronce

La zona crepuscular de la historia china se encuentra en la dinastía Shang (o Yin, que era la denominación empleada en el último periodo), cuyos comienzos varían según los diversos sistemas, entre el 1765 a.C. y el 1523 a.C. La de su final entre el 1123 a.C. y el 1028 a.C. Corresponde poco más o menos a la protohistoria y a los inicios de la historia antigua en China.
Alrededor del 1600 a.C. tuvo lugar en China una revolución cultural unida a la aparición de la dinastía Shang. La característica más llamativa de esta revolución fue el súbito paso de la Edad de Piedra a la del Bronce. Aún no sabemos con precisión cómo tuvo lugar ese paso.
La más antigua literatura china ofrece gran cantidad de información sobre la sociedad de aquella época. En ese sentido, hay un grupo importante de fuentes, a saber: el Shujing («Libro de la Historia»), el Liji («Libro de los Ritos») y el Shijing («Libro de las Odas») que es el libro histórico por excelencia que nos describe los tiempos de la dinastía Shang.
Los huesos oraculares eran el instrumento que empleaban los augures de la corte Shang para llevar a cabo sus vaticinios. Esta práctica, en vigor desde el Neolítico, se perfeccionó y desarrolló mucho durante la Edad del Bronce.
Con frecuencia, en los huesos y en los fragmentos de conchas de tortuga inscritas durante esa dinastía aparecen listas de soberanos antepasados que contemplan el sacrificio. Con ellas, y la insegura tradición histórica, se ha reconstruido la sucesión casi completa de los reyes, habiendo casi total acuerdo entre ambas fuentes históricas. Se mencionan veintiocho nombres de soberanos, que, según la antigua cronología de Karlgren, iban desde los años 1523 a.C. al 1028 a.C.
Alrededor del 1300 a.C. el rey Pan Keng trasladó la capital unos 150 kilómetros hacia el norte, estableciendo la nueva capital, Yin, en un recodo del río Huan, junto al actual Anyang. Allí fue donde la cultura Shang llegó a sus cotas más altas de desarrollo.
La sociedad Shang era una sociedad eminentemente agrícola. La siembra más importante era el mijo, y una de las divinidades importantes era el dios-cereal del mijo.
La vida en la capital, y en otros centros urbanos, se fue haciendo más y más compleja y su resultado fue la especialización. Había cesteros, artesanos que trabajaban en hueso, madera y piedra, alfareros que producían cerámica tallada en blanco, broncistas y constructores de casas, templos y mausoleos.
El palacio real es el núcleo de todas las actividades que preside el soberano, con quien estaban asociadas una o varias reinas.
Es probable que los sacerdotes dirigieran los ritos y las ceremonias y llevaran a cabo sacrificios a los antepasados reales y a las divinidades en los recintos sagrados. Los sacrificios incluían ovejas, cerdos, perros, ganado vacuno, y a veces caballos y hombres; también eran los encargados de la fijación del calendario.
La deidad suprema era Shangdi. Este señor del cielo se representa a veces como un gigante en forma humana, morador de los espacios celestes, que habita en una suntuosa mansión situada en el centro del cielo, en la Osa Mayor. En algunas leyendas se habla de varios señores del cielo, uno para cada punto cardinal.
La religiosidad china se hace patente primordialmente en el culto a los antepasados.
El sacrificio de seres humanos es una de las características de la civilización del período Shang. Unos sacrificios están relacionados con los ritos de consagración de los edificios y otros están unidos al culto funerario o forman parte de los sacrificios en honor a los monarcas fallecidos. Únicamente perdurará, de forma ocasional, la práctica por la que las personas más cercanas y las concubinas del príncipe lo seguirán en la muerte y estas víctimas humanas serán progresivamente suplantadas por figurillas y muñecos.

La dinastía Zhou y la aparición del feudalismo

Hacia el 1050 a.C., según algunas fuentes, o el 1025 a.C., según otras, el último soberano de la dinastía Shang fue vencido por el duque de Zhou, que inauguró la más larga dinastía de la historia china (1028-221 a.C.).
El reinado de los Zhou comprende varios momentos. El primero, denominado de los Zhou Occidentales (1025-770 a.C.) se mantiene la hegemonía de los reyes sobre los príncipes feudales que se constituyeron en los inicios de la dinastía; su capital principal estaba situada en el valle del río Wei.
La segunda etapa, también conocida como la de los Zhou Orientales (770-221 a.C.), comprende dos momentos bien diferenciados política y culturalmente: el periodo de los Hegemones (770-441 a.C.) y el periodo de los Reinos Combatientes (441-221 a.C.), sobresaliente por matanzas en masa dignas de Asiria.
En el año 771 a.C. Yu, último de los reyes Zhou Occidentales, pereció a manos de los bárbaros ante la indiferencia de la nobleza. Para suceder a Yu fue designado su hijo Ping. Éste fue trasladado a Louyi, cercana a la actual Luoyang. Con esto comienza la fase denominada de los Zhou Orientales.
El traslado de la capital principal tuvo que ver con dos factores. El primero, la amenaza de los bárbaros por el oeste, y el segundo, las intrigas palaciegas. En consecuencia, desde entonces se inicia su decadencia política. El poder personal del rey pasará a ser algo nominal y simbólico.
«Los Anales de Primaveras y Otoños» nos hablan de la existencia de veintiún principados. Lu, Wei, Han, Song, Qi y otros estados se consolidaron en esta época, y a falta de autoridad central que pudiera impedirlo, se inició una batalla de todos contra todos.
Casi todo lo que conocemos sobre la dinastía Zhou procede de una crónica que se añadió a título de comentario a los Anales de Lu: las Tradiciones de Zuo, compilada en los siglos V y IV a.C.
Toda la nobleza pertenece a un clan constituido por los descendientes de un dios o héroe al que todo el clan tributa culto: es el antepasado fundador de quien todos los que integran el clan heredan el derecho a poseer la tierra y el mando sobre el pueblo. La existencia de los nobles está fundamentada en la obligación de perpetuar el clan y el culto a su antepasado. Por ello el matrimonio es un acto religioso rodeado de ciertas garantías. La poligamia es frecuente, aunque el noble sólo contrae nupcias una vez, tomando en un único ritual a la esposa principal y a las secundarias.
Compartir:

0 comments:

Publicar un comentario