El Legado de Egipto

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La escritura y la literatura

En el IV milenio a.C. las relaciones con la civilización sumeria dan lugar a una importante metamorfosis. Se reproduce el cilindro-sello, el arte de la edificación de ladrillos, la técnica de construir barcos y sobre todo, la escritura que surge en torno al 3000 a.C. En el XVIII, durante la ocupación francesa, se descubre la Piedra de Roseta que contiene un decreto de Ptolomeo V promulgado en Menfis en el 196 a.C. está grabada en griego, jeroglífico y demótico. Champollion descifró la escritura egipcia y redactó una gramática y diccionario.
Una parte importante de los textos elaborados por los egipcios apenas guarda relación con la literatura. La gran preocupación del pueblo egipcio era lo relacionado con la vida después de la muerte, por lo que existe una gran variedad de obras de carácter funerario: Texto de las Pirámides; Texto de los Sarcófagos, y los Libros de los Muertos.
Los Textos de los Sarcófagos es el nombre dado modernamente a los textos religiosos inscritos sobre numerosos sarcófagos del Imperio Medio, y derivan directamente de los Textos de las Pirámides del Imperio Antiguo cuyo objetivo era asegurar la vida de ultratumba del rey. Estos textos fueron copiados, adaptados y ampliados a partir del Primer Período Intermedio por la aristocracia egipcia. Su uso fue generalizado durante el Imperio Medio. Los Textos de los Sarcófagos, a su vez, dieron origen al Libro de los Muertos, nueva adaptación y ampliaciones de los anteriores: copiado sobre papiro, hizo su aparición en el Imperio Nuevo y alcanzó el final de la historia de la religión egipcia. Existe, pues, un fondo religioso común, puesto que los primeros estuvieron reservados a los faraones, mientras que los Textos de los Sarcófagos y Libro de los Muertos iban destinados ya a todos los hombres.
Uno de los géneros literarios por el que el pueblo egipcio tuvo preferencia fue la literatura sapiencial o didáctica: aforismos, proverbios, enseñanzas, consejos, máximas… Las dos obras más antiguas de este género son las Enseñanzas para Kaguemmi, de la que sólo quedan unos fragmentos y las Máximas de Ptahhotep, de las que se conserva el texto integro, y donde se alternan consejos de comportamiento cívico con los de orden moral. Es interesantes también la Instrucción o Enseñanza de Amenemope, considerada como la obra cumbre por sus convicciones profundamente religiosas y por su elevado concepto de la deidad. De la época heracleopolitana nos han llegado las Instrucciones a Merikare, escrito bajo la forma de testamento que ofrece una serie de consejos dirigidos a este por su padre. Hay ciertos textos de especulaciones filosóficas como el Dialogo de un desesperado y su alma.
Para Masson-Oursel, Egipto se elevó a la reflexión de dos modos: mediante el celo por la sabiduría práctica y por su escolástica sacerdotal. Frente a este, Wilson afirma que el antiguo Egipto no ha contribuido directamente con ningún elemento importante para la filosofía, la ética o la concepción del mundo.
Mostraron también, preferencia por los cuentos que no siempre salían de la imaginación ya que solían tener ciertas conexiones con acontecimientos reales: Historia de Sinuhé.

Ciencia y técnica

Egipto destacará por sus conquistas científicas, sobre todo en matemáticas y medicina, por sus colosales construcciones y monumentos, templos y pirámides y por ser un verdadero foco de irradiación cultural. Una de las aportaciones más importantes a la cultura griega fue la geometría. Calcularon el área del rectángulo, triángulos rectángulos e isósceles, y partiendo de ahí, lograron calcular superficies poligonales y el volumen de un tronco de pirámide de base rectangular.
En astronomía, su gran originalidad es su carácter estelar y sotíaco: astrónomos muy experimentados que observaban de una forma metódica y continuada las estrellas, cuya reina, Sotis brillaba con gran luminosidad, vieron que en la latitud de Menfis, Sotis (Sirio) salía inmediatamente antes de sol. Establecieron la noción del zodíaco, la esferidad del universo, en especial la del sol y la luna; la explicación de los eclipses; la hipótesis de los epiciclos para justificar la rotación del sol…, todo ello adoptado por los griegos.
En cuanto a la medicina (han llegado a nuestros días una gran cantidad de papiros), conocían la sutura, la esterilización, la reposición de los dientes y otras técnicas. En uno de los manuales que ha llegado se describen las heridas corporales desde la cabeza hasta los pies, estableciendo su terapia.

La religión egipcia

Los egipcios fueron ante todo religiosos. Las creencias surgieron de los hechos y se revelaron más mediante acciones que mediante literatura.
En fuentes grecolatinas Egipto es considerado como el territorio de una antiquísima, sabia, original y misteriosa civilización.
Lo que más llamaba la atención a los extranjeros no era el panteón de divinidades, sino la pretensión del pueblo egipcio de vencer a la muerte mediante cierta conducta especial del sujeto, y sobre todo mediante cierto originalísimo sistema de manipulación del muerto.
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Culto, Ceremonias, Rituales y Magia

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La clase sacerdotal

El marco de la actividad litúrgica es el santuario. El templo es la morada de la deidad, donde acuden los fieles a rendirle ofrendas. Es una transposición simbólica del universo y del orden del cosmos. El sacerdote es el protagonista del culto, representante del faraón. Organizados piramidalmente. En punta, el faraón, sumo sacerdote que gobernaba el templo y su personal con atribuciones religiosas y políticas. Sacerdotes de rango menor que ejercían sus funciones por grupos. También existían sacerdotes profesionales: el lector; el sacerdote Sem, encargado de las preparaciones y presentación de ofrendas. Después se hallaban los «puros», especie de sacristanes dedicados a necesidades materiales y los «esclavos» de dios o servidores que eran los oficiantes propiamente dichos. Existían, también, mujeres con funciones relacionadas básicamente con su sexo, cantantes, danzantes…
Al parecer algunos cargos eran hereditarios. Progresivamente se fue constituyendo un tipo especial de sacerdotes, cuyos componentes se congregaban en colegios.
El sacerdote debía seguir ciertas normas y cumplir requisitos de purificación. Se le exigía ciertos límites en cuanto a alimentos, abstención sexual temporal en relación a la celebración de determinados rituales y vestir y calzarse de forma conveniente.

El ceremonial religioso

El culto cotidiano estaba en consecuencia con el carácter del templo. Se estaba al servicio de la deidad por lo que se debía hacerle el tocado, vestirle, proveerle de alimentos. La comida se disponía de forma decorativa, las sobras se repartían entre las estatuas de particulares y los privilegiados. Se realizaban en tres momentos del día en un lugar apartado del templo, lejos de la curiosidad. En determinadas festividades, la deidad era sacada y encerrada en una edícula que la ocultaba de las miradas, llevada en procesión, haciendo altos en el camino en algunos santuarios exteriores, donde se le ofrecían presentes, recibía homenajes de la gente y de los músicos.
Célebres eran los Festivales de Opet, en Tebas, con Amón y los dioses tebanos como protagonistas, y el Festival de Min.

Magia, superstición y adivinación

Se creía que en los rituales ciertas palabras, dispuestas en orden y empleadas en momento oportuno, poseían una fuerza irresistible, eran las «palabras poderosas». La creencia en las palabras mágicas tuvo su expresión en los textos funerarios egipcios. El texto de las Pirámides son hechizos, himnos, conjuros para ayudar al difunto en la otra vida, al igual que el Libro de los muertos. Creían que la magia de las palabras con poder podía ser transferida a objetos como amuletos. Existían, también, bebidas mágicas.
Entre los amuletos, el principal era el Ojo de Horus, la hebilla de Isis y el escarabajo, símbolo de la vida, dedicado a Ra. En los ritos funerarios era empleado el escarabajo para reemplazar el corazón y solía ser grabado en el dorso un sortilegio. La palabra que designaba a los amuletos era mk-t (protección) y udjau (lo que mantiene a salvo). Se empleaban contra enfermedades, demonios, calamidades públicas y protección de la muerte.
La magia se empleaba para proteger a la divinidad y al ser humano de los múltiples peligros que les acechaban. De ahí la gran cantidad de amuletos y talismanes mágicos que se fabricaban. Los egipcios creían que tanto las imágenes humanas como los símbolos podían ser animados empleando palabras mágicas, por lo que era habitual instalar en las tumbas imágenes de los muertos en piedra y madera dispuestas para trabajar en el otro mundo. Introdujeron una técnica mágica que ha sido posteriormente muy imitada: la figura de cera.
Las actividades oraculares tenían un origen meramente popular que fue ampliándose a los estratos más elevados de la sociedad y el gobierno. Sus dictámenes iban dirigidos al pueblo. Tenían lugar en determinadas festividades: Fiesta de Opet, de la Bella Fiesta del Valle y la Fiesta de la Audiencia Divina
Durante el Imperio Nuevo. El oráculo principal estaba presidido por Amón. En las postrimerías de este período, el oráculo se hace extensivo a todos los aspectos trascendentales del Estado, quedando bajo la tutela del sumo sacerdote. Una idea muy extendida fue la de que los oráculos procedían del mundo clásico, aunque Herodoto reconoce la existencia de los mismos en el valle del Nilo.
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El Mundo de Ultratumba

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Componentes espirituales del ser humano

Atribuían al individuo dos componentes espirituales e independientes de la materia:
  • Ba: corresponde al alma, o fuerza animada del difunto, la personalidad individualizada. Es una especie de intermediario entre el universo de las deidades y el terrestre. En el momento de la muerte el ba abandona el cuerpo inerte e inicia su ascensión a la morada celeste, pero cada noche debe acudir a la tumba para reunirse y vivir en el cuerpo físico. No permanece en el cuerpo, sino que viaja del universo de las deidades a la tumba. Esta necesidad hizo que los cuerpos fueran embalsamados y que en las tumbas, como medida de precaución, se incluyeran estatuas del fallecido, a través de las cuales el ba reconocería el soporte material que le debía sustentar, o la estatua que imitaba sus rasgos. El papel de ba es indispensable para la reanimación del cadáver. El ba puede ser, también, el consejero espiritual del ser humano durante su estancia en la tierra. Fue representado en un primer momento bajo la forma de un ave zancuda y, más tarde, bajo la forma de un halcón con cabeza y brazos humanos.
  • Ka: reflejo inmaterial del cuerpo, una especie de doble y para otros un acompañante, un genio protector que nace con el ser humano y vela por él después de la muerte, siempre que se cumplan unos ritos específicos, ya que está ligado a la alimentación. La muerte es la separación del ka y del individuo, a saber, la privación de la fuerza vital. Cuando se produce la muerte es este componente el que queda adormecido y al que hay que reanimar mediante los ritos mágicos de los funerales.
El juicio del alma

Hasta el Imperio Antiguo la vida más allá de la muerte estaba reservada a los faraones, su familia y algunos allegados. La idea de inmortalidad fue penetrando en las diversas capas de la sociedad, hasta alcanzar a todo el pueblo. En el periodo de decadencia del Imperio Antiguo tiene lugar una revolución popular: tumbas y templos son saqueados y el poder del faraón se tambalea. Tras esta crisis se inaugura el Imperio Tebano, que señala un renacimiento en todos los órdenes. Es entonces cuando los privilegios de la vida futura se extienden al pueblo, así como la momificación y las prácticas mágicas.
En el Libro de los Muertos encontrado en las tumbas reales de Tebas aparecen diversos puntos oscuros de la sabiduría egipcia. Es una recopilación de prácticas mágicas, fórmulas, invocaciones, plegarias…y ceremonias purificadoras destinadas a permitir que cualquier difunto que dispusiese del libro subsistiera más allá de la vida terrena.
Uno de los capítulos más notables es el dedicado al juicio del difunto en la gran «Sala de las Dos Verdades». La escena central del pesaje del corazón del fallecido es: el corazón se dispone en uno de los platillos de la balanza, en el otro hay una pluma de avestruz, símbolo de Maat. En el acto intervienen 42 jueces ante los que se tenía que declarar que no se habían cometido actos negativos que impidieran alcanzar la inmortalidad. Horus era el encargado de conducir al muerto ante Osiris.
Junto a la balanza están Shai y Mesjenet, representados con sendos ladrillos de los que surgen sus cabezas y que determinan el destino. Al lado contrario de la balanza se encuentra Anubis, que vigila el fiel de la balanza e indica el resultado de la oscilación a Thot que registra el desenlace del juicio. Al pie de la balanza está Ammyt (Devoradora de los Muertos), monstruo con cabeza de cocodrilo, mitad delantera de león y mitad trasera de hipopótamo, preparada para devorar al muerto si no era declarado puro de corazón. Más a la derecha está Osiris con los cuatro hijos de Horus, e Isis y Neftis.

