El legado de Irán

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No sorprenderá que el zoroastrismo influyera profundamente sobre el judaísmo postexílico, si se tiene en cuenta que fue después de la conquista de Babilonia por Ciro el Grande, en el año 538 a.C., cuando se permitió que los israelitas cautivos volvieran a Jerusalén para reconstruir el templo. Los que así lo hicieron quedaban sujetos, de todos modos, al dominio persa, lo mismo que los que permanecieron en Mesopotamia, que era la gran mayoría. Por estas fechas empezaba el zoroastrismo a dejar sentir en el imperio iranio su influencia, que sin embargo no ser haría evidente hasta unos doscientos años más tarde, luego de la conquista de Persia por Alejandro Magno y la subsiguiente adición de Palestina a sus dominios. Siria pasó a formar parte del sector occidental del imperio macedónico, regido por Seleuco I, uno de los antiguos generales de Alejandro. Surgió entonces en la literatura judía un nuevo género, el llamado apocalíptico, cargado de huellas inequívocas de las principales doctrinas del zoroastrismo sobre el cielo y el infierno, el juicio después de la muerte y, al fin del mundo, la jerarquía angélica, un dualismo del bien y el mal bajo dos ejércitos opuestos con sus respectivos caudillos. Miguel y Satanás, y en mucha consideración al movimiento zoroástrico, que asociaba con la dinastía aqueménide vencida. Pero la impresión que sus doctrinas escatológicas hicieron en el pensamiento del mundo persa —en el que se incluían los judíos— bastó para que en el siglo II a.C. constituyeran ya parte integrante de los nuevos escritos apocalípticos del judaísmo, tales como el libro de Daniel y, entre los apócrifos del Antiguo Testamento, el libro de Enoc y los Testamentos de los doce Patriarcas.
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La doctrina de Zaratustra

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El perfil de lo divino

Zaratustra recibe la revelación de la nueva doctrina religiosa del mismísimo Ser Supremo, Ahura Mazdâ («Sabio Señor»). Al aceptarla, imita el acto primordial del Señor: opta por el bien. El núcleo de la reforma de Zaratustra consiste en una imitatio dei. Se invita al individuo a que siga el ejemplo del Señor, pero en su elección permanece libre.
Los partidarios de la doctrina de Zaratustra son conocidos como mazdeos o mazdayasnios. No hay total acuerdo sobre si el concepto de la divinidad en Zaratustra es monoteísta o dualista.
Desde el instante en que el fundador de la doctrina mazdea se enfrenta al politeísmo indoeuropeo, se ve abocado a defender la idea de un solo dios creador y todopoderoso, del cual las divinidades populares no eran más que burdas imitaciones.
No obstante, cuando Zaratustra reparó en el problema del mal tanto físico como moral tuvo que recurrir a la afirmación de la existencia de dos espíritus eternos y opuestos: el bien lo atribuyó al espíritu bueno y el mal al espíritu malo. Una vez en este punto, Zaratustra no pudo armonizar en una sola la doctrina de un único dios, omnipotente, con la de dos principios igualmente poderosos y perennes. Una y otra doctrina ocupan los puestos de relieve, sin que haya tentativa alguna para salir de esta especie de paradoja.
Ahura Mazdâ es el artífice de todo cuanto existe: el orden del mundo y la regularidad de su curso, la creación del hombre, la sanción de las acciones morales, etc. Su actuación sobre el universo es continua y benéfica, y consiste en ayudar a todos los seres a que dirijan sus esfuerzos en aras del bien.
Pero Ahura Mazdâ no está sólo, le acompañan siete seres semi-divinos, una especie de «ángeles», los Amesha Spentas («bienhechores inmortales», «santos inmortales») y son: Spenta Manyu («el Espíritu Santo»), Asha («Justicia»), Vohu Manah («el Buen Pensamiento»), Kshatra («el Imperio»), Sarvatât («la Integridad corporal», «la Buena Salud»), Amretât («la Inmortalidad») y Armaïti («la Devoción»).
En radical oposición con Ahura Mazdâ y su corte de eficaces colaboradores está el principio del mal con sus secuaces: los daevas. Estas deidades benéficas para el hinduismo, pasan a ser maléficas por obra de Zaratustra. Degradado a espíritu infernal está haoma (el soma de los indios). La libación del soma el Veda sobre todos los demás sacrificios.
El gran oponente de Ahura Mazdâ es Angra Mainyu, el Espíritu Maligno, y junto a él se halla una personificación femenina del mal, Druj («Mentira»); a sus órdenes está el ministro Aka Manah (el «Mal Sentir») y Aeshma («Rabia»).
Toda la teología mazdeísta es una larga discusión en torno a temas tales como si Ahura Mazdâ y Angra Manyu son hijos de la misma madre; si se convierten en hermanos enemigos al rivalizar por la herencia de la soberanía del universo o si coexisten desde toda la eternidad.

La ética

De la imagen del mundo religioso-metafísico de las creencias avésticas resultan para el individuo importantes obligaciones y exigencias de naturaleza ética, pues el hombre es el punto central de los seres creados, en quien se entrecruzan el mundo del bien y el mundo del mal y a quien se esfuerzan por conquistar Ahura Mazdâ y Ahriman. Lo mismo que para el mundo material ha creado las leyes de la naturaleza, el Sabio Señor ha establecido para los hombres una obligación ética, una ley para los suyos y para su reino: el hombre debe decidirse por el reino del Sabio Señor y luchar por él en la tierra. En la tierra es, pues, donde primero se da la batalla por el triunfo del bien.
El ser humano dispone de libertad y esto le permite elegir, si ése es su deseo, entrar a formar parte de los ejércitos de la deidad malvada, el eterno rival del Sabio Señor. De ahí que en la tierra los seres humanos estén divididos en dos grandes secciones opuestas e irreconciliables entre sí y puedan ser miembros de grupos en pugna, el de la mentira y el de la verdad.
Para Zaratustra, todas aquellas cosas que favorecen la destrucción y la muerte están al servicio de las entidades malvadas; por el contrario, todo lo que tenga que ver con el amor a la casa y a las tierras, el respeto a los animales útiles a la economía doméstica, está en armonía con el Sabio Señor.
Zaratustra refleja en su reforma la doctrina de la responsabilidad personal y la necesidad de rendir cuentas, ideas ambas que constituyen la estructura de su ideología moral. La responsabilidad a la que se refiere Zaratustra no se limita sólo a las acciones interiores del ser humano. Éste tiene que someterse a los principios de la ley moral; y el medio para cumplir con este supremo deber es decidirse por el Sabio Señor, tomar parte en su empresa. Luchar al lado del Sabio Señor significa combatir por el acrecentamiento de la creación, que es obra suya, como todo aquello que tiene que ver con la vida.

