Introducción

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Los pueblos indoeuropeos

Irán es una vasta meseta de 2.000 kilómetros de longitud, que se extiende desde el Indo al Asia Menor, desde Turquestán a Mesopotamia.
Hacia finales del III milenio a.C., pueblos indoeuropeos (antepasados de las civilizaciones persa, india, griega, latina y germánica), procedentes de las regiones situadas al norte del Mar Negro, entre los Cárpatos y el Cáucaso, empujados posiblemente por la masa mogol, llegan hasta Asia central, donde permanecen por algún tiempo. Después se desplazan hacia el sur y, al comienzo del II milenio a.C., los encontramos en la llanura irania y en las montañas de Afganistán. Finalmente, algunos de esos pueblos penetran en el subcontinente, mientras los otros se adentran en Irán.
Los persas se instalan al sudeste, los medos se adueñan de las zonas del nordeste, mientras que el este es ocupado por pueblos que estaban emparentados con los que se establecieron en el Punjab. En el extremo norte, los escitas llevan una vida nómada y amplían su influencia desde Ucrania hasta Siberia.
Para distinguirse de los nativos, todos estos pueblos se llaman a sí mismos arios (sánscrito, ârya, «noble»). Ellos dan al país el nombre que sigue ostentando todavía: «dominio de los Arios». Es la religión, como no podía ser de otra forma, el elemento básico de la estructura cultural de los pueblos arios.
El Zeus de los persas es Dyaus Pitar, «el Cielo padre» del vedismo primitivo.
Dario (5-22-486 a.C.), había hecho grabar una inscripción en la que desvelaba el nombre de esa deidad celeste: Ahura Mazdâ.
Mucho más tarde aparece por fin el nombre de Zaratustra, cuya enseñanza en el transcurso del tiempo se convertirá en la religión oficial del Imperio iranio a partir del siglo III de nuestra era. La doctrina de Zaratustra perduró en Irán hasta la invasión musulmana; sin embargo, se ha conservado en gran parte a través de los iranios que se establecieron en la India y que forman en la actualidad las comunidades denominadas parsis.

El panteón

La antigua religión irania tenía un panteón común con la de los habitantes del subcontinente, en donde figuraban Indra, Mitra, los gemelos Nasatyas y Varuna. Cuando, hacia el siglo X a.C., se separaron ambos pueblos (los devas «brillantes» y los asuras «señores»), entre los citados dioses Mitra pasó a ocupar el escalafón más alto del panteón iranio. Bajo la influencia de Zaratustra, Varuna se eclipsó totalmente, tanto que Indra y los Nasatyas se transformaron en entidades demoníacas. Después de Mitra, la diosa Anâhitâ representó un papel relevante. Mientras que en el Occidente medo se veneraba, además, al dios del tiempo Zurván, y en el norte, en Sogdiana, a Baga, ayudante de Mitra. También adoraron al Sol, a la Luna, a la estrella Sirio, y a la tierra, el agua, el fuego y el aire. Como lugar del culto se elegían, sobre todo, los lugares altos de las montañas o de los bosques. Asimismo tenían lugar sacrificios de caballos, toros y carneros.

Zaratustra

El primero que personificó la sabiduría oriental para Occidente fue Zoroastro, nombre con el que era designado entre los griegos un personaje religioso del antiguo Irán llamado Zaratustra.