Rituales y costumbres funerarias

La práctica de la momificación y la preocupación por los monumentos y los ajuares sepulcrales expresan la fuerza de garantizar una continuidad. Hasta el Imperio Nuevo la vida de ultratumba estaba reservada exclusivamente a un núcleo muy pequeño de personas. Pero esta idea de inmortalidad llegó a formar parte de la sociedad egipcia.
La preparación de la tumba, la realización de ritos funerarios cada cierto tiempo, debía hacerse. Para asegurar la ejecución y continuidad de estos ceremoniales se debía tener una economía muy saneada.

La momificación

Ningún pueblo de la tierra se ha tomado tantas molestias para conservar de una manera digna los restos humanos. La destrucción de la momia era considerada como una segunda muerte, de modo que la salvación del alma dependía de la conservación del cuerpo.
Las técnicas de conservación de los cadáveres fueron evolucionando y reformándose hasta lograr en el Imperio Nuevo su mejor desarrollo. El método se nos describe en Heródoto o Diodoro Sículo.
Sobre el rostro del difunto se colocaba una máscara de cartón sobre la que se dibujaban sus facciones: las vísceras que habían sido extraídas eran igualmente momificadas y solían depositarse en los denominados vasos Canopos, cuatro vasijas cuyas tapas reproducen las facciones de los cuatro hijos de Horus. Finalmente, la momia se depositaba en el sarcófago.

La morada perpetua

Dispuesto el cadáver se organizan los funerales. El cortejo fúnebre transporta al difunto al sepulcro participando en él familiares, amistades y siervos. Se hace la travesía del Nilo por la orilla occidental hasta la necrópolis. Ante el sepulcro, los rituales finales, el más importante el de la apertura de la boca para devolver la fuerza vital, la vida, al difunto. En la última morada, se dispone todo lo necesario para la eternidad.
Las tumbas sufren modificaciones tanto ideológicas como con respecto a los materiales. Los más antiguos con estructura son agujeros en el que se deposita el cadáver con un ajuar escaso, recubierto por piedras y tierra.
La mastaba es un pozo al fondo del cual se abre la cámara funeraria cubierta por una gran estructura maciza de ladrillo.
La pirámide aparece en el Imperio Antiguo (2664-2181 a.C.). Es la morada perpetua de los faraones. Su origen está en la superposición de mastabas en forma escalonada. Próxima a ellas, los funcionarios construyen sus propias sepulturas.
En el Imperio Nuevo (1567-1085 a.C.) los faraones adoptan los acantilados de Tebas para edificar hipogeos precedidos en los accesos de templos funerarios. La gente humilde se entierra en hipogeos comunes.
Existen deberes, atenciones y ceremonias que demanda el culto asumido por la familia. Luego será el grupo de sacerdotes el encargado de los rituales a cambio de un salario.

El más allá

Hacia el 2400 se fijan los rituales funerarios por escrito. El principal será el «Texto de las Pirámides» compilado por los sacerdotes de Heliópolis y grabado en la cámara funeraria del faraón Unas (V dinastía).
Durante el Imperio Medio aparecen los Textos de los sarcófagos, escritos en jeroglíficos en el interior de sarcófagos de madera. Eran fórmulas dirigidas a prevenir las necesidades de la persona fallecida en el más allá.
En el Imperio Nuevo encontraremos los rollos de papiro del Libro de los Muertos.
Se conservan tres composiciones que describen los peligros sorteados por Ra en el mundo de ultratumba. La más antigua es el Libro de lo que hay en la Duat, que es una guía para el más allá, escrito durante la XVIII dinastía. Refiere el viaje de Ra en su barca a través del dominio de los muertos. Abordar esa embarcación y recibir la luz de Ra era la mejor satisfacción de los difuntos. Se cruzan 12 zonas que se corresponden con las horas nocturnas. En la undécima hay abismos de fuego donde se aniquila a los malvados.
De la misma época es el Libro de las Puertas donde Osiris tiene la primacía. Hay 12 zonas en el Duat, la 5 es la de los justos dividida en cuatro regiones. En la 6 está el tribunal de Osiris y la tierra de los bienaventurados.
El Libro de las Cavernas es un texto funerario de los reyes ramasidas. Es una colección de fórmulas mágicas para hacer frente a las dificultades y apaciguar deidades.
Los difuntos que superan los ritos iniciáticos del tribunal de Osiris se purifican en el agua primordial de la Duat, contemplan a Ra en el horizonte y aclaman a Amón o disfrutan paseando por las sendas del Campo de las Juncias o del de las Ofrendas. Podían navegar en la nave de Ra, ganándose la inmortalidad y podían regresar a su tumba si lo deseaban. Para los réprobos, la vida en el Más Allá era penosa, con suplicios y sufrimientos.
Gran interés revisten las fórmulas mágicas, por el gran poder que contenían las palabras se empleaban adecuadamente para sortear problemas y contrariedades. Esta importancia se plasma por escrito en los sarcófagos, vendas funerarias o pirámides.
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La Divinidad en el Antiguo Egipto

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Características generales de la religión egipcia

Sus cimientos están constituidos por los distintos cultos locales, donde cada uno adoraba a una deidad de su aldea y luego a la que regía en la metrópoli de su nomo. Unificado el país fue preciso definir los vínculos. Estos primeros intentos de reflexión e integración teológica no fueron suficientes para crear una literatura religiosa, pues los textos más célebres: Libro de las Pirámides, de los Muertos y de los Sarcófagos no son más que recopilaciones de fórmulas rituales.
Lo realmente primordial fue la permanencia del culto, con toda su complejidad y peculiaridades. La tarea de conservarlo en todas las regiones concernía al faraón que a pesar de sus preferencias, nunca intervenía en los sistemas locales. Cada uno de estos tenía su cosmología, mitología y expresiones de culto propias.
La clase instruida tenía una clara predisposición a la interpretación monoteísta, cuyos vestigios se aprecian en ciertas cosmogonías, como la de Menfis, al desarrollo del monoteísmo se oponía frontalmente la postura oficial, reacia a cualquier cambio, asentada en el sincretismo del grupo sacerdotal.
Ningún término egipcio corresponde a la noción de «religio». No hay palabra para piedad y fe. Pero se encuentran con frecuencia las palabras sacerdote y sacrificio. La adoración se encuentra bajo varias formas; la plegaria se formula de distintos modos.
En resumen, la religión presentaba una estructura peculiar. El fundamento de ella está representado por el culto y no por la revelación. De ahí la diversidad de credos que, aunque desembocan en una elaboración común, no carecen de contradicciones. El sentimiento religioso giraba en torno a dos factores esenciales: la existencia de un nutrido panteón de dioses y su presencia inmanente en las fuerzas y en las expresiones de la naturaleza.
Amon-Ra constituye el caso más avanzado hacia el culto de un dios supremo y universal en el ámbito de un irreductible politeísmo formal. Por otra parte, las divinidades egipcias no alcanzaron una verdadera individualidad, a diferencia de los dioses griegos. Las divinidades egipcias son el dios al que los fieles se dirigen en la súplica o en la adoración.
La doctrina teológica de los sacerdotes se esforzó en conciliar la creencia politeísta con la idea unitaria de lo divino, reagrupándolas en tríadas que, a veces, tienden a conformarse en el esquema de la trinidad.

El panteón

La religiosidad formaba parte de todas las actividades de la vida cotidiana y de ultratumba.
En un primer momento se adoró a los fenómenos de la naturaleza y los dioses que constituían el panteón presentaban una característica común, su íntima conexión con astros o manifestaciones de la naturaleza, principalmente en relación con la actividad agrícola. Más tarde se adoró las cualidades de algunos animales y finalmente se descubrió a las deidades antropomorfas. En realidad siempre estuvo presente esta triple adoración y su consecuencia fue la fusión de divinidades con atributos zoomorfos y cualidades de la naturaleza. A ello se suma la existencia de diferentes divinidades provinciales unidas a un número incalculable de deidades locales con sus atributos concretos. Las gentes que elaboraron estas ideas pertenecían a sociedades campesinas básicamente idénticas. El mundo religioso, antes de ser propio de faraones y sacerdotes, lo fue de agricultores y ganaderos, contemplando la seguridad del hombre de campo en el orden establecido, sus miedos y expectativas.
Imposible hacer una exposición pormenorizada del panteón. Las primitivas deidades predinásticas evolucionaron hacia un intricado panteón. Se puede hablar de deidades primitivas (plantas, árboles, piedras…) de deidades locales, celestes, funerarias e incluso abstractas o foráneas.
El acusado politeísmo comprendía divinidades femeninas y masculinas que exigía un orden de importancia y de cambios en la misma:
  • La deidad más poderosa del Reino Antiguo es Ra, adorada primitivamente en Heliópolis bajo el nombre de Atum y se representaba como un hombre con cabeza de halcón o de carnero. Viajaba por el cielo con dos barcas: una diurna y otra nocturna. Se creía que los faraones eran herederos directos de tal deidad.
  • Amón, deidad tebana. Identificada a partir del Reino Medio con Ra, bajo el nombre de Amón-Ra. Aspecto antropomorfo de hombre de piel negra o azul. Suele aparecer con cabeza de carnero, adornado con una tiara en forma de mortero del que salen dos plumas de halcón divididas horizontalmente en varias partes. En la base del tocado suele llevar un disco solar.
  • Ptah: deidad de Menfis, capital del Reino Antiguo. Representado como hombre de pequeña estatura envuelto en un sudario del que salen sus manos. A veces aparece como hombre con cuernos que lleva sobre la cabeza un disco solar y plumas. Es el patrono de los orfebres y escultores.
  • Anubis: una de las primeras deidades de los muertos, encargada del embalsamamiento. Es el que lleva a las almas ante los jueces del tribunal de Osiris y vigila el vaivén de la balanza que pesaba los actos buenos y malos. Dependiendo del mito que se quiera destacar, se halla implicado en aquellos de influencia solar, en los que figura como hijo de Ra y Neftis; en los de procedencia cósmica se convierte en hijo de Ihet, y en otros tiene como progenitor a Sopdu. Con frecuencia se le representa con un perro acostado.
  • Osiris: divinidad de la vegetación y rey de los muertos. Contenido teológico enrevesado al ser protagonista de diferentes narraciones mitológicas. Venerado en Busiris y en los lugares donde se encontró algún fragmento de su cuerpo desmembrado por Seth.
  • Isis: primitiva diosa-cielo originaria del delta, hija de Geb y Nut, hermana de Neftis y Seth y esposa y hermana de Osiris. Aspecto de mujer con su nombre sobre la cabeza. A partir del Reino Nuevo lleva dos cuernos liriformes y disco solar. En su forma de animal, se manifiesta en forma de vaca o de milano. Protagoniza junto a Osiris una leyenda de profundo sentido humano donde se pone de relieve su amor maternal y conyugal, que será recogida por Plutarco. Según el mito, Osiris gobernaba en la tierra, había enseñado a la humanidad la cultura y las artes agrarias. Su hermano Seth reinaba en el desierto, movido por la envidia asesinó a Osiris y dividió el cuerpo en varios fragmentos. Cuando Isis se enteró recorrió todo el país en busca de los fragmentos, donde los encontraba erigía un templo. Finalmente Neftis e Isis con la ayuda de Anubis reconstruyen el cuerpo, que gracias a las artes mágicas de Isis vuelve a la vida. Osiris recibirá justicia ante Ra, que castiga a Seth a no volver a reinar jamás entre los hombres. Antes de ello habrá engendrado un hijo, Horus, que vengará el asesinato de su padre y que se instalará en el trono quedando como origen del linaje faraónico. En la triada de Osiris e Isis, Horus fue considerado el dios-hijo.
  • Seth: hermano y esposo de Neftis y hermano de Osiris e Isis. Era un dios que en épocas remotas protegía el Alto Egipto. Las luchas entre Seth y Horus se desencadenan para vengar el asesinato de Osiris. En estos lances, Horus pierde un ojo y Seth los testículos. Patrono de la violencia, de las tormentas y de la guerra y de la producción de los oasis.
  • Hathor: deidad del cielo, la alegría y del amor, similar a la Afrodita griega, está muy unida a la mujer. Su culto se lleva a cabo en su mayor parte por sacerdotisas. En su función funeraria figura como una vaca o una mujer con el símbolo de occidente sobre la cabeza. Al parecer, su origen hay que buscarlo en una antigua diosa madre convertida en deidad cósmico-celeste, según Los Textos de las Pirámides.
  • Thot: deidad de Hermópolis del Delta y de Hermópolis Magna. Representado con cabeza de Ibis, coronado con disco lunar. Se convirtió en señor del tiempo y del cálculo de los años.
  • Serápis: en él se unen rasgos de diferentes divinidades como Apis y Osiris que formaban su nombre. Deidad helenística que se crea artificialmente en el reinado de Ptolomeo I. Su inclusión en el panteón es el resultado de la unión de divinidades egipcias y griegas.
Junto a estos hay divinidades inferiores o genios, entre los que se encuentran los cuatro hijos de Horus. Además existen héroes como Imhotep, arquitecto y médico de Zhoser que pasó a ser hijo del dios Ptah.
Un fenómeno típico egipcio es la elevación al ámbito divino de los animales, sea como divinidades propiamente dichas, sea como aspecto y formas parciales o totales, constantes o temporales de otros dioses. El culto a los animales les pareció a los griegos uno de los más singulares de Egipto. Los animales sagrados más célebres fueron los toros Apis, encarnación Ptah en Menfis; el carnero de Amón en Tebas; la gata de Bastis en Bubastis; los halcones de todos los templos de Horus; la vaca de los de Hathor; el ibis de los de Thot; el chacal de los de Anubis; el cocodrilo de Sebek en el Fayum. Los teólogos egipcios explicaban su divinidad por la presencia en ellos de un alma.
El culto a las plantas tuvo menos éxito: el sicomoro, la palma, el loto. En la categoría de objetos sagrados destacan los elementos del ajuar litúrgico, cetros y coronas del faraón, imágenes de deidades, las barcas sagradas, pirámides, esfinge y obeliscos.