Cosmogonía

En el Yasna (44-5) salta la pregunta sobre quién fue el artífice del cielo, de la tierra, etc. «Esto te pregunto (al punto), ¡oh Ahura Mazda! dime (pues) con claridad: ¿Quién como hábil artesano ha hecho la luz y las tinieblas?» En realidad estamos ante una pregunta retórica: el artesano no es otro que el mismo Ahura Mazdâ.
Un segundo momento en el inicio de las cosas es la elección hecha por los Espíritus gemelos entre el bien y el mal, la vida y la muerte, etc., seguida por otra decisión semejante que hacen los daevas y el ser humano.
Hay aún un tercer momento que viene señalado por una especie de contrato social en que el ser humano y el toro se comprometen mutuamente bajo la dirección de Zaratustra y de un dirigente misericordioso aún por venir. Este último rematará la obra de la creación y extenderá los dominios de la justicia divina.

Sacrificios, rituales y magia

Los tres factores básicos del sacrificio iranio eran el haoma, el fuego y la sangre.
Al parecer, en una época muy remota ciertos sacrificios solemnes estaban directamente relacionados con la preparación de una «bebida de inmortalidad» que ingerían los devotos tras arrojar al fuego una cantidad para las deidades.
Se tenía la creencia de que la ingestión del brebaje transformaba al sujeto en una especie de divinidad inmortal. Según la leyenda, este haoma fue sustraído a las divinidades y entregado a la humanidad. Desde ese instante, los inquilinos del panteón son tributarios de los seres humanos: si éstos perdiesen la fe, si renunciasen a «exprimir el haoma para las deidades», de acuerdo con la fórmula consagrada, los inmortales dejarían de ser tales. Y este ocaso de las divinidades conduciría inexorablemente a la desaparición del universo.
Al parecer, la bebida en cuestión era tóxica. Según nos revelan diversos textos, su absorción provocaba una especie de embriaguez o de trance extático. Lo que ha llevado a algunos estudiosos a afirmar que se trataba de un alucinógeno; recientes trabajos afirman que era vino. Para la preparación del haoma se maceraban en agua sagrada las ramas de la planta haoma; acto seguido se colocaban en un mortero, cuyos lados han sido golpeados varias veces con el correspondiente mazo, mientras se pronunciaban fórmulas apotropaicas. Se recogía el jugo y se filtraba con un cedazo hecho a base de pelo del toro sagrado.
Zaratustra rechaza el haoma y el sacrificio de animales, además del rechazo de todas las deidades del panteón indo-iranio, convertidas en deidades malignas. Pronto se verá que el poder del sentimiento popular y la pericia de los sacerdotes lograrán que subsistan dichas deidades, aunque sea de una manera oculta, en la religión mazdeísta, de la misma manera que el haoma será reintegrado en el seno del ritual.
En el zoroastrismo del periodo posterior, la misión más importante de los sacerdotes era el culto del fuego. En la época sasánida había una clara jerarquía de fuegos. Se distinguían tres fuegos rituales que reciben los nombres de: Farnbag, el fuego de los sacerdotes; Gushnasp, el fuego de los guerreros, y Burzen Mihr, el fuego de los agricultores. En el Avesta encontramos una clasificación que distingue cinco fuegos, a saber: «El fuego Berezisavab, que brilla ante el Señor; el fuego Vohufryana, que se encuentra en el cuerpo de los hombres y de los animales; el fuego Urvazišta, que se encuentra en las plantas; el fuego Vazišta, que lucha contra Spenjagrya entre las nubes, y el fuego Speništa, que se utiliza para el trabajo».
Zaratustra no rechazó todos los sacrificios sangrientos. Por su parte, la magia fue formalmente condenada por el zoroastrismo, que trataba como criminales a los brujos y hechizeros.

Viaje del alma después de la muerte

El pensamiento escatológico ocupa un lugar central en la doctrina de Zaratustra. Para el mazdeísmo, la muerte no supone el aniquilamiento del ser humano; sólo constituye un tránsito, al cual sigue la rendición de cuentas por las acciones llevadas a cabo en vida y el inicio de la nueva vida, dichosa o infeliz.
El juicio que sigue a la muerte es concebido como una cuenta exacta y minuciosa de las acciones de cada individuo, sean éstas buenas o malas. Todos los actos del ser humano quedan registrados, y Zaratustra afirma que habrá cuidado en los dominios de Ahura Mazdâ de que quede bien guardado el recto sentir de los justos, sus plegarias, su docilidad y su celo.
Cuando el recién fallecido abandona la vida y pasa al más allá, ha de atravesar el puente Chinvat, que une este mundo con el más allá. A través de este puente el alma del justo pasará al reino de Ahura Mazdâ, y Zaratustra promete hacer pasar contigo a cualquier persona que haya escuchado sus enseñanzas.
En el Avesta reciente se describe un período de tres días entre el fallecimiento y el viaje al más allá. Tanto el alma de la persona íntegra como la del impío son presentadas para ser juzgadas, de la mano de la propia conciencia personificada. En las fuentes de la época posterior aparecen en la función de jueces un colegio compuesto de tres dioses: Mitra, Rashnu (que sostiene la balanza insobornable en la que se pesa el bien y el mal) y Sraosha (asesor del juicio y vigilante).
Concluido el juicio, el alma se dispone a atravesar el puente; según la literatura pehlevi, la reacción del puente es diferente según quien lo pise: al pasar el alma buena, se hace espacioso y amplio; sin embargo, al pasar el alma réproba, el puente disminuye hasta quedar como el filo de una navaja, de modo que ella acaba cayendo en el abismo infernal.
Los Gâthâs nos informan de que el alma buena llega finalmente al reino de la luz, donde reside el Sabio Señor. En tanto que la mala llegará al abismo tenebroso, donde morará con los condenados y será objeto de terribles torturas.
Sin embargo, este juicio y sus consecuencias (buenas para unos, malas para otros) no representan para el ser humano el acto final de su trayectoria en el mundo. En la última etapa de la edad cósmica, todas las almas serán revestidas de nuevo de sus cuerpos y formarán parte en la lucha final entre los dos grandes principios, que finalizará con la victoria del bien. El universo será renovado y purificado, y las almas serán sometidas a la prueba del fuego. El principio del mal y su cohorte perecerán en el último combate.
Al parecer, será el tercer vástago de Zaratustra, el Saushyant, quien llevará a cabo la transformación al final de los tiempos.
Una vez que el Saushyant haya llegado, tendrán lugar los preparativos para la resurrección de los muertos, cuya duración será de cincuenta y siete años.
De esta prueba hasta las gentes malvadas saldrán purificadas; la humanidad tendrá una misma voz y ofrecerá grandes alabanzas al Sabio Señor. Entonces el Saushyant con sus colaboradores sacrificará al toro Hadâyôsh; de la grasa del toro y del haoma extraerán una bebida que proporcionará a la humanidad la inmortalidad.
Por último, tendrá lugar la última batalla del Sabio Señor contra la deidad maligna, en la que esta última caerá definitivamente derrotada. Los ámbitos infernales será purificados; lo transitorio pasará a ser eterno; el mal desaparecerá; el reino del Sabio Señor se restablecerá y del dualismo primitivo no quedará huella.
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Introducción

