Abertura de la Ética a la Religión

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Insuficiencia del deísmo y del ateísmo ético y deficiencias en la concepción de la justicia moral para con la divinidad y en la concepción de entera separación de ética y religión. La moral necesita abrirse a la religión.
La justicia moral para con la divinidad (iustitia erga Deum) y la pretensión utópica de la suficiencia de la autoexigencia ética: fariseos, pelagianos, estoicos, luteranos. La experiencia de Lutero, transida de su implacable autoexigencia ética.
El engañoso camino de la autoperfección y del heroísmo ascético autosuficiente: la conciencia laxa y la conciencia pervertida, y la denuncia de Lutero de la iustitia propria y la ética natural. La magnificación del pecado y el ahondamiento en la conciencia de su gravedad por parte de Lutero: la cognicio luterana, entendida como conocimiento de participación o identificación que vive la tragedia de los propios pecados y la insuficiencia de la “actitud ética”. El tránsito desde el estadio ético al religioso a través de la destrucción de la instancia moral.
El carácter no necesario de apertura a la gracia desde la experiencia de la incapacidad de cumplir la Ley.
El contrasentido de la iustitia adversus Deum o del comportamiento frente a Dios desde una concepción antropomórfica de Éste, pues estamos previamente envueltos en Él. La religión-justicia se funda o posibilita por la religión-gracia.
Las antinomias y limitaciones de la ética independiente y mundana y las situaciones de “reenvío” a lo trascendente mostradas por la experiencia: la misma condición humana, la disolución moral de la “moral separada”, el fracaso de las situaciones-límite, la dialéctica de fin y sentido, la dialéctica de “misión”, el problema de la felicidad y el de la virtud.
  • El descubrimiento filosófico y experiencial de la “impotencia” y “menesterosidad” humana. Los sistemas filosóficos que patentizan la existencia humana como “culpa” (Schopenhauer, Heidegger) y la moral natural aristotélica que entiende la virtud más como enderezamiento posterior que como rectitud originaria. El fracaso del humanismo como moderna aspiración a “llegar a ser hombre sin la ayuda de Dios” (fracaso en la idea misma de hombre).
  • Las situaciones-límite (muerte, sufrimiento, culpa): el sentido del sufrimiento como sacrificio y la vivencia de la culpa como pecado señalan el tránsito del plano ético al religioso.
  • La idea de “fin último”, central en la ética y la constatación, en muchos autores, de la limitación esencial de la voluntad moral: el esfuerzo puramente moral tropieza con su límite y el fin moral ha de vivirse en la disposición de recibir un “regalo” (Jaspers).
  • La dialéctica de la “misión” o “vocación” (destination) envuelve un elemento trascendente, al igual que el “destino” (destin, fatum). La destinée del hombre, a medio camino entre destination y destin: es moral en tanto que el hombre logra hacer descender a su historia lo más posible de su misión o vocación. Las similitudes en la actitud frente al destino entre la filosofía existencialista (concepción de la vida abrumada por el destino, la libertad como condena) y la filosofía antigua (el mito de Er en República, la Heimarméne helenística y su aceptación por los estoicos y las fórmulas de salvación de la gnosis y el bautismo): vivencia de la determinación supramoral de la vida humana.
  • El problema de la felicidad en Aristóteles: los conceptos de eupraxía o bien obrar (depende del hombre, aunque está condicionada por la propia complexión natural), la eudaimonía o felicidad (depende en parte de los dioses) y la markariotés o beatitud (escapa totalmente a las posibilidades morales del hombre; las modalidades de la tykhe llamadas entykhía –fortuna- y dystykhía –azar- poderes supramorales). La elevación de sentimientos, como la felicidad, depende sólo en parte de nosotros: necesaria apertura de la moral a la religión.
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