Cosmogonías

Las cosmogonías y narraciones míticas de los orígenes constituían el centro neurálgico de la ciencia sagrada. La reflexión cosmogónica es fundamental en la religión de los egipcios, como resultado de un concepto general del cosmos, cuya creación debe volver a empezar cada vez que debe repetirse un ciclo, como el del mes, el del día y la noche, el del reinado, o el de la crecida del Nilo.
Por los textos hallados en la pirámide del faraón Unas, a finales de la V dinastía, la religiosidad egipcia se concretaba en dos grandes corrientes, diferentes, pero íntimamente enlazadas: la osiaca, cuya deidad principal era Osiris, y la heliopolitana, cuya divinidad suprema era Ra. Estamos ante una síntesis ya desarrollada partiendo de una clase de triada primitiva.
Antes de las primeras dinastías, la clase sacerdotal de Heliópolis ya había creado y desarrollado un sistema derivado de ideas cósmicas muy antiguas en las que el nacimiento del astro rey era una etapa de la creación del universo.
Según esta cosmogonía heliopolitana, en el principio de toda la creación sólo existía Num, océano primordial de donde emergió Atum. Atum-Re dio origen a la primera pareja de divinidades: Shu, el aire y Tefnu, la humedad, quienes a su vez procrearon a Geb, la tierra y a Nut, el cielo. Estos últimos fueron los progenitores de los cuatro grandes personajes de la leyenda oriríaca: Osiris, Seth, Isis y Neftis. Con todos ellos formaron los sacerdotes de Heliópolis la Enéada en la que Atum presidía las parejas citadas. Otra Enéada menor, tutelada por Horus, se encargaba de la ordenación del mundo una vez engendrado.
A pesar de que esta cosmogonía no es más que una especie de compromiso entre la doctrina sacerdotal y las creencias populares, es la más antigua creencia sobre el origen del mundo. Representa los primeros pasos hacia la conciliación entre divinidades distintas, principio del sincretismo, que es la característica más llamativa de la religiosidad del pueblo egipcio.
Sistema de Hermópolis denominado Ogdóada: ocho dioses creados por Thot. Este dio origen al mundo lanzando un potente grito. De este modo surgieron cuatro parejas (cuatro ranas macho y cuatro serpientes hembra), las cuales sobre una colina, surgida del abismo primordial, crearon el huevo que dio origen al Sol y este, tras someter a sus adversarios, comenzó la colosal obra de crear y organizar el mundo.
La cosmogonía de Menfis es conocida por la Piedra de Shabaka (700 a.C.). Sigue en líneas generales la actividad creadora tal y como hemos visto en el sistema heliopolitano, con la diferencia de que la deidad creadora es Ptah.

Creación y origen de la humanidad

Apenas se interesaron por ofrecer una explicación sobre el origen de la humanidad. Los sacerdotes de Heliópolis relataban el origen de la humanidad de este modo: el ojo solar es enviado por Ra para enfrentarse a sus adversarios. Cuando, al regresar, halló a otro ojo en su lugar, se puso iracundo hasta derramar lágrimas, de las que nació la humanidad. Esta narración se basa en el juego de palabras entre lágrimas y hombres.
A parte de Ra, otras divinidades como Ptah y Jnum eran consideradas creadoras del hombre.
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Introducción

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Egipto, cuna de la civilización

Inicio de la historia conocida, Egipto dividido en:
  • Bajo Egipto con capital en Menfis y dios titular la cobra con monarcas que lucían la corona roja;
  • Alto Egipto: dios el buitre hembra y monarcas con corona blanca.
Hacia el 3000 a.C. Narmer, soberano del sur, concluye la conquista del delta, fundando la primera dinastía de las 30 en las que Manetón clasificó a los faraones. Fue la religión y sobre todo el reconocimiento de la condición divina del faraón uno de los factores que más contribuyeron desde el primer momento a forjar el armazón de la cultura egipcia. Según la tradición, Egipto se unificó y configuró como Estado a la acción de su primer gobernante, Menes. Según la leyenda sus antecesores fueron los «espíritus semidivinos» que había heredado su autoridad de los dioses, que a su vez tenían su antecesor en el Creador, Re. La autoridad monárquica fue una institución de desarrollo paralelo al del universo.
Los más notables logros políticos y culturales se dieron durante las primeras dinastías y determinaron el modelo para los quince siglos siguientes. Después de la V dinastía no hay ninguna aportación relevante. Esta especie de estatismo, de inmovilismo que define a la civilización egipcia, tiene su raíz en las creencias religiosas: la fijeza de las formas hieráticas, la repetición de los gestos y de los logros alcanzados, son consecuencia de una teología que consideraba el orden cósmico como la obra divina por excelencia, y que veía en cualquier intención de cambio el peligro de un retorno al caos y, en consecuencia, de un triunfo de las fuerzas demoníacas, según Eliade.
Fuentes para conocer la sabiduría egipcia: textos bíblicos y referencias de escritores greco-latinos como: Homero, Hesiodo, Estrabón, Plutarco, Plinio el Viejo, Tácito, Flavio Josefo.
Se desconocen los orígenes más remotos de la civilización egipcia y, por tanto, de su religión y filosofía. Es probable que un pequeño grupo local, sometido al Nilo y a los vaivenes de sus crecidas, hubiera puesto los cimientos y que, posteriormente, se fuera enriqueciendo con aportaciones procedentes de otros pueblos. En la actualidad la gran parte de la población es musulmana, siendo reconocido en 1956 como religión del Estado.

Aspectos geográficos

Situado al NE del continente africano, colinda con Líbano al oeste, Sudán al sur e Israel al este. La costa norte se abre al Mediterráneo; al este el mar rojo lo separa de Arabia Saudita.
Hasta el periodo antiguo hasta la primera catarata, proseguía al sur por Nubia, hasta el sur de la segunda catarata. Las fronteras del Imperio a lo largo de su historia llegaron hasta Siria, y por el sur hasta el Sudán. Todo el valle, de una fertilidad extraordinaria gracias a la crecida anual tuvo, a partir del Neolítico, una de las más altas densidades de población de la antigüedad.
La cultura egipcia se desarrolló en perfecta comunión con su medio geográfico. Sin alejarse de sus tierras los egipcios conseguían lo imprescindible para su manutención. El valle se encontraba protegido y aislado por el desierto, el mar Rojo y el Mediterráneo. Hasta la irrupción de los hicsos (1674 a.C.), no sufrió ninguna invasión. Estaba habitado por una población rural cuyo destino estaba en manos de los delegados de una divinidad encarnada, el faraón. La navegación del Nilo permitió al rey-dios gobernar al pueblo mediante un régimen cada vez más centralizado.

El Nilo

La vida de las tierras y de las gentes de Egipto dependían fundamentalmente del río Nilo. De aquí nació inmediatamente una relación de dependencia religiosa entre el hombre y el Nilo, que se reflejará en la mitología y, concretamente, en la leyenda de Isis y Osiris. Esta leyenda, que ha dado origen a un ciclo de fábulas semejantes en todas las culturas, es el principal motor de la religión egipcia.
El Nilo surge por las confluencias de los denominados Nilo Azul y Nilo Blanco, y ofrece un recorrido estrecho y bastante accidentado entre Jartum y Asuán. A partir de esta última entre en la historia, dado que, en la lucha por dominarlo y aprovecharlo, las poblaciones próximas a sus riberas fueron las artífices de la civilización egipcia. En total son 1200 kilómetros que fragmenta a Egipto en el denominado Bajo Egipto, al norte, y Alto Egipto (al sur).
Nunca dejaron, los egipcios, de ser conscientes de lo que representaba el río para el mantenimiento de su sociedad, economía, filosofía y religión. Al igual que existe un Nilo terrestre, existe uno celeste por donde navega la barca de Re en su proceso cotidiano de muerte y renacimiento.
Fue venerado con el nombre de Hapy. Se celebraban fiestas en su honor, se identificaba con Osiris. Es representado como una deidad masculina, andrógina, barriguda, de color verde, con senos colgantes, sus pies calzados con sandalias y su cabeza cubierta con un tocado formado por las plantas heráldicas del Alto o Bajo Egipto. Uno de los himnos más bellos es el «Gran Himno a Hapy» compuesto en el Imperio Medio. Se creía que Hapy habitaba en una gruta del fondo del río cerca de Elefantina. Esta creencia provenía de la transposición de una leyenda protohistórica. La literatura ha recogido el recuerdo de una época en que los moradores del Bajo Egipto, de cultura más avanzada, poseían sistemas de irrigación que empleaban para canalizar la inundación anual, mientras que el Alto permitía la libre circulación de las aguas.
Cuando el Alto dispuso de un sistema de riego, acogió el esquema mitológico del Bajo. Entonces se localizó el secreto escondite del Nilo en Yabal Silsila; posteriormente, cuando los límites se extendieron hasta Asuán, cerca de la primera catarata. Así pues, había dos Nilos, uno el del Norte, cerca de Heliópolis y otro, el del Sur, cerca de Elefantina. En esos dos lugares sagrados el genio de cada Nilo abría las puertas de su morada y hacía brotar por vía subterránea las aguas fecundadoras del océano, que ocasionaban la inundación anual.
Una de las características del Nilo era su crecida anual, provocada por las lluvias torrenciales del sur. Anegaba el valle y el delta, depositando un aluvión de tierras y limos, que llamaban «tierra negra», de gran fertilidad, que dejaba los campos preparados para la siembra. La llegada de la inundación coincidía con la salida de la estrella Sotis (Sirio), por lo que los antiguos creyeron que ambos hechos estaban conectados, creyendo que era la responsable de la crecida del Nilo.
La investigación y el desarrollo de los métodos y técnicas para controlar las inundaciones fue el motivo de que los grupos asentados alrededor del valle y el delta organizaran una nación y una cultura. La consecuencia fue un régimen político teocrático, centralizado y estable, que auspició una organización social en forma de pirámide.

El faraón

Los faraones tuvieron el poder durante 2.700 años. Fueron las figuras dominantes de la estructura de poder, siendo el único caso en la historia. Egipto era controlado por un dios viviente. El faraón tenía dos funciones: una como pieza central de la maquinaria política y la otra como centro de las actividades religiosas que lo respaldaban y mantenían la ley y el orden. Estas obligaciones eran llevadas a cabo por ministros y oficiales cercanos.
El rasgo más sobresaliente del faraón era aglutinar en su persona el dominio de lo civil, lo militar y lo religioso.