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Los pueblos indoeuropeos

Irán es una vasta meseta de 2.000 kilómetros de longitud, que se extiende desde el Indo al Asia Menor, desde Turquestán a Mesopotamia.
Hacia finales del III milenio a.C., pueblos indoeuropeos (antepasados de las civilizaciones persa, india, griega, latina y germánica), procedentes de las regiones situadas al norte del Mar Negro, entre los Cárpatos y el Cáucaso, empujados posiblemente por la masa mogol, llegan hasta Asia central, donde permanecen por algún tiempo. Después se desplazan hacia el sur y, al comienzo del II milenio a.C., los encontramos en la llanura irania y en las montañas de Afganistán. Finalmente, algunos de esos pueblos penetran en el subcontinente, mientras los otros se adentran en Irán.
Los persas se instalan al sudeste, los medos se adueñan de las zonas del nordeste, mientras que el este es ocupado por pueblos que estaban emparentados con los que se establecieron en el Punjab. En el extremo norte, los escitas llevan una vida nómada y amplían su influencia desde Ucrania hasta Siberia.
Para distinguirse de los nativos, todos estos pueblos se llaman a sí mismos arios (sánscrito, ârya, «noble»). Ellos dan al país el nombre que sigue ostentando todavía: «dominio de los Arios». Es la religión, como no podía ser de otra forma, el elemento básico de la estructura cultural de los pueblos arios.
El Zeus de los persas es Dyaus Pitar, «el Cielo padre» del vedismo primitivo.
Dario (5-22-486 a.C.), había hecho grabar una inscripción en la que desvelaba el nombre de esa deidad celeste: Ahura Mazdâ.
Mucho más tarde aparece por fin el nombre de Zaratustra, cuya enseñanza en el transcurso del tiempo se convertirá en la religión oficial del Imperio iranio a partir del siglo III de nuestra era. La doctrina de Zaratustra perduró en Irán hasta la invasión musulmana; sin embargo, se ha conservado en gran parte a través de los iranios que se establecieron en la India y que forman en la actualidad las comunidades denominadas parsis.

El panteón

La antigua religión irania tenía un panteón común con la de los habitantes del subcontinente, en donde figuraban Indra, Mitra, los gemelos Nasatyas y Varuna. Cuando, hacia el siglo X a.C., se separaron ambos pueblos (los devas «brillantes» y los asuras «señores»), entre los citados dioses Mitra pasó a ocupar el escalafón más alto del panteón iranio. Bajo la influencia de Zaratustra, Varuna se eclipsó totalmente, tanto que Indra y los Nasatyas se transformaron en entidades demoníacas. Después de Mitra, la diosa Anâhitâ representó un papel relevante. Mientras que en el Occidente medo se veneraba, además, al dios del tiempo Zurván, y en el norte, en Sogdiana, a Baga, ayudante de Mitra. También adoraron al Sol, a la Luna, a la estrella Sirio, y a la tierra, el agua, el fuego y el aire. Como lugar del culto se elegían, sobre todo, los lugares altos de las montañas o de los bosques. Asimismo tenían lugar sacrificios de caballos, toros y carneros.

Zaratustra

El primero que personificó la sabiduría oriental para Occidente fue Zoroastro, nombre con el que era designado entre los griegos un personaje religioso del antiguo Irán llamado Zaratustra.

Si aceptamos la tradición zoroástrica tardía, que habla de «258 años antes de Alejandro», puede fijarse la vida de Zaratustra entre el 628 y el 551 a.C. Al parecer, el lugar de nacimiento de Zaratustra estaría entre Media y diversas regiones de Irán oriental, desde Corasmia y Sogdiana, hasta Existan, en la frontera de Afganistán, Pakistán e Irán.
Su nombre, «el hombre de los camellos viejos» lo pone como una figura típica de una antigua civilización agrícola y pastoril.
Hacia los treinta años, Zaratustra abandona su ciudad natal después de aprender la doctrina de los magos y el culto de los antepasados, se dirige al río Araxes en compañía de algunos familiares y amigos.
Los Gathas, los documentos más antiguos y autorizados, nos presentan un hombre de fuerte personalidad. Zaratustra pertenecía al linaje de los Spitamas («del brillante ataque»), criadores de caballos. Un Spitama se había casado con la hija de Astiages, el último rey de los medos. Hay claros indicios que permiten afirmar que Zaratustra nació de este matrimonio y que Ragâ era la localidad donde tuvo lugar el nacimiento. Por razones dinásticas, Ciro, el conquistador del reino de los medos, se casó con la legítima heredera. La hija de esta unión, de nombre Atossa, sería entonces una hermanastra de Zaratustra.
La colectividad a la que adoctrinó estaba constituida por pastores sedentarios que tenían unos jefes: kavi («príncipes»), usig («sacrificadores») y sacerdotes karapan («murmuradores»). Zaratustra no tuvo reparos, en nombre de Ahura Mazdâ, en pronunciarse en contra de las creencias religiosas de estos sacerdotes, custodios de la religión tradicional aria. Al poco tiempo tuvo lugar una enérgica oposición, y Zaratustra tuvo que abandonar aquellas tierras, al parecer por un edicto de Cambises. Se refugió junto a Vishtâspa, jefe de la tribu Fryana.
Durante su estancia en la corte de Vishtâspa, Zaratustra predicó su nueva doctrina religiosa, hallando en los círculos de la clase dirigente de aquel lugar la posibilidad de hacer llegar más lejos sus enseñanzas. Además del monarca Zaratustra obtuvo otros importantes apoyos, sobre todo de Yamâspa, con cuya hija se desposó. Vishtâspa y su linaje intervinieron a favor de las ideas religiosas y sociales de Zaratustra.

