Matices Filosóficos de las Sabidurías Orientales

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¿Se puede hablar de filosofía oriental?

En un principio, la palabra filosofía, no buscaba comprender los principios últimos con el concurso del análisis, la reflexión o la razón. Aunque los primeros filósofos intentaron buscar la explicación de los orígenes de la realidad más allá de las cosmogonías narradas en la mitología tradicional, muy pronto esta búsqueda se convirtió en un amor a la sabiduría, concebida como un conocimiento holístico que reunía diversos campos doctrinales y de experiencia y que intentaba entender los principios últimos con el concurso de todas las modalidades posibles de conocer del hombre. Este significado de filosofía es lo bastante amplio como para poder ser atribuido de un modo más o menos justificado a los sistemas orientales (hinduismo, budismo, taoísmo…)
Pero en lo que se entiende hoy por filosofía apenas quedan vestigios de lo que fue su aspiración originaria, a saber, amor a la sabiduría. Guenón saca a la luz dos aspectos interesantes de la filosofía: por una parte, el aspecto exotérico: profano, manifiesto, con soporte literario, y por otra el esotérico: oral, de maestro a discípulo y que participa más de los rasgos afectivo-emocionales. Para Panikkar, la filosofía, además de ser amor a la sabiduría es aquella actividad por la que el hombre busca dar sentido a la vida y al universo entero. El antiguo concepto de filosofía como sabiduría que conduce a la salvación, como dimensión intelectual de la religión, desapareció para dar lugar a dos productos típicamente euro-cristianos: la teología y la filosofía.
En la tradición occidental hallamos diversas definiciones de filosofía. Una de estas afirma que la filosofía es un saber racional relativo a los principios y a las causas últimas; otra definición, señala que la filosofía es un conocimiento de todas las cosas por sus causas últimas adquirido gracias al concurso de la razón. Sin embargo, lo que la filosofía ha llegado a ser hoy en el mundo académico es algo extremadamente restringido «amor a la sabiduría que se funda en la razón, el juicio, la diferenciación».
A comienzos del XX, muchos profesores de filosofía de occidente afirmaban sin reparos que la filosofía, en el sentido cabal del término, no existía fuera de las fronteras de Europa. Hemos de saber, también, que el desarrollo del pensar lógico-reflexivo no está alejado del ámbito oriental y la creencia de que la historia empezaba con Egipto, la literatura con Homero y la filosofía con Tales ha sido uno de los mitos de Occidente.
La revalorización que a partir de la filosofía del lenguaje ha tenido el tema del símbolo y del mito abre en nuestros días un ámbito de diálogo con los textos sagrados de oriente que nos permite captar el contenido del pensamiento que subyace a estas obras.
Otro aspecto a tener en cuenta, y que ha generado una cierta suspicacia hacia los textos orientales, es su carácter pseudoepigráfico: al no haber autores conocidos, muchas veces los tratados son reducidos a meras leyendas. Las sabidurías orientales, desde un punto de vista superficial, pueden darnos la sensación de extraños ámbitos plagados de secretos, enigmas y ocultas claves, por el hecho de romper con nuestras formas habituales de entender y de estar en el mundo.
En los diversos ámbitos de las culturas orientales hay suficientes ejemplos de quehacer filosófico.

Rasgos centrales de las filosofías orientales

No todas las filosofías orientales siguen las mismas pautas, pero hay algunos contenidos comunes que mantienen cierto grado de concordancia: las filosofías del subcontinente y China constituyen un grupo en el que se detectan ciertos elementos comunes. Igual podríamos señalar de las sabidurías de Mesopotamia, Egipto e Irán, superando en estas los matices religiosos a los filosóficos.
En las filosofías orientales el saber no es tanto especulativo, entendido como una ampliación del conocimiento o erudición, cuanto eminentemente práctico: la sabiduría se convierte en el vehículo para la liberación del individuo. Este carácter soteriológico no implica que se renuncie al saber culto, o técnico-científico, sino que ambos saberes se subordinan al desarrollo personal que otorga la sabiduría. La sabiduría tiene un desarrollo en varias direcciones: sea la búsqueda de la integración en el orden de la naturaleza, sea la integración del individuo en sí mismo como un todo cósmico o la integración del individuo en un todo social.