Divinidad del rey

El último de los cinco títulos oficiales que lo designa es hijo de Ra. El resto de los títulos también lo sitúan más allá de los seres humanos: Horus-Ra; Horus-oro.
El carácter de la soberanía divina permaneció hasta el final de la civilización egipcia, llegando a impregnar toda la estructura social. Así se pretendía conseguir el orden universal.
Como hijo de Ra, el faraón era el lugarteniente de la divinidad sobre la tierra y, en virtud de ellos, responsable del bienestar de su pueblo. Como hijo de los dioses, el faraón era el elemento de unión entre los dioses y la humanidad.
La figura de la reina parece olvidada, aunque es un personaje poderoso y respetado, por la posición favorable de toda esposa en general en todo el mundo egipcio, y, desde el punto de vista ideológico, por sus funciones como madre del monarca sagrado. Ella es el lazo mediante el cual su hijo se vincula con la naturaleza divina, y es ella la que ofrece el fundamento de la legitimidad en sus pretensiones al trono.

Maat

Diosa de la justicia y del equilibrio cósmico, coronada con una pluma de avestruz. Representa una de las concepciones más complejas e importantes. En su origen tenía que ver con la línea recta, de tal forma que terminó por significar justicia, oponiéndose a la falsedad, pecado o rebelión.
Además de deidad, representa una idea y como tal puede definirse como justicia, equidad y orden social. La misión básica del soberano era mantener el mundo en el estado creado por las divinidades. Su labor radica en hacer que Egipto disfrute de prosperidad. Así el Maat exige de los hombres que sometan al entendimiento su caótica vida instintiva.
Una exploración más a fondo pone en evidencia que las ideas de verdad, justicia y orden social tienen su raíz primordial en el universo, pues Maat es por encima de todo una divinidad femenina que simboliza el orden cósmico. Es una institución de Ra y, por tanto, su hija, sobre todo en el Reino Nuevo.

La reforma de Akhenatón

Akhenatón o Amenofis IV (1372-1350 a.C.). Con el emerge el puro monoteísmo dirigido a suplantar a las numerosas divinidades animales. Su lema «vivir en la verdad». Arremete contra las convicciones, prácticas y costumbres de los campesinos y sacerdotes, por lo que incitó al pueblo egipcio a una resistencia apasionada.
Las más importantes manifestaciones de la reforma fueron:
  • La destrucción de todo rastro cúltico y del nombre de Amón.
  • Confiscación del patrimonio de la deidad
  • Demolición de los edificios religiosos
  • Cambio del nombre del soberano
  • Investidura como máximo representante
  • Propagación de una teología monoteísta y universalista
Las ideas religiosas resultaban demasiado extrañas a la mentalidad egipcia como para prevalecer. La reforma sucumbió con la desaparición de su creador, y los extraordinarios templos edificados por la XIX dinastía, evidencian los esfuerzos que fueron necesarios para recuperar la confianza de la clase sacerdotal.
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Matices Filosóficos de las Sabidurías Orientales

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¿Se puede hablar de filosofía oriental?

En un principio, la palabra filosofía, no buscaba comprender los principios últimos con el concurso del análisis, la reflexión o la razón. Aunque los primeros filósofos intentaron buscar la explicación de los orígenes de la realidad más allá de las cosmogonías narradas en la mitología tradicional, muy pronto esta búsqueda se convirtió en un amor a la sabiduría, concebida como un conocimiento holístico que reunía diversos campos doctrinales y de experiencia y que intentaba entender los principios últimos con el concurso de todas las modalidades posibles de conocer del hombre. Este significado de filosofía es lo bastante amplio como para poder ser atribuido de un modo más o menos justificado a los sistemas orientales (hinduismo, budismo, taoísmo…)
Pero en lo que se entiende hoy por filosofía apenas quedan vestigios de lo que fue su aspiración originaria, a saber, amor a la sabiduría. Guenón saca a la luz dos aspectos interesantes de la filosofía: por una parte, el aspecto exotérico: profano, manifiesto, con soporte literario, y por otra el esotérico: oral, de maestro a discípulo y que participa más de los rasgos afectivo-emocionales. Para Panikkar, la filosofía, además de ser amor a la sabiduría es aquella actividad por la que el hombre busca dar sentido a la vida y al universo entero. El antiguo concepto de filosofía como sabiduría que conduce a la salvación, como dimensión intelectual de la religión, desapareció para dar lugar a dos productos típicamente euro-cristianos: la teología y la filosofía.
En la tradición occidental hallamos diversas definiciones de filosofía. Una de estas afirma que la filosofía es un saber racional relativo a los principios y a las causas últimas; otra definición, señala que la filosofía es un conocimiento de todas las cosas por sus causas últimas adquirido gracias al concurso de la razón. Sin embargo, lo que la filosofía ha llegado a ser hoy en el mundo académico es algo extremadamente restringido «amor a la sabiduría que se funda en la razón, el juicio, la diferenciación».
A comienzos del XX, muchos profesores de filosofía de occidente afirmaban sin reparos que la filosofía, en el sentido cabal del término, no existía fuera de las fronteras de Europa. Hemos de saber, también, que el desarrollo del pensar lógico-reflexivo no está alejado del ámbito oriental y la creencia de que la historia empezaba con Egipto, la literatura con Homero y la filosofía con Tales ha sido uno de los mitos de Occidente.
La revalorización que a partir de la filosofía del lenguaje ha tenido el tema del símbolo y del mito abre en nuestros días un ámbito de diálogo con los textos sagrados de oriente que nos permite captar el contenido del pensamiento que subyace a estas obras.
Otro aspecto a tener en cuenta, y que ha generado una cierta suspicacia hacia los textos orientales, es su carácter pseudoepigráfico: al no haber autores conocidos, muchas veces los tratados son reducidos a meras leyendas. Las sabidurías orientales, desde un punto de vista superficial, pueden darnos la sensación de extraños ámbitos plagados de secretos, enigmas y ocultas claves, por el hecho de romper con nuestras formas habituales de entender y de estar en el mundo.
En los diversos ámbitos de las culturas orientales hay suficientes ejemplos de quehacer filosófico.

Rasgos centrales de las filosofías orientales

No todas las filosofías orientales siguen las mismas pautas, pero hay algunos contenidos comunes que mantienen cierto grado de concordancia: las filosofías del subcontinente y China constituyen un grupo en el que se detectan ciertos elementos comunes. Igual podríamos señalar de las sabidurías de Mesopotamia, Egipto e Irán, superando en estas los matices religiosos a los filosóficos.
En las filosofías orientales el saber no es tanto especulativo, entendido como una ampliación del conocimiento o erudición, cuanto eminentemente práctico: la sabiduría se convierte en el vehículo para la liberación del individuo. Este carácter soteriológico no implica que se renuncie al saber culto, o técnico-científico, sino que ambos saberes se subordinan al desarrollo personal que otorga la sabiduría. La sabiduría tiene un desarrollo en varias direcciones: sea la búsqueda de la integración en el orden de la naturaleza, sea la integración del individuo en sí mismo como un todo cósmico o la integración del individuo en un todo social.
Otro aspecto a destacar es el papel primordial que juegan las narraciones míticas en Oriente. Bierlein nos dice que «el mito es una herencia compartida de recuerdos atávicos transmitidos conscientemente de generación en generación. El mito puede incluso ser parte de la estructura de nuestro pensamiento inconsciente, posiblemente codificado en nuestros genes. El mito es la narración de hechos que ocurrieron antes de la historia, junto con una idea de lo que está por venir. Es el hilo que une el pasado, el presente y el futuro. Es un uso único del lenguaje que describe las realidades que van más allá de nuestros cinco sentidos. Es el aglutinante que une a las sociedades; es la base de la identidad de comunidades, tribus y naciones».
Tanto Babilonia como Egipto, la India y China han vivido inmersos en un universo de deidades, paraísos y moradas infernales. También el budismo cuenta con un curioso panteón de divinidades tántricas y espectaculares residencias paradisíacas gobernadas por Buddhas. Los panteones orientales son los más profusamente poblados de la tierra, pero en ciertos sistemas orientales se contempla la existencia de entidades suprahumanas. El moísmo defendía la creencia en entidades espirituales y demoníacas. Las innumerables deidades védicas más parecen personajes inmortales de la literatura clásica que personalidades existentes. Son arquetipos, ideales, símbolos de fuerzas cósmicas y elementos que facilitan la meditación. Pero hay sistemas como el jainismo y el budismo que emplearon todo tipo de pruebas contra la creencia de la existencia de Dios. Las diferentes mitologías nos invitan más a una actitud de comprensión emocional y no reflejan lo que en Occidente entendemos por una religión vedada con la idea precisa de un dios absoluto y con una adhesión personal a este dios por medio de una fe. El mito nos descubre más aspectos emocionales humanos que de la propia divinidad. Como dice Campbell, «la aspiración suprema de la mitología oriental no es establecer la autenticidad de cualquiera de sus divinidades o ritos asociados, sino expresar por medio de ellos una experiencia que va más allá: de identidad con aquel Ser de seres que es a la vez inmanente y trascendente, sin embargo ni es ni no es. Plegarias, cantos, imágenes, templos, dioses, sabios… no son sino barcos hacia una orilla de experiencia más allá de las categorías del pensamiento. En Occidente todo ello se personifica en un Creador, del que el hombre es la criatura y los dos no son iguales, por lo que la función del mito y el ritual es establecer formas de relación de Dios con el hombre y viceversa».
Otro elemento que podemos destacar es el fenómeno de la pseudoepigrafía, entendido como ausencia de un autor definido en los tratados filosóficos fundamentales. La autoría no está vinculada a personas determinadas, sino a personajes cuasi míticos donde se valora más la tradición. La sabiduría carece del protagonismo del individuo y se valora más por sí misma, aportando cada autor su experiencia.
La filosofía oriental se ocupa fundamentalmente de los problemas, de los conflictos humanos haciendo énfasis en la búsqueda de una solución definitiva de los mismos. Para el hinduismo la meta es la liberación; para el budismo el Nirvana (extinción); para el taoísmo «larga vida y visión perdurable» y para el confucionismo y el neoconfucionismo la «perfección individual y la armonía social». Se cree que estos ideales son accesibles y posibles de alcanzar en este mundo. Por eso el objetivo principal o el ideal es llevar a la naturaleza humana a su máximo desarrollo.
Ciertas filosofías orientales se han ocupado de la naturaleza humana. Afirman que en su origen es buena, sin embargo la naturaleza original del hombre ha llegado a unas cotas tan elevadas de degradación a causa de la nesciencia y el apego, que su espíritu privado de luz necesita un exhaustivo entrenamiento para recuperar su virtud primigenia. Este es el motivo para que se abogue en la ética oriental por un estricto entrenamiento con el objeto de recuperar la virtud original del ser humano.
La mayoría de los sistemas orientales reconocen que la aparición del mal es debida a la nesciencia del ser humano. El confucionismo y los chinos dan cuenta del mal en términos de egoísmo, apego e ignorancia. Sostienen que no hay una sola causa de maldad, sino muchas. El ser humano es el único responsable de todos sus males, pero si lo provoca, puede eliminarlo. Esto da cuenta de por qué en las filosofías orientales no existe la idea de perdón como la de pecado original.
Otra característica tiene que ver con la relación entre Uno y Múltiple. Debido a que para los hindúes la pluralidad es ilusión y para los budistas la Vacuidad no permite caracteres concretos, se ha pensado que el pensamiento oriental no admite ningún tipo de realidad en el sujeto. No obstante escuelas del Hinayana consideran cada cosa particular como entidad separada. En el Mahayana se afirma que tanto lo Uno como lo Múltiple son reales. Para los budistas la realidad tiene tres niveles: el ilusorio, el parcial y el absoluto. El estudio de las tres naturalezas viene a ser como el estudio de lo empírico y de lo Absoluto.
La diferencia básica entre el hinduismo y el budismo es que en el hinduismo el sujeto termina formando parte de lo Absoluto, en tanto que en el budismo ni lo Absoluto ni el sujeto se absorben uno al otro, es el estado de la Talidad donde el conocimiento es la no-discriminación. La posición del taoísmo se aproxima al hinduismo, pero otras escuelas chinas pertenecientes al confucionismo, al moísmo, al neoconfucionismo… ponen énfasis en el hecho de que tanto lo particular como lo universal son reales. Pero en las filosofías chinas e indias, lo Múltiple depende de lo Uno.
La respuesta a la existencia del más allá es diferente en el hinduismo, budismo y taoísmo. En ninguno se halla el concepto occidental de inmortalidad del ser humano. Se aproxima la idea de atman, alma personal del hinduismo pero la fase última de esta es la unión con Brahman, aunque tiene lugar después de una prolongada etapa en el samsara, el ciclo de reencarnaciones y sufrimiento. El budismo no acepta la existencia de un yo inmortal y permanente. Una vida específica no va más allá de un instante, y cada instante surge una nueva. El Nirvana no puede interpretarse como inmortalidad, porque este supone la extinción, desaparecen todas las entidades concretas, nada queda fuera de la Talidad.
No suelen dedicar esfuerzos especulativos a los temas relativos a la vida después de la muerte.
Para el budismo, taoísmo y confucionismo, la realidad es particularmente dinámica. La momentaneidad de la existencia constituye la base de la filosofía budista. En el taoísmo la realidad pasa rápidamente. Para las filosofías orientales, en el mundo todo cambia constantemente, por lo que el hombre como entidad no goza de mayor permanencia que una ola. En el hinduismo y budismo la transitoriedad de la vida llega a identificarse con el sufrimiento porque la vida y la muerte se suceden ininterrumpidamente. Tratan de escapar a esta rueda de sufrimientos y finalizar con la cadena de nacimientos y muertes.
La filosofía india y china conceden gran importancia a la actividad mental, son filosofías predominantemente idealistas, en algunas escuelas (Escuela de Sólo Mente, budista, y Escuela de la Mente, confucionista) se concibe la realidad como un principio de conciencia, sea con la denominación de atman, yo, mente, conciencia… La Mente a la que se refieren es la Mente Universal. Aunque ni el Tao del Taoísmo ni la Talidad del budismo pueden reducirse a Mente, la realización del Tao o de Talidad depende de actividades mentales como visión o iluminación.
El materialismo ha tenido pocos seguidores en el mundo oriental. La filosofía oriental, interesada en la realización de la naturaleza humana y en la salvación del alma no acepta la materia como principio básico de la existencia. No se llega a la realidad última por pura intuición, aunque esta ha jugado un papel importante en el pensamiento oriental. El método principal de conocimiento para Confucio es el estudio pero enfatiza en la experiencia y el razonamiento. Otras filosofías se apoyan en la intuición, como la china y la india, que surge después de titánicos esfuerzos intelectuales.
Tienen un elaborado sistema de razonamientos lógicos. Las filosofías orientales dan un valor especial a la palabra. Existe una valoración de la palabra en su campo mágico.
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Matices Religiosos de las Sabidurías Orientales