El Avesta

La doctrina de Zaratustra es conocida gracias a la colección de textos de diversas épocas denominada Avesta («fundamento»).
El texto que actualmente poseemos no es más que una pequeña parte del existente en tiempos de los arsácidas y sasánidas. Según la tradición de los parsis, el Avesta era originariamente una colección de veintiún libros, de los que sólo uno, el Vendîdâd, nos ha llegado en su totalidad.
En el núcleo del Avesta figura un conjunto original que se distingue de todo el resto de la obra por el estilo, el dialecto en que está escrito y el género literario. Se trata de himnos de extensión mediana atribuidos al propio Zaratustra denominados Gâthas («Cantos»). Otros himnos, más largos, escritos en un dialecto diferente, constituyen el Yasna (textos para declamar durante la celebración de los sacrificios). Asimismo hallamos veinte himnos de gran belleza poética dirigidos a las diversas deidades secundarias y que se conocen con el nombre de Yashts. Finalmente, el Vendîdât («ley contra los demonios»), que ofrece las normas relativas a todas las situaciones de la vida, consideraciones en torno al destino del alma después de la muerte, los rituales y las prescripciones rigurosas de pureza que hay que realizar en el caso de falta, de mancilla o de amenaza demoníaca.
El Avesta que hoy se maneja está dividido en cinco bloques, a saber: Yasna, Vispered, Vendîdâd, Yasth, Khorda Avesta. La primera parte puede considerarse como un libro litúrgico, que se recita por entero en las funciones religiosas y especialmente en la preparación del Haoma; la parte más importante está constituida por los Gâthâs, el núcleo más antiguo y primitivo, que ha sido siempre tenido en sumo honor entre los persas, y considerado como la parte más sagrada del Avesta; el Vispered («Todos los Señores»), más que un libro de por sí debe considerarse como un apéndice del primero; es también de uso litúrgico y es recitado en casos particulares en las funciones religiosas inmediatamente después del primero. En cambio, el Vendîdâd («Ante los dioses»), de índole enteramente distinta, fue en su origen el libro XIX del Avesta. Contiene ritos de purificación, prescripciones legales, sanciones eclesiásticas junto con descripciones geográficas y cosmogónicas. Los Yasth son cantos de sacrificios en honor de cada una de las divinidades, que presidían los días del mes, y están dispuestos según el orden del calendario mazdeo; en fin, el Khorda Avesta («El pequeño Avesta») es un breve resumen de todo el Avesta.
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El Legado de Mesopotamia

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Escritura y literatura

De Mesopotamia evolucionó una parte considerable de la tradición bíblica, y su civilización sirvió de fuente a la tradición helénica, columnas ambas de la cultura occidental.
Se ha llegado a afirmar que la invención de la escritura se debió a las exigencias contable administrativas dictadas por la complejidad de las transacciones económicas del nuevo modelo de ciudad-estado recientemente creado en Mesopotamia. El nacimiento de la escritura alumbró nuevos modelos de gestión, relaciones múltiples entre diversos grupos, intercambios de toda índole y en todos los niveles y, por último, la aventura intelectual. La escritura cuneiforme se compone de signos de forma de cuña tallados sobre tablillas de barro blando que se introducían al horno.
Desde la época de Hammurabi, algunos templos constituyeron sus bibliotecas.
La literatura mesopotámica tuvo una finalidad práctica: exaltación de la fe religiosa o del poder político. La mitología religiosa intentaba una explicación y ordenación del mundo (Enûma Elish). Hay diversos poemas en relación con la vida ultraterrena (El mito de Inanna/Ishtar y el de Nergal y Ereshkigal). También destaca el tema de la inmortalidad (poema de Etana y el de Gilgamesh), y poesía lírica y sapiencial (reflexiones, fábulas, proverbios)

Ciencia y técnica

  • Matemáticas: junto con la astronomía es una de sus máximas contribuciones culturales, transmitidas por los griegos y árabes. Surgieron por las necesidades económicas y administrativas de los templos. Idearon un sistema sexagesimal, más tarde el decimal, u la cifra cero; conocían la suma , resta, multiplicación, división, fracciones, potencias, raíces cuadradas o cúbicas y ecuaciones; sistema de pesas y medidas bastante exacto; cálculo de áreas y volúmenes y el valor aproximado del número pi.
  • Astronomía: también con finalidad estrictamente práctica. Predijeron eclipses de luna, descubrieron las fases de Venus y nos han llegado nombres de constelaciones. El calendario, a diferencia de los egipcios, fue siempre lunar, y se añadía cada seis años un mes suplementario.
  • Concepciones jurídicas: los contratos redactados sobre tablillas nos permiten conocer un derecho privado bastante evolucionado, con préstamos y traspasos de bienes. El Código de Hammurabi es la más famosa recopilación de leyes y el más famoso corpus legislativo del toda la Antigüedad.
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Ceremonias, Rituales y Magia

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Los sacerdotes

El grupo de sacerdotes era bastante numeroso y llevaba a cabo muchas y variadas tareas. El oficio sacerdotal era hereditario dentro de ciertas familias. Se requerían grandes conocimientos de la literatura sumero-arcadia.
El rey era también el soberano pontífice.