Otro aspecto a destacar es el papel primordial que juegan las narraciones míticas en Oriente. Bierlein nos dice que «el mito es una herencia compartida de recuerdos atávicos transmitidos conscientemente de generación en generación. El mito puede incluso ser parte de la estructura de nuestro pensamiento inconsciente, posiblemente codificado en nuestros genes. El mito es la narración de hechos que ocurrieron antes de la historia, junto con una idea de lo que está por venir. Es el hilo que une el pasado, el presente y el futuro. Es un uso único del lenguaje que describe las realidades que van más allá de nuestros cinco sentidos. Es el aglutinante que une a las sociedades; es la base de la identidad de comunidades, tribus y naciones».
Tanto Babilonia como Egipto, la India y China han vivido inmersos en un universo de deidades, paraísos y moradas infernales. También el budismo cuenta con un curioso panteón de divinidades tántricas y espectaculares residencias paradisíacas gobernadas por Buddhas. Los panteones orientales son los más profusamente poblados de la tierra, pero en ciertos sistemas orientales se contempla la existencia de entidades suprahumanas. El moísmo defendía la creencia en entidades espirituales y demoníacas. Las innumerables deidades védicas más parecen personajes inmortales de la literatura clásica que personalidades existentes. Son arquetipos, ideales, símbolos de fuerzas cósmicas y elementos que facilitan la meditación. Pero hay sistemas como el jainismo y el budismo que emplearon todo tipo de pruebas contra la creencia de la existencia de Dios. Las diferentes mitologías nos invitan más a una actitud de comprensión emocional y no reflejan lo que en Occidente entendemos por una religión vedada con la idea precisa de un dios absoluto y con una adhesión personal a este dios por medio de una fe. El mito nos descubre más aspectos emocionales humanos que de la propia divinidad. Como dice Campbell, «la aspiración suprema de la mitología oriental no es establecer la autenticidad de cualquiera de sus divinidades o ritos asociados, sino expresar por medio de ellos una experiencia que va más allá: de identidad con aquel Ser de seres que es a la vez inmanente y trascendente, sin embargo ni es ni no es. Plegarias, cantos, imágenes, templos, dioses, sabios… no son sino barcos hacia una orilla de experiencia más allá de las categorías del pensamiento. En Occidente todo ello se personifica en un Creador, del que el hombre es la criatura y los dos no son iguales, por lo que la función del mito y el ritual es establecer formas de relación de Dios con el hombre y viceversa».
Otro elemento que podemos destacar es el fenómeno de la pseudoepigrafía, entendido como ausencia de un autor definido en los tratados filosóficos fundamentales. La autoría no está vinculada a personas determinadas, sino a personajes cuasi míticos donde se valora más la tradición. La sabiduría carece del protagonismo del individuo y se valora más por sí misma, aportando cada autor su experiencia.
La filosofía oriental se ocupa fundamentalmente de los problemas, de los conflictos humanos haciendo énfasis en la búsqueda de una solución definitiva de los mismos. Para el hinduismo la meta es la liberación; para el budismo el Nirvana (extinción); para el taoísmo «larga vida y visión perdurable» y para el confucionismo y el neoconfucionismo la «perfección individual y la armonía social». Se cree que estos ideales son accesibles y posibles de alcanzar en este mundo. Por eso el objetivo principal o el ideal es llevar a la naturaleza humana a su máximo desarrollo.
Ciertas filosofías orientales se han ocupado de la naturaleza humana. Afirman que en su origen es buena, sin embargo la naturaleza original del hombre ha llegado a unas cotas tan elevadas de degradación a causa de la nesciencia y el apego, que su espíritu privado de luz necesita un exhaustivo entrenamiento para recuperar su virtud primigenia. Este es el motivo para que se abogue en la ética oriental por un estricto entrenamiento con el objeto de recuperar la virtud original del ser humano.