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¿Es adecuado caracterizar a las sabidurías orientales como religiones?

Es lamentable que no dispongamos de un término más adecuado y preciso que religión para referirnos a la experiencia de lo sagrado, ya que este término no engloba jamás todos los hechos que en las diferentes civilizaciones estamos habituados a considerar como religiosos.
Este vocablo lleva aparejada una larga historia, aunque algo limitada culturalmente. Una de sus utilizaciones es la que procede del marco de las religiones comparadas que han recurrido a acepciones aparentemente amplias de religión como la de «misterio».
La adecuación o inadecuación de la caracterización de las sabidurías orientales como religión está directamente condicionada por el significado que asignemos a este concepto. Para Watts el uso más adecuado del término es cuando decimos de una persona que ha entrado en religión y consiste en el credo, el código y el culto. Ni el budismo, hinduismo, taoísmo pueden ser llamadas religión pues carecen de la virtud de la obediencia. No conciben la divinidad como algo relacionado con la humanidad o con el universo en un sentido monárquico…

Rasgos centrales de las religiones orientales

Existen diversas áreas básicas de unidad en las tres grandes tradiciones sagradas: la realidad de lo divino, lo trascendental y lo sagrado: Brahman es lo real. Esta realidad trascendental es para los seres humanos la verdad última, el bien supremo, el bien más elevado. El bien supremo es el objetivo primordial de todos los esfuerzos de las tradiciones sagradas.
Se puede afirmar que la senda del ser humano hacia la Divinidad es siempre, según las distintas tradiciones sagradas, la del sacrificio y la renuncia. Las sabidurías orientales no sólo muestran el sendero hacia la Divinidad, sino también el que lleva hacia cualquier ser viviente. Todas enarbolan la bandera del amor fraternal que es ilimitado y universal. El amor por los enemigos halla su expresión más profunda en la historia budista del príncipe Kunala.
La compasión es la cualidad más sobresaliente de todos los Buddhas. Según las Upanishads, Brahman, lo absoluto es el atman, el yo, el alma. Todos los Buddhas y todos los seres conscientes no son otra cosa que la Mente única, fuera de la cual nada existe. Se dice en la tradición budista que aunque somos uno con el absoluto, la mayor parte de las personas no se dan cuenta de este hecho.
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Introducción

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Concepto de sabidurías orientales

Entraña su estudio grandes dificultades porque no hay, según Guenón, una verdadera equivalencia entre los términos de dos lenguas diferentes que están alejadas tanto filológicamente como en razón de la diversidad de las concepciones de los pueblos que las emplean.
Eliade dice: que es necesario hacer una integración sobre las religiones desde una perspectiva general. Nadie es capaz de abarcar por sí solo el inmenso ámbito del pensamiento oriental. El espacio es enorme por su extensión, excesivamente variado y complejo por su fraccionamiento. Hace falta una suma de conocimientos adquiridos de otras especialidades que son en si mismas diversas: arqueológicos, lingüísticos, filosóficos, antropológicos, históricos, filológicos, literarios, religiosos, sociológicos, psicológicos…

Aproximación a las sabidurías orientales

Para algunos investigadores su estudio presenta importantes matices religiosos. Se afirma que tienen que ver con la psicoterapia. Para otros son una especie de mezcla de aspectos religiosos, filosóficos, teológicos, psicológicos, hay quienes proclaman la inexistencia de etiquetas para definir las sabidurías orientales, piensan que son un conjunto de experimentos, una serie de normas o preceptos que debidamente ejecutados, conducen al descubrimiento del nivel mental. Watts se refiere a la imposibilidad de clasificar el hinduismo y el budismo como religiones, filosofías o ciencias o incluso mitología.
Creemos que el concepto más amplio que engloba los diferentes matices, sensibilidades y sabores del pensamiento oriental es el de «sabiduría», entendida como vínculo muy estrecho entre un verdadero saber y un auténtico arte de vivir, como un encuentro entre la persona y la virtud, para que su vida se adapte a la misma ley del universo.

La búsqueda de un hilo conductor

El periodo comprendido entre la segunda mitad del XX hasta la actualidad ha sido testigo de un creciente interés por parte de los filósofos, teólogos e historiadores de las religiones. Huxley denominó filosofía perenne a una enseñanza universal, a un foco de sabiduría antiquísima.
Esta Tradición Unánime, Sabiduría Primordial, Sabiduría antigua o Perenne, porque aparece en épocas y culturas diversas ataviada de forma muy parecida, esta percepción del mundo constituye el corazón de las grandes sabidurías tanto de Oriente como de Occidente. En el núcleo de esta «filosofía perenne» se halla la noción de no-dualidad: la filosofía perenne ha eludido caer en la dualidad (cielo-tierra; masculino-femenino…), en su lugar se ha centrado en su unión e integración. Esta unión entre tierra y cielo, entre lo finito e infinito resulta patente en las enseñanzas tántricas, y es precisamente el núcleo de las tradiciones de sabiduría al que se aplica el término de filosofía perenne.
Las denominadas sabidurías orientales no duales presentan como centro nuclear la doctrina no-dual. Estos sistemas no están construidos a base de enseñanzas estrictamente filosóficas, religiosas, tal y como se entiende en Occidente. Guenón dice: la religión es cosa absolutamente occidental, no se puede aplicar el mismo término a algunas doctrina orientales…, la filosofía presenta, también, un punto de vista exclusivamente occidental. Por tanto debemos hablar de sabiduría, en la medida en que se trata de ir más allá de lo que la filosofía tiene de particular e histórico. Se deja aparcado cualquier tipo de dogma (en el budismo el dogma es anatema).
En resumen, lo universal en las doctrinas orientales no duales no es un epítome de lo sustancial de dicho conocimiento; no es tampoco un algo objetivo de carácter absoluto. La no dualidad podría ser el término al que estas sabidurías conducen al ser humano: dicha expresión se podría caracterizar por la eliminación de la construcción mental sujeto-objeto por la que se ha deslizado la filosofía y la ciencia occidentales. Declaran abiertamente la existencia de un modo no dual de percibir el universo que nos rodea.
Todos los grandes temas filosóficos, ya planteados por el pensamiento griego son de hecho dualidades: sujeto-objeto, organismo-medio, verdad-falsedad…, forma parte intrínseca de la filosofía, la teología y la ciencia occidentales. La filosofía occidental es, en general, la filosofía griega y esta es dualista.
Sólidamente sustentado en estos dualismos, Occidente ha ido construyendo los suyos propios: espiritualismo frente a misticismo; idealismo frente a positivismo; cuerpo frente a mente…, llegando a formar parte del modelo cognitivo-operativo a través del cual occidente construye su realidad. Sólo la física cuántica muestra, a diferencia de la visión newtoriano-cartesiana anterior, una imagen del mundo próxima a las doctrinas no-duales. Einstein, Heisenberg… han incorporado a sus teorías una visión no-dualista, que recuerda a las doctrina orientales no-duales, ya que cuando el universo se fragmenta en dos partes, sujeto-objeto…, algo queda necesariamente fuera de juego.
El dualismo, crear dos universos a partir de uno solo, se basa en la convicción de que el individuo es esencialmente autónomo y diferente del objeto. Y aunque el conocimiento dual posee validez funcional, es inadecuado incluso en el marco de las ciencias positivas. En la experiencia no-dual de la realidad nos hallamos ante un acto cognitivo-emocional, fruto de la intuición que acarrea resultados que tienen que ver con la felicidad y la liberación del universo samsárico ; por eso un sabio es considerado en oriente un maestro de vida que ayuda a los demás a ser felices y a lograr su liberación. La filosofía y la vida no son para los seguidores del hinduismo, jainismo y budismo dos aspectos separados.

Sabidurías orientales no duales

Las sabidurías orientales que han elaborado la noción no-dualidad son:
  • Algunas escuelas hinduistas
  • Las escuelas Madhyamaka y Yogachara del budismo
  • Algunas escuelas taoístas.
El nivel que nos permite acercarnos a las realidades trascendentales y fusionarnos con ella, es el que se conoce como conciencia mística y abarca el ser uno con el cosmos. Este nivel no sería un estado alterado ni anormal de la conciencia, sino más bien el único estado real de la misma. Las sabidurías no-duales serían aquellas que nos proporcionarían el camino hacia el discernimiento de la verdadera naturaleza de la Realidad. Es el conocimiento directo del Ser, del fondo o raíz de todo lo que es.
En la Mundaka Upanishad se dice: los sabios dicen que hay dos clases de sabiduría: la superior y la inferior…; la superior es aquella que se encuentra más allá del pensamiento. En esta cita se ve claramente el aspecto dual y no dual de la sabiduría.
El taoísmo reconoce dos formas generales de conocimiento: el conocimiento del universo, tal como se denomina y define convencionalmente, y el que se contrapone, el conocimiento del camino, el Tao, del universo como es en realidad. El conocimiento convencional es porque es cosa de acuerdo social acerca de los códigos de comunicación, es el modo simbólico de conocer, mientras que el segundo es el conocimiento no convencional, por comprender la vida directamente, en lugar de prestar atención a los términos lineales y abstractos del pensamiento representativo.
En el Mahayana, los modos de conocimiento se conocen con los nombres de vijñana y prajña. El primero es dualista, convencional y consensuado y relativo. El segundo es el modo de conocimiento no dual, no conceptual y no simbólico.
Las sabidurías orientales no-duales son una llamada a la búsqueda del conocimiento de nuestra verdadera naturaleza. Su objetivo presenta notables similitudes con el que manifestó Sócrates: Conócete a ti mismo. Las doctrinas no-duales sostienen que sujeto y objeto constituyen un campo unificado, de tal modo que el individuo no puede ir más allá del mundo que pretende describir. Así mismo declaran la existencia de una realidad única, que, en el caso del hinduismo, puede recibir los nombres de Vishnu, Brahma o Prajapati, pero el Señor, bajo muchos nombres diferentes, es sin embargo, la Realidad.
En el Tao Te Ching se lee: existe un ser caótico, vive con anterioridad al cielo y a la tierra….puede que haya sido la madre del mundo. No sé su nombre. Su apelativo es Tao.
Referirse a la Realidad como única: sólo Mente, sólo Brahman, sólo Tao, sólo Conciencia… es muy útil, ya que indica metafóricamente que la Realidad es ese fondo único de todo fenómeno, mientras, eso, sí, tengamos en cuenta que se trata de una metáfora. Cuando estas tradiciones hablan de «uno» se refieren a lo que expresaría «uno sin segundo», no dual, no dos. La Realidad no es uno ni muchos, singular ni plural, trascendente o inmanente, sino una experiencia no dual sobre la que nada puede decirse.
Lo que comúnmente llamamos conocimiento implica la separación entre el conocedor y lo conocido, sujeto y objeto. Ahora bien, si la realidad absoluta carece de fronteras y divisiones, ¿cómo distanciarse de ella para proceder a conocerla?
En resumen, el conocimiento no dual está más allá de los condicionamientos propios de otras clases de conocimiento en concreto, de su condicionamiento básico: la división sujeto-objeto.