Conjuros, supersticiones y exorcismos

Creían ver fantasmas, genios malignos, portadores de males físicos de toda índole y entidades infernales, por lo que no es de extrañar la profusión de ritos y conjuros que el médico empleaba en muchas ocasiones. Pensaban que la enfermedad se producía porque una entidad demoníaca había tomado posesión de una parte del cuerpo del enfermo. Fueron también probablemente los iniciadores de las “palabras de fuerza”.

La adivinación

Las formas de adivinación más populares fueron:
  • Hepatomancia o examen del hígado (donde pensaba que habitaba el alma).
  • Lecanomancia, examen de loa forma y posición que adoptaban las gotas de aceite de sésamo lanzadas en el agua, o loas gotas de agua vertidas en aceite.
  • Incienso: se observaba la forma y dirección del humo, las llamas y las partículas de incienso.
  • Astrología: según movimiento de los planetas. La idea de relacionar el firme y ordenado tránsito de los astros nocturnos de este a oeste con los asuntos humanos, produjo tempranos e importantes avances científicos y la creación del zodiaco.
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La Vida en el Más Allá

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El destino ultraterreno del hombre

Mesopotamia no imaginó una resurrección general. En la tierra es donde las deidades gobiernan a los seres humanos; no pueden conocer la inmortalidad, patrimonio exclusivo de los dioses. Gilgamesh marcha en busca de la planta de la inmortalidad, y la encuentra pero no consigue retenerla.
La atención al muerto es entonces más conmovedora. Nada le faltará para su viaje al siniestro ámbito ultraterreno. Enterrar a los muertos y rendirles culto era un deber inexcusable bajo pena de que su espíritu vagase constantemente por la tierra, apenando, angustiando y asustando a los vivos.
Las ideas mesopotámicas sobre el destino del hombre tras la muerte no son muy precisas. Sólo con timidez se habla del «País sin retorno» que yace en las entrañas de la tierra, al otro lado del río infernal. Allí, bajo la autoridad de Ereskhigal, hermana de Innana/Ishtar, y de su esposo Nergal, dios de las epidemias y de la guerra, los muertos, encerrados por siete murallas sucesivas, deambulan sin rumbo, hundidos en el fango, asfixiados por el polvo, sin más alimentos que los que les proporcionaron sus familiares. Sólo los más ricos o los guerreros importantes gozaban de un lecho y bebían agua pura. Los cielos, divididos en moradas para las deidades, no admitían a ningún hombre.
Mitos sumerios y acadios sobre el más allá

El mito de Inanna/Ishtar

- Viaje de Inanna/Ishtar a los infiernos o Viaje de Inanna al País sin retorno: existe una versión sumeria o otra acadis (en ésta, más reciente, se habla de Ishtar). Inanna, Sñora del cielo y diosa del amor, decide descender al mundo ultraterreno para sustituir a su hermana EreshKigal y así extender su dominio en ese territorio. De acuerdo con las leyes del submundo, el guardián sigue las órdenes de irla despojando en puertas sucesivas hasta que es obligada a comparecer, desnuda, ante Ereshkigal y los siete Jueces. En la versión acadia, Inanna fue atacada por diversas enfermedades y retenida. La ausencia de Inanna provoca el cese de toda procreación entre los seres vivos. El mensajero de las divinidades busca el método de socorrerla, con lo que volvió a la vida y retornó a la tierra.

El mito de Nergal y Ershkigal

-Nergal y Ereshkigal: En la versión acadia, un mensajero de Ereshkigal no es recibido convenientemente por Nergal. La diosa del submundo, llena de ira, ordena que comparezca ante él. Cuando Nergal desciende por la amenaza de Ereshkigal de hacer retornar los muertos a la tierra, vence a la diosa y la hace su consorte. En la versión más reciente neoasiria, Nergal sucumbe a los encantos de Ereskigal.

Culto de los muertos y ceremonias fúnebres

En tanto que el muerto no reciba sepultura, no puede el alma disfrutar de reposo, causando temor y daño a los vivos. Lo más frecuente era dejar tres días después del fallecimiento, y enterrar a los difuntos en sus casas. Esto induce a pensar en una estrecha relación entre el mundo de los muertos y el de los vivos.
Los hábitos funerarios variaban según el lugar y la época. Una vez enterrado, el fallecido seguía necesitando todo tipo de cuidados y atenciones. De carácter verbal y honorífico, y en forma de libaciones o sacrificios.
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Mitos y Poemas

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El mito de Atrahasis

Una naturaleza impredecible y poco benigna, la enorme dificultad que entraña el trato con los demás en una sociedad estratificada en donde le ser humano no es muy bien tratado, son problemas que los mesopotámicos procurar solucionar por medio del diálogo con sus deidades. La intensa actividad mitológica ¿no era acaso la «filosofía» de su tiempo?
- Mito de Atrahasis: es el nombre del único superviviente de una de las versiones de la leyenda del diluvio.

El poema de Gilgamesh

- Epopeya de Gilgamesh: poema épico sobre la tragedia de la vida humana sobre la que pende la amenaza de la muerte. Se cuenta entre las mayores obras de la literatura universal y es la más antigua de todas ellas. Relata la tentativa del rey de Uruk por obtener la inmortalidad y su gran decepción al no conseguirla.

El monólogo del justo sufriente y el diálogo del amo y el siervo

- Monólogo del Justo sufriente: antecedente del Libro de Job de la Biblia. Retrata los sentimientos de una persona, antaño noble, acaudalada y sana, que repentinamente se halla en la ruina, repudiada y presa de extrañas y terribles enfermedades. Al final, Marduk presta oídos y le restituye lo que poseía anteriormente.
- Diálogo del amo y el siervo: amo y criado dialogan sobre las ventajas y desventajas de múltiples cosas y, finamente, ante la imposibilidad de saber lo que se debe hacer, el amo pregunta si no sería mejor matarse o matar al siervo y enviarlo por delante, a lo que éste contesta que el amo le seguiría tres días después.