Si aceptamos la tradición zoroástrica tardía, que habla de «258 años antes de Alejandro», puede fijarse la vida de Zaratustra entre el 628 y el 551 a.C. Al parecer, el lugar de nacimiento de Zaratustra estaría entre Media y diversas regiones de Irán oriental, desde Corasmia y Sogdiana, hasta Existan, en la frontera de Afganistán, Pakistán e Irán.
Su nombre, «el hombre de los camellos viejos» lo pone como una figura típica de una antigua civilización agrícola y pastoril.
Hacia los treinta años, Zaratustra abandona su ciudad natal después de aprender la doctrina de los magos y el culto de los antepasados, se dirige al río Araxes en compañía de algunos familiares y amigos.
Los Gathas, los documentos más antiguos y autorizados, nos presentan un hombre de fuerte personalidad. Zaratustra pertenecía al linaje de los Spitamas («del brillante ataque»), criadores de caballos. Un Spitama se había casado con la hija de Astiages, el último rey de los medos. Hay claros indicios que permiten afirmar que Zaratustra nació de este matrimonio y que Ragâ era la localidad donde tuvo lugar el nacimiento. Por razones dinásticas, Ciro, el conquistador del reino de los medos, se casó con la legítima heredera. La hija de esta unión, de nombre Atossa, sería entonces una hermanastra de Zaratustra.
La colectividad a la que adoctrinó estaba constituida por pastores sedentarios que tenían unos jefes: kavi («príncipes»), usig («sacrificadores») y sacerdotes karapan («murmuradores»). Zaratustra no tuvo reparos, en nombre de Ahura Mazdâ, en pronunciarse en contra de las creencias religiosas de estos sacerdotes, custodios de la religión tradicional aria. Al poco tiempo tuvo lugar una enérgica oposición, y Zaratustra tuvo que abandonar aquellas tierras, al parecer por un edicto de Cambises. Se refugió junto a Vishtâspa, jefe de la tribu Fryana.
Durante su estancia en la corte de Vishtâspa, Zaratustra predicó su nueva doctrina religiosa, hallando en los círculos de la clase dirigente de aquel lugar la posibilidad de hacer llegar más lejos sus enseñanzas. Además del monarca Zaratustra obtuvo otros importantes apoyos, sobre todo de Yamâspa, con cuya hija se desposó. Vishtâspa y su linaje intervinieron a favor de las ideas religiosas y sociales de Zaratustra.

El Avesta

La doctrina de Zaratustra es conocida gracias a la colección de textos de diversas épocas denominada Avesta («fundamento»).
El texto que actualmente poseemos no es más que una pequeña parte del existente en tiempos de los arsácidas y sasánidas. Según la tradición de los parsis, el Avesta era originariamente una colección de veintiún libros, de los que sólo uno, el Vendîdâd, nos ha llegado en su totalidad.
En el núcleo del Avesta figura un conjunto original que se distingue de todo el resto de la obra por el estilo, el dialecto en que está escrito y el género literario. Se trata de himnos de extensión mediana atribuidos al propio Zaratustra denominados Gâthas («Cantos»). Otros himnos, más largos, escritos en un dialecto diferente, constituyen el Yasna (textos para declamar durante la celebración de los sacrificios). Asimismo hallamos veinte himnos de gran belleza poética dirigidos a las diversas deidades secundarias y que se conocen con el nombre de Yashts. Finalmente, el Vendîdât («ley contra los demonios»), que ofrece las normas relativas a todas las situaciones de la vida, consideraciones en torno al destino del alma después de la muerte, los rituales y las prescripciones rigurosas de pureza que hay que realizar en el caso de falta, de mancilla o de amenaza demoníaca.
El Avesta que hoy se maneja está dividido en cinco bloques, a saber: Yasna, Vispered, Vendîdâd, Yasth, Khorda Avesta. La primera parte puede considerarse como un libro litúrgico, que se recita por entero en las funciones religiosas y especialmente en la preparación del Haoma; la parte más importante está constituida por los Gâthâs, el núcleo más antiguo y primitivo, que ha sido siempre tenido en sumo honor entre los persas, y considerado como la parte más sagrada del Avesta; el Vispered («Todos los Señores»), más que un libro de por sí debe considerarse como un apéndice del primero; es también de uso litúrgico y es recitado en casos particulares en las funciones religiosas inmediatamente después del primero. En cambio, el Vendîdâd («Ante los dioses»), de índole enteramente distinta, fue en su origen el libro XIX del Avesta. Contiene ritos de purificación, prescripciones legales, sanciones eclesiásticas junto con descripciones geográficas y cosmogónicas. Los Yasth son cantos de sacrificios en honor de cada una de las divinidades, que presidían los días del mes, y están dispuestos según el orden del calendario mazdeo; en fin, el Khorda Avesta («El pequeño Avesta») es un breve resumen de todo el Avesta.
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