Lenguaje y sabiduría

Para expresar los contenidos de no-dualidad, el lenguaje tiene que adoptar unas formas especiales que asuman las limitaciones propias de lo privado, lo íntimo, de lo incomunicable. Según Zimmer, para expresar y comunicar un conocimiento logrado en momentos de intuición que transcienden el plano gramatical hay que utilizar metáforas, símiles y alegorías.
Wilber, uno de los investigadores de la conciencia, menciona dos clases de elaboraciones simbólicas:
  • La primera es lineal, analítica y habitualmente lógica. Se halla en los trabajos científicos y en gran parte de los tratados filosóficos.
  • La segunda es imaginativa, propia de la expresión artística, del mito y de la poesía, la imaginación y los sueños: el lenguaje de los símbolos es el lenguaje universal común, el lenguaje que todos entendíamos antes de que hubiese confusión de lenguas. Es el que utilizamos y todavía entendemos en los sueños, en la poesía y en el arte y las voces que nos hablan de realidades no ordinarias.
Ambas modalidades de elaboración simbólica, lineal e imaginativa, pueden emplearse para expresar parcialmente la realidad, pero ninguna de ellas logra abarcarla en toda su magnitud y riqueza de matices.
Según Wilber estas dos clases de elaboración simbólica pueden emplearse de tres modos para señalar hacia lo Absoluto.
  • En primer lugar la analógica. A partir de datos sensibles de la multiplicidad, remite a la realidad trascendente. En el Vedânta, lo absoluto lleva por nombre Brahman. Significa lo absoluto dotado de cualidades analógicas para ayudar a dirigir nuestro pensamiento.
  • La segunda modalidad es la negativa, que nos aproxima a la realidad no dual, precisamente por negación de la experiencia ordinaria de dualidad. Es lo que en la tradición cristiana se denominó teología apofántica.
  • La tercera modalidad es una invitación en forma de conjunto de reglas experimentales para descubrir la realidad por uno mismo. Es lo que Spencer Brown denomina precepto. A pesar de que la realidad es literalmente indescriptible, puede ser indirectamente encauzada fijando un conjunto de reglas que, seguidas plena y fidedignamente, conceden a la experiencia de la misma. Especialmente en este sentido se entiende que la Mente o la conciencia es la Realidad: no se trata de una descripción sino de una directriz, pauta o precepto. Esta tercera forma constituye el centro nuclear del hinduismo, el budismo y el taoísmo.
La verdad, en cuanto a su posibilidad de describirla con palabras, debe consistir siempre en un conjunto de instrucciones dirigidas a despertar el modo no dual de conocer y por tanto a experimentar de forma directa la realidad.
Las sabidurías orientales no-duales consideran que la experiencia que va más allá de la dualidad sujeto y objeto, es posible comunicarla en mayor medida que ninguna otra. Se trata de una experiencia universalmente comprobable para el que haya seguido las instrucciones correspondientes.
Estos tres caminos, el analógico, el negativo y el preceptivo, sugieren cómo es la Realidad, lo que no es y lo que podemos hacer para alcanzarla. Ninguno de ellos dice lo que es, ya que una afirmación directa y positiva sobre la realidad en su conjunto debe ser necesariamente autocontradictoria o carente de significado. Carente de significado porque calificarlo todo equivale a no calificar nada. Autocontradictoria en cuanto a la propia afirmación forma parte de la realidad, refiriéndose por consiguiente a su vez a sí misma.
Desde las sabidurías orientales no duales no se puede concebir el conocimiento como una realidad parcelada y cerrada, sino más bien como un fluir dinámico en el que cualquier aportación enriquecedora es tenida como válida y se integra en una búsqueda unitaria. Esa búsqueda unitaria es lo que nosotros entendemos como «estructura integradora del conocimiento». El estudio de las sabidurías orientales apela hoy a una dinámica interdisciplinar que supere la falta de integración de los distintos ámbitos del saber.
Wilber retoma la distinción tradicional entre los tres niveles básicos del saber: el correspondiente a la ciencia empírica, el filosófico y el espiritual. Esta distinción la pone en relación con la de San Buenaventura: el ojo de la carne, de la razón y de la contemplación. Estos tres ojos se corresponden con los tres principales dominios del Ser descritos por la filosofía perenne: el carnal/material, el sutil inferior (mental y anímico) y el causal (trascendente y contemplativo). El primer ojo, según Wilber, vendría a ser el ojo empírico que revela a todo el hombre un mundo de experiencia sensorial compartida. El segundo es el ojo de la razón o de la mente, es el que capta las relaciones lógicas e ideas independientes de la experiencia sensible. El último ojo es el de la intuición-contemplación. Este modo de conocimiento es el que percibe la realidad desde la conciencia no dual y el que ofrece, sin negar a los dos anteriores, una perspectiva diferente de la realidad.
Toda ciencia opera con el ojo de la mente, a través de procesos de razonamiento abstracto, pero estas premisas pueden originarse en cualquiera de los tres dominios descritos y pueden ser: hechos empíricos; verdades axiomáticas, intuitivamente evidentes, o aprehensiones fenomenológicas directas; intuiciones no duales del ámbito no dual.
Ninguno de estos niveles puede ser reducido al nivel anterior ni explicado por él. Un planteamiento de las sabidurías orientales cuya perspectiva última es la no-dualidad debe estar abierto necesariamente a un diálogo interdisciplinar y a una práctica continua.
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Historia del Orientalismo

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Los comienzos
  • Heródoto: Historia, amplia información sobre el subcontinente y sus moradores y datos sobre religión egipcia, babilónica y persa. Se basa en los escritos del historiador y geógrafo griego Hecateo de Mileto (s. VI)
  • Alejandro Magno: durante sus campañas, estudiosos griegos mantuvieron contactos con pensadores hindúes. Principal fue la obra Indika de Magástenes que sirvió de inspiración a Arriano y Estrabón. En el libro de este último Geografía se hallan valiosas noticias sobre el culto de Osiris.
  • Diodoro Sículo: s. I a.C., en su obra Bibliotheca histórica información sobre el subconti-nente.
  • Periplo del mar de Eritreo, sucinta guía de los mercaderes que mantenían relaciones co-merciales con el mundo asiático: China, Indochina y Sumatra.
  • Claudio Ptolomeo, 90-168: Geografía, precisiones topográficas sobre pueblos de la India y de la ruta de la seda.
  • Palo Orosio, 390-418: Historiarum libri VII adversus paganos, historiador y teólogo visigo-do, incluye una descripción geográfica e histórica sobre la India.
El imperio romano tuvo conocimiento del subcontinente y de la China. La literatura clásica ha dejado información exigua:
  • Trogo Pompeyo, s. I: Historia filípicas, adaptación de una obra helenística. Se ha perdido pero el historiador Justino en el II narró y resumió los prólogos de los capítulos, ofreciendo datos sobre los seleúcidas y su relación con la tierra del Ganges.
  • Plinio el Viejo, s. I: sobre la India
Los musulmanes fueron siempre grandes viajeros y, a partir del X, surgieron tratados en los que describen las costumbres, pueblos y relatos legendarios del mundo oriental:
  • Mas’udi, 956: Historia Universal, viajero que recorrió Persia, India, Ceilán y el mar de Chi-na, Zanzíbar y Arabia
  • Al-Biruni, tratado clásico de fuente inagotable de información
  • Ibn Batuta, 1304-1377: visitó una gran parte de Asia, hasta China.
Los primeros europeos que aportaron datos sobre el mundo oriental fueron los viajeros y los misioneros. En el XIII, y debido a la esperanza alentada por el papado de establecer una alianza con los mogoles en contra del Islam, se iniciaron las relaciones entre Asia Oriental y Europa, fortaleciéndose los intercambios comerciales con la India y Oriente.
  • Primera constancia escrita del XII redactada por un español.
  • Jaime I, a comienzos de 1267 recibió en Perpiñán un mensaje del Khan.
  • Ruy González de Clavijo, s. XIV: escribe Historia del Gran Tamerlán e itinerario de la em-baxada, donde describe la legación que tuvo lugar con Enrique III el doliente en 1379-1406 de una legación al gran Tamerlán.
  • Marco Polo, 1254-1324: considerado como el primer orientalista. Sin embargo, no fue el primero ni el único en ir y describir China, aunque fue quien consiguió mayor notoriedad. Los viajes de Marco Polo.
  • Niccolo di Conti, s. XV: visitó los países de Asia anterior y meridional, Sumatra, Java y el mar de la China.
Dado que las rutas habituales que conducían a los pueblos prósperos y fastuosos que se citaban en el libro de Marco Polo, estaban cortadas por los musulmanes, los europeos bus-caron otras rutas alternativas. Los portugueses emprendieron sus viajes de descubrimiento que les condujeron hasta las Indias Orientales. Colón, buscó por el oeste la ruta de Catay.
Los misioneros fueron en un primer momento representantes de la Santa Sede para poner-se en contacto con los mogoles. El franciscano Juan de Pian del Carpini llegó al Karakorum en 1246 y su relación tuvo una gran difusión al ser incluida en el Speculum Mundi de Beau-vais.

España por su proximidad con el mundo árabe, fue receptora de textos orientales antes y por diferentes vías que el resto del mundo occidental:
  • Alfonso X: 1251, hizo traducir del árabe al castellano Calila e Dimna (cuento del Pancha-tantra) que tuvo una gran relevancia en las fábulas y cuentos europeos. Además de este estuvieron Sendebar, Barlaam y Josafat, versión cristiana de la vida de Buda que llegó a Europa en el XII
  • Odorico de Pordenone, misionero franciscano, viajó a China a finales del XIII.
  • Juan de Marignolli: enviado como embajador a Pekín ante el gran Khan por el Papado en 1342.
Los religiosos occidentales no tuvieron problemas con los mongoles, sino que contaron con su beneplácito, hasta que fueron expulsados por los chinos.
  • Jesuitas con San Francisco Javier a la cabeza en 1541 reemprendieron los trabajos en China y subcontinente. Pormenorizados informes sobre las culturas orientales. Matteo Ricci fue el primero que reemprendió los trabajos en China a mediados del XVI, siendo uno de los primeros en hablar de Confucio y del pensamiento Chino.
Comienzos del XVI, algunos eruditos portugueses muestran un gran interés por las creen-cias y costumbres de las gentes de Asia:
  • Luis Camoes, introdujo la India en su libro Los Lusíadas.
  • Diego de Couto, fijó su residencia en Goa y fue nombrado historiógrafo por Felipe II.
En España, el Padre Francisco Colón publicó en 1666 India Sacra. Muchos fueron los es-fuerzos españoles por crear lazos comerciales con China.
En el transcurso del XVII y XVIII la compañía de Jesús fue la principal divulgadora de noti-cias sobre China en Europa:
Alonso Sánchez, tratado sobre China a petición de Felipe II. Fue el primero en referirse a China como imperio inmóvil, porque poco había evolucionado a los ojos de los occidentales. Esta idea fue defendida por muchos eruditos hasta principios del XX.
  • Nicolás Trigault: XVII, primer tratado sobre China
  • China Monumentis Ilustrata, publicado en Amsterdam en 1667 por un jesuita.
  • Durante el XVII importante labor de traducción de textos chinos llevada a cabo por los jesuitas como la Gran doctrina. En 1687 se traduce Confucius, Sinarum philosophus, sive Scientia Sinensis.
Entre los filósofos el que más se aproxima al pensamiento chino será Leibniz. Voltaire inclu-ye el Catecismo chino en su Diccionario Filosófico.
  • 1731 llega a París una versión de los Rig-veda. Pero aún no se había descifrado el sánscri-to y las aproximaciones a la literatura védica se realizaron durante largo tiempo mediante otras literaturas que servían de intermediarias. Las primeras traducciones directas y metó-dicas no aparecen hasta finales del XVIII.
Durante el XVIII destaca la labor del Padre Pons que tradujo y analizó las gramáticas indí-genas del subcontinente. En el mismo siglo existían en forma de manuscrito en los archivos europeos, gramáticas de sánscrito y bengalí. El primer orientalista español y lingüista fue el jesuita Lorenzo Hervás y Panduro, 1735-1809, que escribió Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas.