Los mitos de Adapa y Etana

- Mito de Adapa: refleja el deseo de inmortalidad. Adapa, “el Sabi”, pierde la gran ocasión de obtener la inmortalidad.
- Mito de Etana: Tema de Prometeo y la búsqueda de la “hierba de la fecundidad” para la esposa de Etana.
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El Mundo de los Dioses

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El panteón mesopotámico

Nuestro conocimiento de la religión mesopotámica se fundamenta en tratados y listas de deidades y ofrendas, mitos y epopeyas, procedentes en su mayoría de los archivos sacerdotales de Nippur y de las bibliotecas sagradas y reales de Nínive y Asur.
Procedente del Neolítico, las creencias religiosas de Mesopotamia se presentan unidas al tema de la fecundidad y de la fertilidad, pues la supervivencia de la sociedad tenía mucho que ver con el trabajo agrícola y el agua. La estrecha relación con la naturaleza se manifestaba en las huellas de animismo. Las fuerzas elementales de la naturaleza fueron personificadas y transformadas en deidades. Cientos de divinidades integran el panteón mesopotámico.
La sociedad divina era copia exacta de la humana; cielo, tierra e inframundo estaban habitados por gran cantidad de divinidades de cuerpo humano, dote y emociones humanas, pero que le superaban en fuerza, poder e inteligencia. Tenían mujer, hijos y siervos, todos divinizados e inmortales.
Se percibe una estructura piramidal:
  • En la base las entidades demoníacas, los espíritus angelicales y al dios personal.
  • Segundo nivel de deidades de los utensilios y las herramientas.
  • Divinidades de la naturaleza.
  • Dioses del inframundo o infernales.
  • Estratos superiores para las deidades astrales.
  • Puesto más alto para la tríada cósmica: Enil (Tierra), An (Cielo), Enki (Agua).
Divinidades cósmicas

La tríada cósmica estaba formada por:
  • An o Anum: divinidad sumeria sin función concreta y con culto no muy extendido. De carácter hostil, recibía el nombre de «rey de los dioses» Se le atribuía, junto a Enil, el diluvio, y su progenie era el terrible demonio femenino Lamashtun y los siete seres malignos. En el mito sumerio de la creación aparece junto a su esposa la Tierra (Ki). Su emblema divino era la tiara con cuernos y su nº divino el 60.
  • Enil («el viento» o «atmósfera»): auténtico dios supremo de los sumerios. Es la infinidad, el movimiento y el hálito vital. Elige a los reyes, y es su voluntad la que permite que el mundo siga existiendo. No siempre estaba dispuesto a ayudar a la divinidad (participó en el diluvio). Su mujer principal es la diosa Ninlil («señora del viento»), y cuenta con varios hijos, concubinas y sirvientes. Su emblema era el mismo que el de An, y su nº divino el 50.
  • Ea o Enki («casa del agua» o «señor de lo que está abajo»): protector de las ciencias y las artes y patrón de los magos, es el mejor aliado y amigo del hombre. De él proviene la idea de crear a la humanidad para que trabajase para las divinidades. Su esposa es Ninki, y su primogénito se identificará con Marduk. Se le representa como dios barbudo, sentado y con un vaso en la mano, del cual, así como de su espalda, brotan dos arroyuelos. Su nº divino era el 40.
Divinidades astrales

Tríada astral:
  • Shin (dios luna): primogénito de Enil. La creencia entre el mutuo influjo de la luna y de la vegetación terrestre hizo considerarle deidad de la vegetación. Se le representa como toro con barba lapislázuli; su emblema era la media luna en posición supina. Su esposa era Ningal y sus hijos Shamash e Ishtar. Su nº divino era el 30, que corresponde a los días del mes lunar.
  • Shamash (dios Sol), deidad tutelar de los adivinos y encargado de pronunciar los oráculos. Nada escapa a su observación, es el Señor de la justicia, que castiga las malas acciones y premia las buenas. Se la representa sentado en su trono, barbudo, con la tiara sobre la cabeza, el disco y el cetro en la mano derecha y con rayos que salen de sus hombros. Su esposa es Aja y su nº divino el 20.
  • Ishtar: esposa de An, hermana de Shamash y de Ereshkigal, diosa del amor y del nacimiento. Se la identifica con el planeta Venus, gozando este planeta de ambos sexos. Como diosa del amor se la representa como madre que amamanta un niño, o como mujer desnuda que oprime sus pechos con las dos manos. Desde la época sumeria es también diosa de la guerra y se la representa en un trono o rígida de pie, ricamente vestida; de sus espaldes salen armas, en su mano tiene a veces el anillo o caduceo. Su símbolo es la estrella Venus y su nº el 15.
Otras divinidades

Gran parte de las deidades menores y algunas de las importantes son meras personificaciones de un mismo atributo o de idéntico fenómeno natural bajo distintas denominaciones. Muchas son personificaciones de ideas. Asimismo hallamos un proceso constante de fusión de los atributos de diversas divinidades en una única deidad. Divinidades menores destacadas:
  • Ninurta: dios de la guerra, la caza, los diques de los ríos, de la fecundidad y de la vegetación. Hijo de Enlil, su esposa fue Gula, diosa de la salud. Se le desconocen representaciones; su símbolo es el cetro con figura de león o un buitre bicéfalo.
  • Adad: dios de la lluvia, el trueno, la tempestad, el huracán. Se representa de pie sobre un toro al que guía llevando en la mano el reámpago. Emblema, el rayo de tres picos, y su nº el 6.
  • Marduk: dios del exorcismo. Como hijo de Ea, era “Señor de la sabiduría”. La teología babilónica lo exalta con cincuenta nombres, acumulando en el atributos y prerrogativas de otras deidades. Esposo de Sarpanitum, se le representa barbudo, en pie, cubierto con un vestido cuajado de estrellas, con un cetro y una cimitarra en la mano. Su símbolo es la azada; su constelación el planeta Júpiter; su animal emblemático la serpiente-grifo y su número divino el 10.
  • Nabû: dios de la escritura, hijo de Marduk. Su símbolo son dos plumas de escribano acopladas. Su planeta era Mercurio.
  • Ashur: deidad guerrera. De él deriva el nombre de asiria, por la importancia que le concedían. Símbolo; disco alado que rodeaba la deidad de medio cuerpo y disparando una saeta.
  • Nergal: dios del inframundo. Deidad del sol abrasador del estío, de la fiebre, de las enfermedades como la peste. No tenemos representaciones. Su símbolo es la cabeza de león apoyada en un bastón.
  • Dumuzi o Tammuz: primitivamente una deidad infernal. Algunos textos hablan de su muerte anual, descenso al infierno, liberación por obra de su amante, ausencia de vegetación mientras permaneció en el infierno los meses de sol abrasador, y renacer de la vegetación al volver a la tierra.
El templo y los sacerdotes