La mayoría de los sistemas orientales reconocen que la aparición del mal es debida a la nesciencia del ser humano. El confucionismo y los chinos dan cuenta del mal en términos de egoísmo, apego e ignorancia. Sostienen que no hay una sola causa de maldad, sino muchas. El ser humano es el único responsable de todos sus males, pero si lo provoca, puede eliminarlo. Esto da cuenta de por qué en las filosofías orientales no existe la idea de perdón como la de pecado original.
Otra característica tiene que ver con la relación entre Uno y Múltiple. Debido a que para los hindúes la pluralidad es ilusión y para los budistas la Vacuidad no permite caracteres concretos, se ha pensado que el pensamiento oriental no admite ningún tipo de realidad en el sujeto. No obstante escuelas del Hinayana consideran cada cosa particular como entidad separada. En el Mahayana se afirma que tanto lo Uno como lo Múltiple son reales. Para los budistas la realidad tiene tres niveles: el ilusorio, el parcial y el absoluto. El estudio de las tres naturalezas viene a ser como el estudio de lo empírico y de lo Absoluto.
La diferencia básica entre el hinduismo y el budismo es que en el hinduismo el sujeto termina formando parte de lo Absoluto, en tanto que en el budismo ni lo Absoluto ni el sujeto se absorben uno al otro, es el estado de la Talidad donde el conocimiento es la no-discriminación. La posición del taoísmo se aproxima al hinduismo, pero otras escuelas chinas pertenecientes al confucionismo, al moísmo, al neoconfucionismo… ponen énfasis en el hecho de que tanto lo particular como lo universal son reales. Pero en las filosofías chinas e indias, lo Múltiple depende de lo Uno.
La respuesta a la existencia del más allá es diferente en el hinduismo, budismo y taoísmo. En ninguno se halla el concepto occidental de inmortalidad del ser humano. Se aproxima la idea de atman, alma personal del hinduismo pero la fase última de esta es la unión con Brahman, aunque tiene lugar después de una prolongada etapa en el samsara, el ciclo de reencarnaciones y sufrimiento. El budismo no acepta la existencia de un yo inmortal y permanente. Una vida específica no va más allá de un instante, y cada instante surge una nueva. El Nirvana no puede interpretarse como inmortalidad, porque este supone la extinción, desaparecen todas las entidades concretas, nada queda fuera de la Talidad.
No suelen dedicar esfuerzos especulativos a los temas relativos a la vida después de la muerte.
Para el budismo, taoísmo y confucionismo, la realidad es particularmente dinámica. La momentaneidad de la existencia constituye la base de la filosofía budista. En el taoísmo la realidad pasa rápidamente. Para las filosofías orientales, en el mundo todo cambia constantemente, por lo que el hombre como entidad no goza de mayor permanencia que una ola. En el hinduismo y budismo la transitoriedad de la vida llega a identificarse con el sufrimiento porque la vida y la muerte se suceden ininterrumpidamente. Tratan de escapar a esta rueda de sufrimientos y finalizar con la cadena de nacimientos y muertes.
La filosofía india y china conceden gran importancia a la actividad mental, son filosofías predominantemente idealistas, en algunas escuelas (Escuela de Sólo Mente, budista, y Escuela de la Mente, confucionista) se concibe la realidad como un principio de conciencia, sea con la denominación de atman, yo, mente, conciencia… La Mente a la que se refieren es la Mente Universal. Aunque ni el Tao del Taoísmo ni la Talidad del budismo pueden reducirse a Mente, la realización del Tao o de Talidad depende de actividades mentales como visión o iluminación.
El materialismo ha tenido pocos seguidores en el mundo oriental. La filosofía oriental, interesada en la realización de la naturaleza humana y en la salvación del alma no acepta la materia como principio básico de la existencia. No se llega a la realidad última por pura intuición, aunque esta ha jugado un papel importante en el pensamiento oriental. El método principal de conocimiento para Confucio es el estudio pero enfatiza en la experiencia y el razonamiento. Otras filosofías se apoyan en la intuición, como la china y la india, que surge después de titánicos esfuerzos intelectuales.
Tienen un elaborado sistema de razonamientos lógicos. Las filosofías orientales dan un valor especial a la palabra. Existe una valoración de la palabra en su campo mágico.
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