Nacimiento del orientalismo como ciencia

La visión histórica de occidente se amplió repetidamente. Este redescubrimiento del mundo oriental tuvo para occidente consecuencias profundas y fecundas. Comenzó a finales de siglo XVIII con una vaga curiosidad romántica que invadió el mundo literario y artístico eu-ropeo. Fueron descubiertas las lenguas asiáticas clásicas: el sánscrito, en 1785; el pehlevi, en 1793, la escritura cuneiforme en 1803 y los jeroglíficos en 1822. Comenzaron a traducir-se los grandes textos orientales, empezando la era científica des estudio de las culturas asiáticas.
A finales del XVIII se despierta un vivo interés por los tesoros literarios, religiosos y filosófi-cos de la India por investigadores como: Masson-Oursel, Etienne Lamotte, Max Müller…
El periodo clave para los estudios orientales tuvo sus comienzos en el subcontinente con las actividades de tres funcionarios británicos, y en 1789 llega a Europa la traducción al inglés de la Bhagavad-Gita que se publica bajo los auspicios de William Jones por Charles Wilkins. Este creó en 1784 en Calcuta la Sociedad Asiática de Bengala y publica una versión del Ma-navadharmashastra (Leyes de Manu) y traduce El reconocimiento de Shakuntala que fue acogida por Goethe con gran entusiasmo.
Este súbito descubrimiento de una vasta literatura, que había permanecido desconocida para el mundo occidental durante muchos siglos, fue el más importante acontecimiento de esta clase desde el descubrimiento de los tesoros de la literatura griega clásica durante el Renacimiento y coincidió con el resurgimiento romántico alemán.

El pensamiento de la India despertó el interés de filósofos:
  • En 1776, Abraham Hyacinthe publica cincuenta Upanishads en latín comentados. Fue la vía a través de la cual la filosofía de la India fue conocida en occidente. Schopenhauer, influencia de esa obra, al igual que en Richard Wagner, Nietzche.
  • Max Müller, uno de los grandes pioneros de los estudios indológicos, fundador de la escuela filológica en historia de las religiones. Sus investigaciones contribuyeron a popularizar la sabiduría sánscrita y a romper las barreras del prejuicio y de la incomprensión entre Oriente y Occidente.
  • Burnouf en 1844 publicó Introducción a la historia del budismo indio. El fundamento científico y crítico de toda discusión posterior se debe a sus investigaciones.
Un hito importante que marca el inicio de la moderna egiptología es el viaje en 1798 de Bonaparte al valle del Nilo acompañado por un grupo de científicos. La obra resultante Descripción de Egipto y el hallazgo de la Piedra de Roseta.
Descubrimiento similar facilita el camino al conocimiento de la religión babilónica. Groten-feld será el primero en descifrar en 1802 los signos cuneiformes. A partir de él se descifra-rán los documentos elamitas, asiriobabilónicos y sumerios.
Las expediciones arqueológicas ponen al descubierto antiguas ciudades mesopotámicas: Babilonia, Lagash; Kutha, Nippur, Uruk, y asirias como Nínive, Assur.
A ello se unen los ricos tesoros de inscripciones semitas reunidas de hallazgos en Fenicia, Siria, Palestina y Arabia.
Un conocimiento más profundo sobre las creencias ancestrales de la meseta irania comienza a tener Europa gracias al análisis de los libros avésticos. Se sabía que existía entre os parsis los antiguos libros persas, de los que ya había alguna noticia del capuchino Chinon en el XVII; más tarde el Vendidad, llega a Europa procedente de la India. En 1755 Dupe-rron se alista en el ejército con el propósito de conocer el idioma y frecuentar la escuela de los parsis. Diez años después llegará con un ejemplar del Avesta.
En la segunda mitad del XIX, James Legge inicia la versión de Los clásicos chinos.
Este redescubrimiento de Oriente fue para Occidente fecundo y útil. Toda una generación de filósofos, teólogos, filólogos, arqueólogos, antropólogos… de Europa y Estados Unidos se dejaron seducir por el mundo asiático; la mayoría se encontró con un tesoro literario de valor inestimable. Este esfuerzo científico ha contribuido enormemente a superar las barreras que impedían al mundo occidental el conocimiento de la grandeza de la cultura oriental.
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Diálogo entre Oriente y Occidente

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El difícil diálogo

Estamos en un momento en que se persigue la integración de todos los pueblos de la tierra, por lo que hablar de Oriente y Occidente como si se tratara de dos mundos antagónicos es muy discutible y políticamente incorrecto. Resulta más exacto hablar de signos dominantes, tendencias, diferencias. Ambos son inseparables por la sencilla razón de que ninguno podría existir sin el otro. Temas como el de la condición de ser humano están forzando a Oriente y Occidente a encontrarse cara a cara.
Si el mundo ha de gozar de paz, según Chang Wing-Tsit, los patrones vitales de los diver-sos pueblos deberán ser fundamentalmente compatibles; hay señales de que los orientales desean occidentalizar hasta cierto punto su filosofía, hacerla más científica, más racional y positiva y más afirmativa respecto a lo particular; al mismo tiempo, el énfasis oriental sobre la intuición, el monismo, la armonía entre el hombre y la naturaleza, la ética de la simplici-dad, la paciencia… pueden ofrecer al Occidente pasto para la meditación.
Riviere afirma: el dialogo es una necesidad urgente. Pero es evidente que el dialogo es ca-da vez más difícil. La intolerancia, la amenaza, la violencia y la guerra se imponen cada día. Allí donde las civilizaciones de Occidente y Oriente llegan a rozarse se produce una tensión. El tema está en saber si las culturas de Occidente y Oriente pueden llegar a ese punto de encuentro sin chocar, sin violencia, sin recurrir a la amenaza ni a la confrontación. La expe-riencia dice que por ahora no es posible.

Hacia un encuentro Oriente-Occidente

El cultivo de la inmediatez, la uniformidad de la cultura de masas, la economía y el pensa-miento únicos llevan a la eclosión de una cultura de ámbito universal. Detrás de todo este proceso están los campos de intereses políticos y económicos. Se emplea un lenguaje con-sensuado con un claro barniz ideológico, que cada vez va conduciendo, poco a poco, a un proceso de homogeneización (entendida como una imposición etnocéntrica occidental al resto de las culturas del globo). Según Huntington: los no occidentales ven como occidental lo que Occidente ve como universal.
En este momento el dialogo intercultural e interreligioso se ha convertido en una exigencia y en un terreno adecuado en el que quizá puedan prosperar las semillas que favorezcan la actual crisis de la civilización occidental. Esta transformación tendría que ver en primer lu-gar con la apertura hacia nuevas perspectivas de pensamiento; en segundo lugar con una actitud abierta y desprejuiciada y, por último, con una enseñanza universal no circunscrita a ningún pensador, sistema, doctrina, época y lugar, a saber: la «filosofía perenne», ya que la esencia de la religión no está en los dogmas y credos, ni en los ritos y ceremonias que muchos rechazamos, sino en la sabiduría más profunda de todos los tiempos, la filosofía perenne, que es la única guía a través de la confusión caótica del pensamiento moderno. Las diferentes religiones no representan toda la verdad, sino aspectos de la verdad en que los hombres han creído. Son distintas expresiones históricas de una sola verdad, universal y eterna en su validez.

El conocimiento de la sabiduría oriental nos permitirá advertir que gran parte del pensa-miento occidental ha vivido reducido al desarrollo del concepto pre-socrático de logos, en-tendido como razón universal que domina el mundo y hace posible un orden. Este concepto conducirá en último término al desarrollo de la ley universal de la naturaleza a partir del renacimiento (Newton y Galileo) y finalmente a la técnica. Según Zubiri el saber humano fue primero un discernir el ser del parecer, más tarde se precisó en un definir lo que es; se completó, finalmente, con un entender lo definido. Pero a su vez entender ha podido signi-ficar: o bien demostrar, o bien especular, o bien experimentar.
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Coincidencias y Discrepancias

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Prejuicios e Incomprensiones

Toda sociedad desarrolla, según Fromm, un sistema de categorías que determina las for-mas de conciencia. En cuanto nos internamos en el corazón de un universo filosófico-religioso diferente al nuestro, comenzamos a darnos cuenta en qué medida y con cuanta profundidad nuestra actitud occidental, nuestro pensamiento científico… están moldeados por nuestros puntos de vista judeo-cristianos y por los modelos operativos propios de Occi-dente. Esta concepción se define en sus ideas filosóficas y metodológicas por un concepto personal de la divinidad. Esta creencia supone una barrera a la hora de entender la noción no-teísta del budismo. La inmediata respuesta desde el ámbito occidental es afirmar que el budismo es ateo.
Otra importante barrera es la creencia en un único dios planteada por el cristianismo. En el mundo oriental el politeísmo se manifiesta como una creencia religiosa auténtica y como una práctica viviente de culto, aunque también en el subcontinente surgió una tendencia hacia el monoteísmo: muchos hindúes enseñan que por encima de todos los dioses perece-deros hay un señor del universo inmutable e imperecedero.
Ni en el pensamiento hindú ni budista se contempla la creencia, esencial en nuestro pen-samiento cristiano, en la diferencia básica existente entre el creador y el resultado de su actividad creadora.
La meditación perdió su importancia en las prácticas del cristianismo como una disciplina espiritual y ascética. Este tiene un papel fundamental en el seno del hinduismo y budismo.
Papel negativo que ha jugado la magia, superstición y hechicería en el mundo cristiano. En el oriental siguen coexistiendo y entremezclándose todos los niveles de conciencia religiosa y todas las variedades de la fe. Para los orientales no son elementos antagónicos y exclu-yentes, sino que forman parte de las distintas fases en la evolución de la conciencia religio-sa.
Un mito de la filosofía occidental ha sido el mito de su pretendida ausencia de mitos.
El pensamiento de Occidente considera que su quehacer filosófico tiene una dimensión uni-versal, y creen que la filosofía es una perspectiva característica del mundo occidental. El intento de generalizar los paradigmas conceptuales y sus productos ha sido contraprodu-cente, pues ha alejado al mundo occidental del conocimiento de otras formas de construir la realidad que no les eran familiares. Y que le han servido para corroborar su sentimiento de superioridad. El lenguaje es para las sabidurías orientales, la vía menos adecuada para captar y expresar la verdad. No es raro encontrar opiniones que afirman que la filosofía oriental no tiene categoría suficiente para ser puesta junto a la europea. Así, Chevalier afirma que el pensamiento griego suministró al pensamiento humano todos los conceptos fundamentales y que el pensamiento indio jamás llegó a expresarse en una doctrina racio-nalmente satisfactoria, o que del pensamiento chino no salió ninguna adquisición perma-nente para el pensamiento humano.
Hegel fue uno de los filósofos que contribuyó a extender la idea de que de la India no había habido filosofía ya que les faltaba el contacto íntimo, renovado y fructífero con las progre-sistas ciencias naturales. Masson-Oursel se niega a admitir que los sistemas orientales sean estrictamente filosofías.