El lugar de culto era el templo, donde viven las divinidades y los hombres les sirven alimentándolos. Los santuarios más antiguos, levantados a modo de una terraza elevada sobre la que se alzaba un pequeño templo, evolucionaron hacia zigurats, con superposición de terrazas cuyo tamaño disminuye progresivamente. La función de los zigurats no se conoce exactamente. No es sólo un observatorio astronómico, ni tampoco una tumba. Algunos piensan que en el Templo de Arriba se celebraban los ritos de Año Nuevo que debían asegurar la fertilidad del país; otros lo ven como lugar de paso de la divinidad cuando desciende a la tierra. Normalmente sólo existe un gran zigurat por ciudad, y está dedicado al Señor del País, por lo que parece una conexión entre las esferas terrestre y celeste. Puesto que su cúspide era un observatorio astronómico, en ellos tuvo lugar también los primeros fundamentos de astrología, astronomía, física, matemática y geometría.
Puesto que la humanidad había sido creada para descargar a las divinidades de distintas obligaciones, a ello estaban especialmente convocadas las corporaciones sacerdotales. El soberano era el sacerdote de la deidad y su representante en la tierra.
Los sacerdotes formaban una clase social jerárquica ordenada y cerrada. Era un oficio hereditario, y exigía conocimiento de la literatura sumerio-acadia, sobre todo en la referente al culto, escribir y comprender el lenguaje sagrado, ser físicamente sano, y recibir la consagración sacerdotal.
En la cima de la jerarquía sacerdotal se hallaba el sumo sacerdote, y después los sacrificadores, escribas, adivinos, videntes, exorcistas, músicos, lavadores, lamentadores, sacerdotisas, etc.

Ética

Las bibliotecas reales, reunidas por Asurbanipal en Nínive hacia 650 a. C., estaban compuestas principalmente por copias y extractos de escritos religiosos elaborados por eruditos y sus pupilos en las escuelas, reflejándose las concepciones de la teología sacerdotal en plegarias, himnos y narraciones míticas. Ponen en evidencia que el culto y el rito ocupaban un puesto relevante, puesto que la humanidad había sido creada para servir a las divinidades. De ahí que el pecado e estimara como una transgresión de orden ritual y cultural más que ética o moral.
El amplio inventario de faltas y pecados contemplado en el “espejo de la confesión”, nos demuestra que las infracciones morales iban teniendo cada vez más relieve. El escarmiento estaba en forma de adversidades, castigos, enfermedades, sufrimientos físicos y morales.
El pecado sólo entraba en la conciencia en la medida en que esta venganza se ponía en marcha. Para congraciarse con los dioses había que empezar por confesar la falta cometida.
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Cosmogonías

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Mitos de la creación

Las gentes de Mesopotamia se figuraban el universo dentro de la imagen del mundo que veían a su alrededor: la tierra como un disco plano que flotaba sobre una capa de agua dulce, y rodeado por un inmenso mar, cercado por un círculo de montañas. Todo el conjunto reposaba en el interior de una esfera, cuya mitad superior constituía el Cielo, compacta bóveda de color cobrizo en la que se desplazaban los astros, y la mitad inferior, invisible y arcana, el inframundo. A su vez esta esfera estaba suspendida en un «mar primordial», imperecedero y sin límites.
Sobre el origen del mundo y la humanidad, los sabios fueron aportando ideas que renovaban de las tradiciones locales, la gente y las épocas. Pero la creación del mundo no se ha hallado como tema nuclear en ninguna narración mítica de los sumerios. S. N. Kramer recopiló la información diseminada: el mar primordial, personificado en la diosa Nammu, dio nacimiento al cielo (An) y a la tierra (Ki), estrechamente unidos en una «montaña cósmica». De la unión de An y Ki nacieron los grandes dioses, los Annunaki, y sobre todo Enil, que separó cielo y tierra y luego se «llevó» a ésta última, mientras An se «llevaba» al cielo. Esta idea de que el mar es el elemento primordial y de que el universo nació de su separación por parte de un tercero, a partir de un estallido de sus propios componentes, fue adoptada por los babilonios y los asirios.

Enûma Elish

Junto con la Epopeya de Gilgamesh, es la más importante creación literaria de la religiosidad mesopotámica, de la que existen una versión sumeria y otra acadia, El retrato cosmogónico más pormenorizado es este Poema de la creación, posiblemente redactado bajo el reinado de Nabucodonosor (1124-1103 a. C.), que integraba distintas tradiciones anteriores. Son casi mil cien versos en siete tablillas, conservado casi en su totalidad y que constituye un verdadero tratado de teología. Se le cita por su principio: Enûma elish, «cuando en lo alto...».
Se trata de un panegírico en honor de Marduk, deidad principal de Babilonia y soberano de los dioses. Servía de texto oficial para las fiestas de celebración de año nuevo, y comienza con una teogonía.
La narración comienza cuando mar, cielo y tierra se confunden en un inmenso e indiferenciado caos, cuando todavía nada había sido nombrado (o «creado», porque para los mesopotámicos no podía existir nada que no tuviese nombre). Los primeros dioses fueron creados de su seno, y ellas fueron a su vez engendrando a otras. Posteriormente nacerán otras divinidades alborotadoras y escandalosas. Tiamat, Apsû, y su lugarteniente Mummu, deciden eliminarlas. Pero Ea narcotiza a Apsu y mientras está dormido, lo mata. Luego establece un santuario sobre él, donde engendró a Marduk. Furiosa por la muerte de Apsû, Tiamat declara la guerra a los dioses y crea un terrible ejército al que sólo Marduk es capaz de plantar cara. Cuando Tiamat abre la boca para gritar, le arroja vientos huracanados, luego le traspasa e corazón con una saeta y le destroza el cráneo con su maza. Del cadáver de Tiamat, Marduk crea el universo. Ea creará la humanidad de acuerdo con los planes de Marduk.
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Introducción

