La Virtud de la Fortaleza

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Si la prudencia y la justicia perfeccionan moralmente a quien las ejercita de modo mediato, las virtudes de la fortaleza y la templanza tienden derechamente a la formación del êthos del que las practica. La fortitudo o fortaleza es una síntesis estoico-escolástica de dos virtudes que corresponden a actitudes opuestas: la andreia (defensiva y paciente) y la megalopsykhía (emprendedora y pujante). Según Santo Tomás, la fortitudo tiene dos aspectos: sustinere y aggredi, soportar y emprender. El Aquinate da primacía al primer aspecto, pues es el que sufre el ataque, el que soporta el inminente peligro y porque el hacerlo supone continuidad en el esfuerzo. En estas consideraciones se evidencia la influencia estoica en la filosofía moral tomista. La ética aristotélica apenas guarda relación con una moral a la defensiva, salvo por su mención a la virtud militar de la andreia, que presenta un aspecto defensivo y otro ofensivo; sin embargo, los estoicos resaltan el lado defensivo de esta virtud y la generalizan al afrontamiento de todos los temores, de modo que el sustinere pasa a primer plano.

Este aspecto de la fortitudo presupone la existencia del mal y la vulnerabilidad y fragilidad de la existencia humana: la fortaleza se somete a la más dura prueba circa pericula mortis y el martirio se erige en el principal acto de la fortaleza. Para Santo Tomás, el martirio es, antes que derramamiento de sangre, testificación de la verdad, y como veracidad forma parte de la virtud de la justicia: toda confesión de la verdad, cuando ésta es difícil de decir y oír, participa tanto de la fortaleza como de la justicia. Sin embargo, ni debemos ni podemos decir toda la verdad; incluso la autenticidad es un problema, dada la constitución ontológicamente ambigua del hombre (hay siempre una distancia entre la palabra, la conducta y el êthos: la autenticidad es lucha por la autenticidad).

Pese a lo anterior, la vida en la verdad forma parte de la fortaleza y debe manifestarse o como esfuerzo y lucha o en acto por la palabra (para denunciar o para proclamar). Además, desde el punto de vista ético, verdad y libertad están íntima y circularmente ligadas: mantenerse en la verdad y en la libertad es prueba de la virtud de fortaleza. La veracidad y la libertad interior deben ser constitutivas de la auténtica existencia filosófica.

En cuanto a la virtud de la magnanimidad, tanto el Aquinate como los estoicos la subsumen en la de la fortaleza. El sentido originario de megalopsykhía, “grandeza de alma”, es el de clemencia generosa en el perdón de las ofensas. Cabe distinguir una magnanimidad “política” (conquista del mundo) y una magnanimidad “filosófica” (desprecio del mundo). En la Ética nicomaquea se logra el concepto más pleno de magnanimidad, que consiste en ser y juzgarse digno de grandes empresas; esta grandeza tiene un lado positivo (que en la prosperidad tiende a la posesión del mundo) y uno de reserva (que en la adversidad desprecia al mundo).
La moral aristotélica, moderadamente emprendedora, fracasó históricamente entre los griegos de la época postalejandrina, que se sentían sojuzgados por sordas potencias cósmicas, muy lejos de sentirse capaces de dominar el mundo. En este contexto, la reacción estoica proclamó que el hombre sabio no necesita del mundo: la magnanimidad “filosófica” prevaleció sobre el espíritu de conquista. Para el estoico, “hombre a la defensiva” (Ortega), toda la virtud consiste en sustinere. Pero Santo Tomás recuperó el sentido humanista de Aristóteles y le imprimió un giro cristiano, por el que concibió la magnanimidad, virtud de la grandeza, como grandeza interior que demanda una irradiación exterior, el honor. Así, la esperanza racional consiste por un lado en la confianza en obtener ciertas cosas por las propias fuerzas (magnanimidad), mientras que por otro consiste en obtener otras cosas ex virtude Dei y con la propia colaboración del hombre (esperanza). La magnanimidad se formula como la manera racional de esperar aquellos bienes naturales de cuya consecución nos sentimos capaces.

Por último, a la magnanimidad corresponden dos virtudes más: la fiducia o confianza y la securitas (frente a la desesperación). Y otra virtud aristotélica que cabe reseñar es la magnificencia, que en el orden de la poiesis corresponde a la magnanimidad en el de la praxis. La magnanimidad consiste en agere grandes hazañas, y la magnificencia, en facere grandes cosas.
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