En contra de estas opiniones hay otras que no dudan de hablar de filosofía cuando se refie-ren en sus obras al pensamiento de la India y China.
Semejanzas y diferencias

El célebre símil de la caverna de Platón recuerda la doctrina de la ilusión de los Upanishad «llevadme del no-ser al ser, de la tiniebla a la luz». Llama, también la atención la semejan-za entre las castas de la India: sacerdotes, guerreros, agricultores, comerciantes y servido-res, y la división de la ciudad ideal de Platón en guardianes gobernantes, auxiliares, labra-dores y artesanos.
Sorprende la similitud entre las parábolas y los milagros budistas y cristianos. El Jataka 190 cuenta la historia del piadoso discípulo que camina sobre el agua mientras tiene una fe cie-ga en Buddha, pero empieza a hundirse cuando su éxtasis decae. Müller dice que el cami-nar sobre las aguas no es una historia infrecuente; pero el sostenerse en virtud de la fe y hundirse por la falta de ella sólo puede explicarse por un contacto histórico y una transfe-rencia. En el texto budista conocido como Sutra del Loto se encuentra una parábola similar con la del Hijo Pródigo.
Correspondencia similar se encuentra en la historia espiritual de la India y Grecia en la doc-trina de la trasmigración o metempsicosis, que surge en ambos ámbitos casi al mismo tiempo: en la India entre el 800 y 600 a.C. y en Grecia alrededor del 500 a.C.- el filósofo Empédocles, del siglo V a.C. mantuvo relaciones con el orfismo y la creencia en la metemp-sicosis, sosteniendo ciertas ideas de gran parecido con las de Kapila, artífice del Sâmkhya . También aceptó dicha teoría Pitágoras y Platón.
La filosofía occidental se ha encaminado hacia intereses teórico-especulativos. Intenta pre-sentar una teoría cósmica, poniendo en evidencia la naturaleza, el alma y la divinidad. En el subconsciente, sin embargo la filosofía emanó de necesidades prácticas.
Otra importante diferencia entre pensamiento indio y occidental es que mientras este ha vivido de un concepto unívoco de la verdad, y por lo mismo excluyente (si una doctrina es verdadera, la contraria necesariamente es falsa), resultado del cual han tenido lugar las luchas del cristianismo contra el Islam; en la India, por el contrario, el concepto de riqueza de la verdad ha admitido diferentes interpretaciones y matices con la conciencia de que todas ellas eran limitadas y siempre susceptibles de mejorar. Consecuencia de este concep-to generoso de verdad son los seis sistemas ortodoxos indios que siendo opuestos entre sí son considerados conocimientos trascendentes. A pesar de sus diferencias los sistemas comparten las siguientes ideas:
  • Los instrumentos del conocimiento válido
  • La realidad y la inmortalidad del alma.
  • La creencia en la autoridad de los Veda.
  • La disciplina ética.
  • La trasmigración.
  • La ley del karma.
  • El ideal de liberación.
Por su parte Occidente no ha desarrollado ninguna concepción metafísica que haya tenido desde la Antigüedad hasta el momento una aceptación fuera de toda duda, sólo los pensa-dores cristianos tienen una concepción básica unitaria.

Influjo, convergencias e intercambios

El pensamiento occidental y oriental han sido comparados con frecuencia entre sí.
En algunas ocasiones se ponía de relieve paralelos para constatar que el ser humano, a causa de las mismas necesidades, ha llegado en las épocas más distintas a creencias pare-cidas. En la historia del pensamiento hindú se encuentran más o menos todas las fórmulas y formas que nos son familiares por la historia del pensamiento occidental. Lo que no es posible es hallar cada pensamiento de la India en Occidente o viceversa. Lo importante, según Eliade, no es la identidad de la terminología filosófica: basta con que los problemas sean homólogos.
Tucci afirma: son dos caminos paralelos. Llevado por el misterio que el hombre descubre a su alrededor, estimulado por las ansias de aclararlo, las corrientes se encuentran con mu-cha frecuencia, porque son idénticos los problemas que surgen ante nuestra mente.
La pregunta sería, entonces, si estas concomitancias no serían algo más que por azar y si no tendrían que ver con determinadas leyes internas. Podíamos preguntarnos, entonces, si el pensamiento indio, en lo que concierne a su evolución histórica, puede ser puesto en pa-ralelo con el occidental. Las teorías más arcaicas aparecen en la literatura védica, donde aparece una visión del universo enraizada en el pensamiento mítico y que contempla una pluralidad de seres. Esta forma primitiva del pensamiento impera asimismo en Occidente en los inicios de la reflexión.
Otra interesante coincidencia, tanto en Grecia como en la India, es que no hay una tajante distinción entre materia y espíritu. Es, a partir de Anaxágoras, s. V a.C. y con el jainismo en la India, cuando comienza a manifestarse dicha diferenciación. Pitágoras, Sócrates y Dióge-nes, coincidían en diversos aspectos de sus doctrinas con los pensadores del subcontinente. A pesar de sus lejanías geográficas, los griegos podían descubrir entre los indios más seme-janzas culturales profundas que entre los egipcios o los hebreos. Está fuera de toda duda de que algunos pensadores griegos participaban de ideas mantenidas por pensadores de la India, como la doctrina de la metempsicosis (la concepción de la vida como un proceso cí-clico en que las almas pasan de un cuerpo a otro. Es una deducción natural de los pueblos primitivos ante los fenómenos del nacimiento y la muerte).
Algunos investigadores han llegado a concretar un sinfín de analogías y líneas de conver-gencia. Pero de ningún pensador griego se ha asegurado con frecuencia y sin ningún géne-ro de dudas que sufriera influencias del pensamiento indio como Pitágoras. Para este, la auténtica sabiduría sólo se puede lograr tras penetrar las puertas del mundo de ultratumba. Para el budismo, el individuo ha de morir a cualquier tipo de existencia, apagar la llama del deseo. Al igual que Buddha creó el Sangha (comunidad monacal), Pitágoras instauró una comunidad. A pesar de todo no se puede hablar de dependencia por parte de los griegos frente a los indios o viceversa.
La polémica sobre si Grecia o la India fueron la patria originaria de la filosofía, es antigua. En el II d.C., Luciano de Samosata hace que la diosa de la filosofía le diga a Zeus que ella se dirigió en primer lugar a la India. Opiniones distintas dice Diógenes o el filósofo francés Chevalier: los griegos recibieron de los pueblos de oriente los elementos de una técnica y de una ciencia que habrían de servir de materiales para la edificación del saber humano.
Opiniones distintas son las de Córdoba: nuestra cultura no nace con el pensamiento griego y la literatura bíblica. Guenón afirma: el occidente ha vivido intelectualmente de préstamos hechos del Oriente. Conze: si separamos los elementos orientales de la filosofía griega, si quitamos a Jesucristo, San Pablo, Dionisio el Areopagita, y el pensamiento árabe, todo el pensamiento espiritual europeo de los últimos dos mil años resulta inimaginable.
Ha habido determinadas concepciones orientales que han influido en algunos filósofos occi-dentales: Schopenhauer, Leibniz, Karl Jaspers.
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Introducción

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Imprecisión de los términos Oriente y Occidente

No son voces unívocas. Para Masson Oursel Occidente viene a ser Europa y Oriente, Asia, pero queda una Eurasia.
Con frecuencia se tiende a presentar la humanidad como dividida en dos universos cerrados y antagónicos: Oriente y Occidente, estableciéndose una antítesis bastante dudosa. Riviere dice que hay gente que opone el misticismo y el espíritu religioso de Oriente, al espíritu científico y empirismo de Occidente: uno sintético y otro analítico o uno interesado en las cuestiones celestes y otro en las terrenales.
Parecen ser tan diametralmente opuestos que difícilmente podrían entenderse por comple-to. Kipling decía: «Oriente es el Oriente y Occidente es el Occidente y nunca se encontra-rán». Y hasta hace poco nadie dudaba de esto.

Dentro del marco de lo que se entiende por Oriente se diferencia entre:
  • Cercano Oriente: comprende todo el mundo musulmán.
  • Medio oriente: esencialmente constituido por la India.
  • Lejano Oriente: es lo que comúnmente designamos como China e Indochina.
Estos tres territorios tienen acusadas diferencias, según Guenón: no es posible hablar de una civilización oriental como se habla de una occidental, porque hay muchas civilizaciones orientales y cada una posee un principio de unidad propio, no obstante, todas tienen ciertos rasgos comunes, principalmente en los modos de pensamiento que es lo que permite decir, de manera general, que existe una mentalidad específicamente oriental.
Para otros investigadores existe una discrepancia interna. Así, Needham dice que nunca se puede utilizar el concepto de oriental opuesto a occidental, porque las culturas india, china, árabe y persa son tan distintas que constituyen un auténtico mosaico, imposible de amal-gamar.

Si decimos que Oriente y Occidente son distintos debemos decir cuales son los criterios en los que se basan esas estimaciones:
Fradier en Oriente y Occidente baraja cinco factores:
  • Geografía: no hay que confiar en las fronteras que cambian a través de los tiempos.
  • Grupos étnicos: nos encontramos con un grupo de piel amarilla, compuesto de distintas familias, que durante siglos ha vivido en Asia, pero que han sufrido una mezcolanza tanto con el continente asiático como europeo, existiendo, de hecho los mismos grupos en ambos continentes.
  • Lenguas: hallamos lenguas propias del continente asiático: grupo tibetano-birmano, draví-dico, turco, semíticas, chino, japonés, pero que están emparentadas con todos los idiomas latinos, eslavos y germánicos, por lo que el Oriente no puede definirse como el territorio de las lenguas orientales.
  • Creencias filosóficas-religiosas: los cultos y credos más respetables no siempre otorgan un carácter excepcional a los pueblos de un conjunto más amplio. Así, una comarca del Adriá-tico puede ser mayoritariamente musulmana sin pertenecer por ello a Oriente.
  • Progreso social. Unido en la mayoría de los casos al desarrollo industrial. Según esto Oriente es el vasto dominio de las regiones insuficientemente industrializadas, donde se perpetúan las civilizaciones agrarias y las sociedades de tipo feudal o patriarcal. Nada más infundado.
No es una tarea fácil separar lo que los términos Oriente y Occidente designan o mostrar donde empiezan y terminan. Riviere dice que actualmente ningún pueblo puede considerar-se como puramente oriental u occidental.
Actualmente se puede afirmar que en el Oriente y el Occidente culturales está teniendo lu-gar un proceso de disolución y mezcolanza muy acusado. Ha llegado el momento en que se debe comprender a Oriente si queremos comprendernos a nosotros mismos, y aprender a combinar los valores orientales y occidentales para evitar nuevas tragedias y derramamien-tos de sangre.

Dos mundos aparentemente incompatibles

Se piensa que hay dos estilos diferentes y fundamentales ante la vida, dos modelos opera-tivos, dos mundos aparte, dos almas diferentes y opuestas.
  • Avicena: dos espíritus diferentes y opuestos.
  • Gustav Jung: introversión, como estilo de Oriente y extroversión de Occidente. Oriente se basa en la realidad psíquica como la principal y única condición de existencia.
  • Zimmer: uno de los objetivos del pensamiento oriental es la transformación, mientras que la información es el centro del interés de los modernos pensadores del ámbito occidental.
  • Racionero: en Oriente la filosofía no pretende la verdad sino un estado de ánimo. No pre-tende la información, sino la transformación.
El hombre occidental aspira a sobrevivir a la conciencia individual, tiene un ansia de inmor-talidad siendo uno de los factores que determina su pensamiento filosófico y religioso. La aspiración del oriental es diferente. Lo que desea no es sobrevivir, sino poner fin a la serie interminable de renacimientos dolorosos a los que está sometido. El ansia de liberación es lo que caracteriza al pensamiento oriental. Occidente tiene sed de ser, Oriente sed de no ser.
Radhakrishnan: el pensamiento oriental está dominado por su insistencia en la intuición creadora, mientras que las filosofías de occidente se caracterizan por su extraordinario ape-go a la inteligencia crítica. Oriente piensa que hay realidades que no pueden comprenderse, occidente exige claridad y tiene horror al misterio.
Se puede hablar de la preeminencia de la acción-reacción propia de la cultura occidental, sobre la meditación-contemplación característica del mundo oriental. Oriente mantiene la superioridad de la contemplación sobre la acción, mientras que el occidente moderno afir-ma lo contrario: la superioridad de la acción sobre la contemplación. A pesar de las opinio-nes anteriores no creemos que existan en la actualidad dos mundos radicalmente diferentes y opuestos.
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