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Mesopotamia, territorio comprendido entre el Tigris y el Eúfrates

El nacimiento de la civilización

Antes de que la llanura aluvial integrada por los ríos Tigris y Eúfrates fuera habitada, en Siria, Palestina, la meseta de Irán y la alta Mesopotamia, tuvo lugar la denominada revolución neolítica, con la cual se consiguió la domesticación de ciertas especies animales ligadas a la caza y los primeros ensayos agrícolas. Esto permitió el paso de una economía de “expoliación” a otra mucho más fecunda y enriquecedora. A comienzos del VII milenio, los grupos agrícolas y ganaderos se volvieron sedentarios, con la consiguiente formación de una organización social organizada para el trabajo y la protección de sus bienes, y que tendría como consecuencia, en el IV milenio, la aparición del poblado y, poco después, la comunidad urbana.
Se conoce como Mesopotamia (mesos, «en mitad», y potamos, «río») el vasto valle fluvial drenado por los ríos Eúfrates y Tigris, limitado por las últimas sierras de los montes Zagros y por el desierto de Siria. Estos ríos son de avenidas variables e imprevisibles, los aires abrasadores acarrean un aire irrespirable, y las lluvias torrenciales transforman el suelo firme en lodo. No dispone de minerales, apenas piedra o madera, y su suelo es árido y estéril. Sin embargo, allí surgieron las primeras escuelas de las que tenemos testimonio, los primeros procedimientos legales, el primer sistema ético conocido, la primera biblioteca, etc., sin olvidar la escritura más antigua conocida y transmitida a otros pueblos.
Mesopotamia cuenta en su protohistoria con unos períodos relativamente claros acordados en función del nombre del yacimiento en que por primera vez se revelara un enclave cultural unitario:
  • En la época neolítica, hacia el 6750 a. C., el yacimiento iraquí más importante es Jarmo: industria lítica (obsidiana) y de hueso. En los niveles superiores apareció una tosca cerámica con decoración bastante elemental.
  • Entre 5800 y 5500 a. C., Pre-Obeid o Hassuna, cerca de Mosul (entre 5800 y 5500 a. C): cerámica a mano decorada con incisiones o pintura, o con ambas a la vez.
  • Samarra (entre 5600 y 5000 a. C.): célebre por su cerámica de diseños geométricos, antropomorfos y zoomorfos. También se han encontrado sellos de estampa. Se dedicaban a la agricultura, ganadería y caza. En los enterramientos se halaron figurillas de ajuares funerarios Las de arcilla presenta los cráneos muy alargados y ojos modelados en forma de granos de café; las de alabastro, los ojos de nácar incrustado y los mismos cráneos alargados.
  • Tell Halaf, en la frontera turco-siria (entre 5500 y 4500 a. C.): la cerámica más admirable de Mesopotamia.
  • La llanura fluvial entre el Tigris y el Eúfrates era muy rica, lo que permitió la subsistencia de una gran cantidad de población. Los emplazamientos neolíticos se enlazarían con la etapa urbana sureña: El Obeid, próximo a Ur (entre el 5005 y el 4000 a. C.): cerámica de color amarillo con dibujos monocromos en negro y rojo. Hoces con dientes de obsidiana y sílex. Creían en la vida en el más allá. Entre los objetos funerarios se han encontrado estatuillas de terracota que representan seres humanos, con cabeza de reptil.
Cuna de la civilización

Mesopotamia fue cuna de una civilización que, acompañada durante tres milenios por una posición política hegemónica en el Próximo Oriente, se mantuvo incluso a pesar de la pérdida de preponderancia, a mediados del I milenio a. C. De hecho, únicamente el Islam, ya en el s. VII d. C., podría imponer su dominio político y su civilización.
La gran fertilidad del suelo de la Baja Mesopotamia posibilitó un excedente agrícola que facilitó la irrupción de los grupos no relacionados directamente con la producción de materias primas. De ahí: 1) la industria y el comercio dieron lugar a la aparición de las ciudades, y a la invención de la escritura y las ciencias exactas; 2) la sociedad se dividió en clases. Esta revolución llevada a cabo por los acadios y, sobre todo, los sumerios, fue continuada y perfeccionada por asirios y babilónicos.
A mediados del IV milenio a. C. llegaron al sur de Mesopotamia, en gran número, los sumerios. Se entremezclaron con los anteriores moradores, pero conservaron su lengua, el sumerio, que no tardó en convertirse en la lengua preponderante.
Agricultura y ganadería tenían un papel preponderante y, en un principio estuvo supeditada por los templos. A pesar de no tratarse de los terrenos más fértiles, la administración central de Ebla legó a acumular una cantidad suficiente para dar de comer a miles de personas. La elevada productividad agrícola tuvo que ver directamente con:
  1. el desarrollo de las técnicas agrícolas (ingeniería hidráulica, arado de madera) y
  2. la racional organización de las tareas agrícolas bajo la tutela de los templos: único foco de actividad económica, además de religiosa, que las ofrendas, impuestos y tributos habían convertido engrandes depósitos supervisados por sacerdotes y soberanos. De ellos dependían los campesinos y los artesanos, y en ellos se descubrieron las ciencias exactas y la escritura. También se dedicaron al comercio.
La consecuencia fue:
  1. división del trabajo fue la base de la aparición de las ciudades, convertidas en complicadas entidades sociales con un alto grado de especialización.
  2. Intercambio comercial.
El Código de Hammurabi nos ha preservado algunas de las leyes que regulaban el comercio, además de un cuadro bastante aproximado de la sociedad babilónica:
  • Patricios o nobles: puestos de mayor relieve. A ellos pertenecía también el estamento militar profesional
  • Plebeyos o semilibres: clase intermedia entre os libres y los esclavos.
  • Esclavos: escala inferior.
  • Personal, masculino y femenino, especializado en atender las numerosas necesidades de las divinidades.
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